miércoles, 25 de junio de 2008

GLOBALIZACION : MITO Y REALIDAD ?.

GLOBALIZACION: CRISIS O RETIRADA.
*- Estamos Ingresando a la Fase Final de la globalización ?.
*- Se amplía la brecha entre Ricos y Pobres. “ Neo-proletarios “.
*- La globalización neoliberal ha provocado dos grandes fracturas.
*- Una que afecta al planeta, que está rompiendo el equilibrio de nuestra relación con el medio ambiente, con nuestra Pachamama (Madre Tierra).
*- Otra que afecta a la humanidad, que divide a las personas por su lugar de nacimiento, su origen, su condición económica o sus ideas.
Todo esto nos debe alarmar y llenarnos de indignación.
ôôôôô
1.- Realidad y Mito de la globalización.


La globalización, es considerada hoy en el mundo académico, en el mundo político, sólo como ejemplo un tema sumamente complicado, caliente, uno que puede ser desde el más grande de los villanos hasta el mayor de los héroes. La globalización lleva imágenes poderosas en sí mismas: países sin fronteras, acceso inmediato a bienes de todo el orbe, comunicaciones instantáneas, transportes ilimitados, libre flujo de ideas y mucho más. Libros y libros se escriben sobre la globalización exaltándola como una realidad que, la verdad, ha sido exagerada. No tengo dudas, además, de que ella es asimétrica. No todos tienen el mismo nivel de globalización.

El sociólogo analiza la tensión entre un mundo tecnológico y científico en constante transformación, al que se opone un sistema político que ya no responde a las necesidades sociales de la actualidad. Para él, sólo una nueva forma de poderes organizados mundialmente podrá erradicar los múltiples problemas :

*- el deterioro atmosférico,
*- la crisis energética,
*- la escasez de agua,
*- el desempleo, que sufre el planeta.

Los gérmenes de ese nuevo orden mundial podrían verse en la Unión Europea o en el Tribunal Penal Internacional, intentos de constituir una sociedad global.

El último tramo del siglo XX marca el inicio de una época de transición que se manifiesta por el pasaje de la hegemonía de los Estados–nación a la de un nuevo orden global, y en lo económico por el desplazamiento de una producción de bienes durables por otra, pos-industrial, basada en el conocimiento, la información, la comunicación y la provisión de servicios.

Vivimos la globalización de un mundo constituído por Estados-naciones. Y nadie vislumbra hoy, excepto las utopías más generosas o peligrosas o las obras de ciencia ficción, la desaparición de estos Estados-nación a favor de “gobierno mundial”. El mundo está fragmentado, segmentado, “partido”, dividido, no de un modo artificial –aún cuando existen muchas fronteras – sino espontáneo, por la necesidad de los hombres de vivir en sociedad. Esa necesidad fundamenta la misión más importante de los Estados de proteger a su población. Como entre los Estados hay hiper-potencias, super-potencias a secas, algunas son más débiles que otras y por ende esa protección se ejerce de manera asimétrica, diversa, compleja, injusta, impositiva.

En otras palabras el mercado global es también de hecho el “lugar” donde se enfrentan formas de poder y de protección. Este Estado del mundo está muy lejos del liberalismo de manual dado que potencias y protección, en teoría no se llevan bien con el mercado. Cuántas veces escuché que si Estados Unidos se permite semejante déficit externo es porque de hecho adquirió el derecho de emitir moneda a escala internacional. Los ejemplos abundan: tal país prefiere los productos de otro por causas que no tienen que ver con una racionalidad económica sino con una racionalidad mundial que abarca externalidades ligadas al poder.
La globalización no es, como algunos creen, una tendencia política confundida con el neoliberalismo; se trata de algo más sustancial, de un cambio más profundo e irreversible, una nueva etapa histórica de la que no se puede volver atrás. Es de lamentar que muchos intelectuales y políticos , no hayan entrado aún en el siglo XXI: siguen aferrados a las categorías de un mundo ya desaparecido. Esos políticos y gobernantes deben hacer un giro copernicano en su manera de pensar, abandonar su mirada meramente localista que los lleva al aislacionismo, a desconocer el curso de los tiempos e impedir al país insertarse en el mundo en las mejores condiciones.

Desde temprano, la humanidad –a pesar de la precariedad de las comunicaciones– tendió a la universalidad; lo hizo por medio de las conquistas o del comercio, o de las grandes religiones que se extendieron a través del mundo. Ampliaron ese panorama los viajes oceánicos, los consiguientes descubrimientos geográficos y una enorme cantidad de inventos y descubrimientos científico-técnicos adoptados simultáneamente por todas las sociedades. Hubo que esperar, sin embargo, hasta el último cuarto del siglo pasado para que la globalización se extendiera a todo el planeta gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación que unen instantáneamente los puntos más distantes.

Esta revolución fue posible por las grandes innovaciones electrónicas: los chips, los satélites, la fibra óptica, la informática, la world wide web. Las transformaciones son tan radicales que han modificado la vida cotidiana de todos y no han dejado a nadie en el mismo lugar. Para algunos, el cambio trajo más libertad, para otros sólo desamparo. Por el planeta entero fluyen libremente los capitales pero también seres humanos: emigrantes, exiliados, refugiados; vagabundos circulan, como nunca antes, de un extremo al otro; unos hacia algo que anhelan, otros huyendo de algo que temen.

Nadie puede eludir o resistir –aislándose, encerrándose– a la globalización. Los individuos que van y vienen son sujetos claros de ese fenómeno pero lo son, asimismo, los seres solitarios y sedentarios.

La globalización los cerca cuando penetra en su interioridad, en la intimidad de sus anónimos domicilios; está presente en la computadora, en Internet, en el correo electrónico, en la televisión por cable, y si bien esos servicios, en un acto de resistencia, pueden evitarse, más difícil es eludir otros productos imprescindibles como los medicamentos, que provienen de distintas partes del mundo.

La globalización ha trastocado hasta la percepción del tiempo y del espacio. El aquí y el ahora sufre dos rupturas: en el espacio por la conexión que tenemos con los lugares más lejanos y en el tiempo por la instantaneidad de las comunicaciones. Es verdad que en el mundo globalizado existen agujeros negros donde comunidades enteras apenas son rozadas por la globalización o sólo conocen sus consecuencias negativas por los que se encierran en particularismos culturales, etnias, religiones, tribus, sectas, que provocan luchas sangrientas, tal como ocurre en el Africa negra, en Medio Oriente y aun en los márgenes de Europa, en los Balcanes. Y en algunos países de América Latina. En algunos casos se llega al absurdo de usar los instrumentos más sofisticados de la alta tecnología al servicio de ideologías teocráticas e irracionales, tal el caso del terrorismo fundamentalista islámico.

Esto muestra que, a medida que las tendencias globalizadoras se afianzan, provocan como reacción un resurgimiento de las formas retardatarias que sólo expresan la desesperación de lo que está destinado a morir. Las deficiencias de la globalización se deben a que es sólo parcial y unilateral, porque su principal escenario es el de las áreas científica y técnica a las que se han adaptado muy bien la economía y las finanzas. En cambio el ámbito de lo político ha quedado afuera de su influjo al seguir en manos de los Estados nacionales encerrados en sus fronteras y, por lo tanto, impotentes frente a fuerzas mundiales.

Este desequilibrio señala el límite de la gobalización, porque ni la tecnología ni el mercado pueden resolver los problemas sociales, ni la política cercada por el orden nacional puede garantizar la estabilidad económica ni poner freno a los peligros de una tecnología sin control. Las organizaciones internacionales como la ONU, por otra parte, representan ante todo los intereses particulares y con frecuencia contradictorios de cada uno de sus miembros, también Estados nacionales. Sin embargo, la Carta de las Naciones Unidas apunta hacia una nueva fuente del derecho, efectiva en una escala mundial y en ese sentido es un antecedente insoslayable en el paso de lo internacional a lo transnacional.

Los grandes males que aquejan a la humanidad no son, como pretenden los antiglobalizadores, causados por la globalización: vienen de antes, y a lo sumo la globalización ha contribuido a profundizarlos; pero, en cambio, su solución no puede ser sino global.

*- El deterioro atmosférico,
*- peligro nuclear,
*- la crisis energética,
*- escasez de agua,
*- explosión demográfica,
*- las epidemias como el sida,
*- el narcotráfico,
*- el tráfico de armas,
*- las mafias,
*- la inseguridad,
*- Terrorismo nacional e Internacional
*- el desempleo,
*- el “nuevo” trabajo de esclavitud global encubierto,
*- la violación de los derechos humanos,
*- las guerras y la invasión militar,
*- el militarismo,
*- la xenofobia (neo-fascismo y neo-nazis ),
*- la pobreza,
*- el hambre,
*- la miseria,
*- la explotación inhumana,
*- la exclusión social,
*- el tráfico de seres humanos como esclavos
*- y otros cientos más ……etc.

Los políticos locales y los Estados nacionales, aun los más poderosos, están incapacitados para encontrar una solución y esa impotencia los vuelve cada vez menos confiables para la sociedad civil. Aquellos que, en busca de remedios, apelan a los viejos esquemas del nacionalismo económico en nombre de la defensa de una supuesta soberanía están fuera del tiempo, destinados a quedar al margen de la historia, girando en el vacío.

Una Alternativa, hasta hoy viable, es una nueva forma de organizaciones mundiales transnacionales ¿Qué? podrá en el futuro erradicar los problemas de los que adolece el planeta. Los gérmenes de ese orden mundial, vistos desde los países “centrales” altamente desarrollados y “fuerte” – representativa y legitimada - democracia liberal – cargado de “europeísmo” - se observan en la Unión Europea así como también en instituciones más incipientes como el Tribunal Penal Internacional que, con todas sus limitaciones, representan intentos de constituir una sociedad global. Una hipotética Unión Sudamericana - UNASUR - representa la gran y segura alternativa de integración, podría ser un paso en ese sentido,- también el ALBA y el BANCO del SUR es otra propuesta en el camino del SOCIALISMO DEL SIGLO XXI- siempre que no se quede en la mera alianza comercial como lo es el declinante Mercosur.

Nuestro tiempo, como todos los períodos de transición, está plagado de contradicciones, incertidumbres y riesgo, que engendran temor ante el futuro, nostalgia por un pasado idealizado, añoranza de un paraíso perdido que nunca existió. Sin embargo, “el mundo global ofrece enormes posibilidades gracias a la tecnología de avanzada y a los nuevos hábitos que permiten un conocimiento, una libertad como nunca se había conocido, para un sector muy reducido – no más del 10% de la población mundial- como son los grupos y clases de Poder Transnacional. Es preciso, pues, darse cuenta de que para lograr un cambio profundo en lo social, político y cultural es imprescindible un desarrollo democrático y racional del proceso de globalización, - acaso no como alternativa la conducción Política de la globalización dentro del proceso global de fortalecimiento de los Estado-nación - que, de no realizarse, llevará a la humanidad a nuevos tiempos oscuros.

2.*- Estamos Ingresando a la Fase Final de la globalización ?.
Para comenzar, con el permiso de los partidarios de la corriente ultraliberal, deseamos aclarar que el término “globalización” no es sino un eufemismo que ha servido fundamentalmente para disfrazar y justificar, durante las últimas tres décadas, una apertura comercial, quasi unilateral, por parte de los países hasta hace pocos años denominados del tercer mundo. En efecto, con base a los postulados del Consenso de Washington, impuestos por los principales organismos a vocación multilateral, tales como el Banco Mundial, el FMI y el BID, buena parte de los países original y genéricamente conocidos como sub-desarrollados o del tercer mundo, luego denominados en vía de desarrollo - PVD – y finalmente emergentes, se han visto obligados, en mayor o menor grado, a reducir sus aranceles y otras barreras para facilitar el ingreso de productos provenientes de los países industrializados. Esa apertura propició simultáneamente la entrada de inversiones directas extranjeras – IDE – pero también la muy peligrosa, por su volatilidad, de capitales simplemente especulativos o “golondrina”.
Esa apertura no fue correspondida por los países “ricos” los cuales mantuvieron, a través de tecnicismos, argucias o sencillamente de manera abiertamente arbitraria en algunos casos, restricciones que impidieron, directa o indirectamente, la importación de los pocos servicios y productos, agrícolas en su mayoría, proveniente de los países “pobres”. Ejemplo de ello, lo constituye el persistente mantenimiento de los subsidios cuantiosos otorgados por la UE y los EE.UU. a sus agricultores. Esta política, además de obstaculizar la entrada de productos foráneos a sus mercados, permite el ingreso competitivo de sus propios productos, fuertemente subsidiados, en los mercados de sus “socios comerciales”.
Otra evidencia del comportamiento anteriormente referido, la constituye la decisión del presidente G.W. Bush contraria a lo establecido por el Gatt/OMC, al imponer un arancel de 35% AD-VAL, por dos años consecutivos, sobre todo el acero importado, lo cual ha sido suspendido sólo recientemente. Una evaluación imparcial, objetiva, sobre la “globalización” que abarca el período de 30 años ya citado, arroja resultados insatisfactorios. De esta afirmación se substrae un reducido grupo de países circunscrito al área del sureste asiático - Japón, Taiwán, Sur-Corea, Hong Kong. En efecto, en consideración de elementos geopolíticos fuertemente determinantes que distorsionan el análisis de sus resultados, estos países han sido beneficiarios de un tratamiento especial, caracterizado por condiciones inusualmente flexibles, concedido por los EE.UU.
Actualmente, estamos en presencia de otro elemento, relativamente novedoso, que parecería influir en el posible abandono parcial de la corriente “globalizadora”, por parte de algunos países desarrollados tales como Italia y los propios EE.UU. Se trata de la fuerte y masiva competencia, probablemente insospechada o, cuando menos, subestimada hasta hace pocos años, que China y, todavía en menor grado, India están ejerciendo en los propios mercados de esos países y que, con mayor razón, le permite desplazar, en forma rápidamente creciente, a sus competidores occidentales en el ámbito internacional. Nos referimos a ciertas manufacturas derivadas de la industria automotriz, textil, papelera y del cuero, así como a servicios y productos de la informática en general. En vista de ello, los empresarios italianos, junto con sus símiles europeos, están clamando, ante la UE en Bruselas, por la aplicación de medidas proteccionistas. El gobierno de los EE.UU., por su parte, acaba de penalizar con aranceles de 10.9% y 20.4% a dos tipos de papel provenientes de China. Esta medida se basó en la suposición que este país, además de mantener un yuan artificialmente subvaluado, estaría exportando a precios de “dumping”.
Tanto esta medida como la protección solicitada por algunos industriales europeos, contravienen abiertamente lo contemplado en la materia por la OMC, organización de la cual China es miembro con plenos derechos y deberes. A este punto, es interesante destacar que en 2006 el déficit comercial de los EE.UU. fue de aproximadamente US$ 900 millardos, es decir, casi 7% de su PIB. De esa suma, la porción atribuible a China asciende a US$ 232.5 millardos. Italia, por su lado, cuyas empresas textiles y del cuero siguen figurando entre las de mayor generación de exportaciones, no está viendo crecer su economía desde hace cuatro años, lo cual contribuye a la creciente pérdida de competitividad de sus manufacturas. Como resultado de esto último, en 2006 ese país sufrió un déficit comercial cercano a US$ 40 millardos, equivalente al 1.8% del PIB. El caso de Francia es similar al de Italia, mientras que el de España refleja un déficit en cuenta corriente – bienes y servicios básicamente - que el año pasado superó la impresionante suma de US$ 100 millardos, es decir, cerca del 8% de su PIB.
Todo este panorama se complica aún más si consideramos que China, a pesar de la reticencia existente en reconocerlo, además de ser actualmente el país que, al haber ya superado US$ 1.1 billón métrico, posee más de la quinta parte de todas las reservas mundiales en esa moneda, se ha convertido también en la segunda economía del planeta. En efecto, el valor agregado de sus bienes y servicios para 2006, en términos “ppc”, es decir, ajustado a la paridad de poder de compra, superó los US$ 8.8 billones métricos. A efectos de comparación y sobre las mismas bases, el PIB de EE.UU. y el de Japón fue de US$ 12.3 billones y US$ 4.1 billones respectivamente. Si, por otra parte, analizamos la situación actual del conjunto de 27 países que conforman la UE, descubrimos grandes divergencias en su seno. Aún admitiendo que su promedio de crecimiento, en 2007, podrá superar el de los EE.UU. que ha venido cayendo, desde los años 90, de cerca de 3.5% a poco más de 2% en la actualidad, lejos de representar el resultado de un despegue homogéneo y coordinado, ese nuevo impulso amenaza con aumentar las brechas existentes entre tres grupos de países.
En efecto, por un lado consideramos el resultado obtenido, en 2006, por las naciones menos industrializadas de la UE las cuales, en parte debido al efecto “rattrapage”, promediaron un crecimiento superior al 6%, habiéndose observado un sólido 10% en la región báltica. Por otro lado, el de los países que, como España y Alemania, al haber emprendido un proceso de reforma de sus estructuras económico-sociales, su PIB alcanzó cerca del 3%. Por último, el resultado decepcionante de los países reticentes a reformarse, como Francia e Italia, cuyas economías tienden al estancamiento. A este respecto, se observa que el escaso crecimiento francés del 2006, inferior al 2%, no se ha verificado gracias al sector productivo sino al aumento del consumo, inducido por el creciente gasto público y por ende de la deuda del Estado, la cual supera ya el 68% del PIB. En general, en varios países de la UE existe una preocupación creciente, a nivel político y sindical, como resultado del proceso de “localización” de algunas empresas ocurrido en los últimos años. Este lento pero progresivo proceso de desindustrialización está generando desempleo en países como Bélgica, Francia e Italia, beneficiando economías centroeuropeas y asiáticas – China e India principalmente – donde el costo de la mano de obra es mucho menor. Así tenemos, por ejemplo, que la Volkswagen, hace pocos meses, decidió ampliar de 800.000 a 1.800.000 unidades su producción anual en China, mientras procedía al cierre de su planta belga, originando con ello el despido de sus 14.000 empleados. Varios casos similares se han observado también en Francia e Italia, pese al desempleo estructural ya existente, el cual se acerca al 9% de su población activa. Otros nuevos elementos, aún más preocupantes, han aparecido muy recientemente en el sector automotriz y del acero, en los cuales China e India han comenzado a incursionar en diferentes mercados europeos y lo intentarán próximamente en el norteamericano.
En resumen, creemos que lo ocurrido durante los últimos años, así como los diferentes eventos antes señalados, constituyen elementos suficientemente sólidos que nos permiten vislumbrar la posible futura adopción, en un número creciente de países industrializados, de medidas y políticas cada vez más severas, claramente proteccionistas y restrictivas al comercio internacional. Al mismo tiempo, no habría que sorprenderse si, paradójicamente, estos mismos países continuaran a predicar, e incluso a ejercer la presión acostumbrada, aplicando una vez más la “ley del embudo”, sobre las economías emergentes y las de menor desarrollo económico relativo, con la finalidad de que éstas eviten instrumentar las correspondientes e inevitables acciones retaliativas. Eso, sin duda, marcaría el comienzo de un rápido proceso que, más temprano que tarde, determinaría el final del que, por los motivos anteriormente expuestos, se ha erróneamente denominado como de globalización. Esa es una razón más para que todos los países de América latina, dejando de un lado todo planteamiento ideológico dogmático, populista, trasnochado, apuren pragmáticamente el paso tendente a lograr, en el tiempo más breve posible, una verdadera y sólida integración económica. Todo ello, sin dejar de mantener y fortalecer las relaciones comerciales con todo el resto del mundo, tanto industrializado como en vía de desarrollo.
3.*-Se amplía la brecha entre Ricos y Pobres. “ Neo-proletarios “.
La globalización económica deteriora los salarios y los ‘mileuristas’ imitan a una clase media en retroceso ¿Se muere la clase media? En opinión de dos expertos analistas económicos eso es lo que está sucediendo actualmente, sobre todo en las grandes ciudades, mientras se abren camino los ‘neo-proletarios’ en una nueva sociedad del ‘low cost’.

Al mismo tiempo, los sueldos pierden poder adquisitivo. La culpa es de la globalización económica, admite el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya que deteriora los salarios y abre aún más la brecha entre pobres y ricos.

Con su libro El fin de la clase media, Massimo Gaggi, subdirector del Corriere della Sera y experto en las consecuencias socioeconómicas y políticas de la globalización, junto a Edoardo Narduzzi, autor de numerosas obras sobre los efectos de la innovación y las nuevas tecnologías en la sociedad y la economía, muestran la emergencia de unas masas neoproletarias que sobreviven gracias a bienes y servicios de bajo coste.

Son ‘mileuristas’ que imitan a una clase media en franco retroceso, afirman Gaggi y Narduzzi. A costa de unos niveles de endeudamiento familiar fuera de toda lógica, el mimetismo se consigue gracias a empresas como Ikea, Ryanair, Easy Yet, Zara, Wal-Mart y otras avispadas industrias que permiten una simulación social propia de la antigua pequeña burguesía.

Vaticinio cumplido

Tal como explican los dos expertos, el economista Neal Rosenthal intuyó en 1985 la posibilidad de una nueva polarización social que comprometería la existencia de la clase media tal como es conocida en la actualidad. La brecha entre ricos y pobres se ampliaría gracias al nacimiento de una masa más o menos uniforme de neo-proletarios que disimularían su condición imitando los patrones de consumo de la clase media.

Al mismo tiempo, otra masa nada desdeñable de nuevos ricos se sumaría a los ya existentes. Como atestiguan en su libro Gaggi y Narduzzi, entre ambos extremos, la nada. El vaticinio de Rosenthal se ha hecho realidad, dicen. La velocidad con que se ha producido el cambio obedece a diversas variables, pero, sin duda, la consolidación en un corto margen de tiempo de los bienes y servicios de bajo coste ha favorecido la implantación de esa sociedad del ‘low cost’, añaden.

Se puede volar a precios irrisorios por todo el mundo (Ryanair); realizar cruceros de bajo coste (Easy Yet); comprar ropa de diseño y calidad aceptable a buen precio (Zara); adquirir muebles con un cierto estilo por poco dinero (Ikea); o comprar comida y electrodomésticos casi a precio de coste (Wal-Mart), entre otras posibilidades, concluyen los expertos.
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