viernes, 4 de junio de 2010

El divorcio entre el poder y el ciudadano.

&&&&&
Si uno se pone a pensar qué es la política, qué es el poder y qué clase de conciencia han de tener necesariamente quienes participan del poder político, no tiene más remedio que, una de dos, o no reflexionar sobre lo que hacen o dicen los políticos del mundo u organizar rápidamente barricadas permanentes.
/////


El divorcio entre el poder y el ciudadano.
*****
Jueves 3 de junio del 2010.

Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)

Este divorcio es radical aunque sea subliminal. Se produce, pero nos dicen que la política -esa en todo caso que quieren hacer los políticos- es la guerra por otros medios. Bien estaría si nos insistiesen todos los días con esta idea de que se hace política para no hacer la guerra, como nos bombardean con las incesantes contradicciones, incoherencias, provocaciones y disensiones a que nos somete la clase política; sea de la posicionada frente a los gobiernos como la que pertenece a los gobiernos.

Todo el argumentario que se difunde por el mundo para hacernos pensar que los gobiernos y los políticos actúan por y para el bien nuestro y de la humanidad, no es más que una patraña rendida a la fuerza, a las fuerzas y a la violencia de las armas aun mudas.

Y es un problema de momento insoluble. Tan insoluble como extirpar la guerra de la sociedad humana. Parece -pero no es seguro- que lo llevamos en los genes. Pero si afirmamos que es “inevitable” la política, den una vuelta de tuerca los políticos para aproximarse a los ciudadanos. Pues ya es hora de reconocer entre todos que también es imposible el entendimiento entre los gobiernos de las naciones -en definitiva el Poder- y los ciudadanos comunes, ya que el sentido "común" y el sentido ético de los políticos está demasiado lejos del sentido común y ético del hombre de la calle.

Los servicios de inteligencia (“cias”, “cesides” y demás) están teóricamente al servicio de los Estados y al final de cada gobierno. Y los servicios de inteligencia realizan acciones horribles secretas que los gobiernos y los gobernantes auspician, protegen y promueven. La venta de armas, por ejemplo, independientemente de las relaciones buenas o malas que oficialmente mantenga el gobierno de turno con el país que las compra, es uno de los actos abominables realizados desde el poder que mayores náuseas producen. Si uno se pone a pensar qué es la política, qué es el poder y qué clase de conciencia han de tener necesariamente quienes participan del poder político, no tiene más remedio que, una de dos, o no reflexionar sobre lo que hacen o dicen los políticos del mundo u organizar rápidamente barricadas permanentes.

No hay posibilidades de que el ciudadano bien pensante, con una normal conciencia social acepte todo eso sin haber sobornado antes su propia conciencia individual...

Si nos fijamos en el nacimiento del Consejo de Seguridad, por ejemplo, veremos que nace de la razón de la fuerza, es decir, de la victoria en la segunda guerra mundial. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, conformado por 15 naciones, 5 permanentes y 10 temporales, es el organismo de las Naciones Unidas supuestamente encargado de mantener la paz y seguridad entre las naciones. El Consejo de Seguridad (que para comprometer más la imparcialidad tiene su sede en Nueva York) puede tomar decisiones (conocidas como "resoluciones") y obligar a los miembros de la ONU a cumplirlas, de acuerdo a lo estipulado en la Carta de las Naciones Unidas.

Pues bien, el Consejo de Seguridad discrimina entre el peligro que, según él, representa la bomba atómica en manos de Irán, por ejemplo, y la misma bomba en manos de Israel. Por ello ha sometido a Irán a sanciones económicas y le amenaza ahora con el empleo de la fuerza si no desiste de su fabricación. Irán niega que el enriquecimiento de uranio que realiza tenga la finalidad de fabricarla, sino para otros usos energéticos. Pero es probable que la esté fabricando. Y hará muy bien. Sobre todo después del fiasco que sufrió el mundo y principalmente el país en cuestión, cuando Afganistán fue atacado, invadido y ocupado por la “Comunidad Internacional” en 2001, y tan fácilmente a consecuencia de su debilidad, y luego Irak, en 2003, sufriendo la misma suerte al ser atacado, invadido y ocupado por Estados Unidos a causa de la misma debilidad armada.

El caso es que Irán no posee la bomba atómica -supuestamente todavía-, pero Israel, por el contrario, es de mundial conocimiento que tiene la friolera de 700 cabezas nucleares. El Consejo de Seguridad pudiera entenderse como un supervigilante del mundo si fuera “equitativo” y no permitiese que ningún otro país, aparte de los cinco miembros permanentes, se dotase de armamento atómico. Pero permitírselo a unos países que no son miembros del mismo y a otros no, equivale a atizar la confrontación y reducirlo todo al absurdo. Que Israel se arrogue el derecho a tener armamento atómico y el consejo de Seguridad niegue ese mismo derecho a Irán, es una provocación y un insulto a la inteligencia común de los ciudadanos del mundo. Pues, ¿puede el ciudadano común entender y aceptar sin rechistar semejante arbitrariedad? ¿Será porque el sentido común y ético a que me refería, aprendido, mutas mutandis, en las escuelas y en las universidades, nada tiene que ver con el sentido que niega el otro quien se dedica a la política, y por ende al periodismo, si quieren prosperar en su carrera? Eso me temo.

Al final, lo único que entiende el ciudadano es que lo que hay detrás de tanta palabrería y de tan crispado razonamiento por parte de los políticos y de los periodistas del mundo (los verdaderos protagonistas de la sociedad mundial) no hay más que posicionamientos a favor o en contra de una cultura frente a otra cultura, de una moral frente a otra moral, de una religión frente a otra religión, de una filosofía frente a otra filosofía. A la postre, a favor o en contra de quien posee armamento potencialmente más “eficaz”, y en último término más fuerza bruta.Nos hemos pasado la vida y la historia de la humanidad en Babia, en el limbo, en la estratosfera. Salvo algunos penetrantes pensadores repartidos por el mundo que estuvieron al tanto de lo que se ventilaba en el concierto o desconcierto de los países, el pueblo, los pueblos, no alcanzaban a comprender las cosas que sucedían, pero tampoco lo intentaban.

En general se limitaban a sobrevivir. Pero en el siglo XXI, cuando la luz del entendimiento extenso reina en toda la sociedad judeocristiana, y la luz del entendimiento de la que no lo es consiste en desistir del entendimiento más allá de lo inmediato, lo menos que podrían hacer políticos y periodistas es no tomar por tonta a la ciudadanía mundial y no empeñarse cada día, en periódicos, radios y televisiones en envolver en toneladas de verbalización como razón pura, lo que no es más que charlatanería al servicio de la pura fuerza.
*****

No hay comentarios: