martes, 17 de marzo de 2009

EINSTEIN Y EL CAMBIO SOCIAL. “No puede resolverse un problema pensando de la misma forma que cuando fue creado”,

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El poder establecido (y promotor directo, con intereses ocultos, de la crisis) dice andar ocupado en diseñar las soluciones de este nuevo virus del capitalismo; mientras, los llamados sectores progresistas pronostican la caída del sistema.



EINSTEN Y EL CAMBIO SOCIAL.

Sábado 14 de marzo del 2009.

Edgar Borges.. Especial para ARGENPRESS.CULTURAL.



Deberíamos aprovechar esta crisis que nos inventaron (o nos impusieron) para estudiar en profundidad -y a nivel colectivo- el pensamiento del físico Albert Einstein aplicado a la transformación social. Su ideología es estudiable desde cualquier perspectiva sencilla, cotidiana, individual o comunitaria.
No puede resolverse un problema pensando de la misma forma que cuando fue creado”, dijo Albert Einstein. Y es desde esa reflexión que me parece oportuno expandir el estudio del pensamiento social del científico más importante del siglo XX. Esta (repentina) crisis global que amenaza el final de la primera década del nuevo milenio es analizada (mediáticamente) desde dos ángulos. El poder establecido (y promotor directo, con intereses ocultos, de la crisis) dice andar ocupado en diseñar las soluciones de este nuevo virus del capitalismo; mientras, los llamados sectores progresistas pronostican la caída del sistema. Es posible que Einstein (atreviéndome a la suposición) se hubiese sonreído (o sacado la legua como aparece en una famosa foto) ante las dos consideraciones.


El creador de la teoría de la relatividad pensaba que la única crisis existente era la de la incompetencia. Y también decía que la educación mundial era mediocre porque se basaba en el aprendizaje por repetición y no por imaginación. En su conocido (y muy presente) artículo “¿Por qué el socialismo?” puso las palabras en su justo lugar para hablar de la “anarquía económica de la sociedad capitalista”. Y en esa anarquía andamos: divididos, desconfiados, comiéndonos los unos a los otros. El esquema global (psicológicamente construido) nos ubica –una y otra vez- en el lugar de la carrera que a sus coordinadores les conviene. Y corremos a paso nervioso; o no corremos y entregamos la memoria (y la voluntad), según lo dicte la competencia. Albert Einstein creía que cada ser humano debía encontrar el camino hacia una determinada verdad, sin limitaciones mentales, sin dogmas.


Y esto lo reafirmaba –con especial interés- cuando hablaba de ciencia o de religión. Sobre este último tema escribió que “en su lucha por el bien ético, las personas religiosas deberían renunciar a la fuente del miedo y la esperanza, que en el pasado puso un gran poder en manos de los sacerdotes. En su labor, deben apoyarse en aquellas fuerzas que son capaces de cultivar el bien, la verdad y la belleza en la misma humanidad. Esto es de seguro, una tarea más difícil pero incomparablemente más meritoria y admirable… Mi religión consiste en una humilde admiración del limitado espíritu superior que se revela en los más pequeños detalles que podemos percibir con nuestra frágil y débil mente…” Para el científico la curiosidad por el misterio era el único intermediario confiable entre el ser humano y el universo. Y dijo que “la más bella y profunda emoción que nos es dado a sentir es la sensación de lo místico. Ella es la que genera toda la verdadera ciencia. El hombre que desconoce esa emoción, que es incapaz de maravillarse y sentir el encanto y el asombro, está prácticamente muerto.”
En su tiempo (1879 -1955) a Einstein se le profesó una admiración similar a la que hoy se le muestra a los líderes del fútbol (cuando meten goles). Los medios de información celebraron tanto su Teoría General de la Relatividad como su Teoría de la Relatividad Especial; difícil será que algún político (actual) del planeta no reconozca (como lo hicieron otros en su momento) la genialidad del físico. No obstante, como siempre, el esquema promueve los mitos y congela las ideas. Vivimos un momento estelar para descongelar las ideas de Albert Einstein.


El siglo XXI no puede ser un cascarón vacío, pero su contenido tampoco lo puede ofrecer un formato de poder que (desde tiempos lejanos) ha subestimado (a conveniencia) a los millones de individuos del mundo. En este instante (de desgaste conceptual) es necesario abrirle espacio público a nuevas formas de pensamiento, como por ejemplo las que se puedan brindar desde la ciencia o el arte. Junto a las matemáticas los niños tendrían derecho a disfrutar de las ideas de Albert Einstein. Útil (para la vida) será la educación cuando la tarea que los maestros le soliciten a los niños sea (por ejemplo) investigar (con paradoja incluida, como lo hacía Einstein) por qué el entendimiento de la física nos permite comprender (y compartir) el espacio donde vivimos.
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