martes, 30 de noviembre de 2010

DESIGUALDAD, COHESIÓN SOCIAL Y GOBERNABILIDAD. “Nuevo” escenario de pobreza, exclusión y conflictos sociales.

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Las Inversiones en el Perú no crean Nuevas Empresas. Lo dice con suma claridad Michael Porter: "...al Perú no vienen inversiones para crear nuevas empresas, sino para comprar negocios ya existentes. La inversión extranjera debería estar construyendo nuevas fábricas, creando nuevas tecnologías y experiencias, pero eso no está sucediendo, lo cual es un signo peligroso porque significa que los inversionistas extranjeros que quieran construir fábricas NO ESTAN PENSANDO EN EL PERÚ.
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Ello obedece a nuestra baja productividad, competitividad y un entorno no muy favorable para hacer negocios. Esto tiene que ver con la pésima educación, mal sistema de salud, deficiente infraestructura física, la preocupante desigualdad social, alto nivel de corrupción y alto grado de informalidad. Sobre todo corrupción. Además, manifestó que el débil sistema legal, la estabilidad política, la falta de eficacia de los derechos de propiedad y la excesiva burocracia para el sector privado juegan en contra nuestra...
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DESIGUALDAD, COHESIÓN SOCIAL Y GOBERNABILIDAD.
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“Nuevo” escenario de pobreza, exclusión y conflictos sociales.

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Roberto Sansón Mizrahi.

Un País para Todos. Noviembre 29, 2010.

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Tomado de Vikio. Gobernabilidad.

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La desigualdad implica que los esfuerzos, las cargas y los resultados no se distribuyen por igual al interior de una sociedad. Hay grupos o sectores que, a pesar de concentrar una alta proporción de los resultados de la actividad económica, no asumen su cuota de responsabilidad desplazando hacia otros los costos que les corresponden asumir. Esto no se hace abiertamente sino a través de sutiles mecanismos más difíciles de percibir por el ciudadano de a pie; como ser, vía alteración en su favor de precios relativos por la posición dominante que ciertos actores detentan en el mercado o porque sus productos flotan mejor que otros con la inflación; vía asignación regresiva del gasto público; vía mayor acceso al crédito institucional; vía sistema impositivo regresivo; vía accediendo a una mejor salud y educación; vía discrecionalidad en la obtención de contratos de obra pública; vía pagando menos impuestos que los que corresponden a través de subfacturar exportaciones o sobrefacturar importaciones a sus empresas vinculadas situadas en el exterior; vía disponer de información privilegiada para aprovechar oportunidades económicas por su cercanía o pertenencia a redes sociales influyentes y los contactos que de allí se derivan.
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Esta situación de desigualdad social genera privilegios y postergaciones, niveles de vida diametralmente diferentes en el seno de una misma sociedad y, con ello, resentimientos y recelos. Al intentar aminorar las diferencias y no conseguirlo por la resistencia de quienes no están dispuestos a resignar excedentes, se agudizan las pugnas entre grupos e individuos afectando la cohesión social, lo que hace más difícil lograr acuerdos de cooperación entre sectores. Es que no se puede convocar a compartir esfuerzos sin asegurar que los resultados serán distribuidos con justicia. Al primar la desigualdad se generan condiciones de inseguridad e inestabilidad social aún en países y localidades afluentes. Ocurre que no sólo indigna la pobreza y la indigencia sino también las irritantes diferencias de niveles de vida y de acceso a los bienes y servicios ofrecidos en las sociedades contemporáneas.
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Desigualdad y Desarrollo Científico Tecnológico.
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El desarrollo científico y tecnológico constituye una de las más poderosas palancas del crecimiento contemporáneo. Es que sus descubrimientos, las innovaciones que induce y las aplicaciones que posibilita van expandiendo permanentemente el ámbito y el alcance de las oportunidades de mercado. La “industria” científica y tecnológica, que financia buena parte del desarrollo de la ciencia básica y del conocimiento aplicable, orienta su interés hacia aquellas áreas del conocimiento y de la tecnología que le generan mejores retornos económicos; en ese sentido sigue a los mercados en busca de rentabilidades. De este modo, la concentración de ingresos y activos y sus efectos sobre la segmentación de la demanda efectiva, así como sobre la composición del aparato productivo, también condicionan el rumbo y la naturaleza del desarrollo científico y tecnológico, muchas veces alejado o ignorando las necesidades sociales y ambientales más significativas.
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Esto, por cierto, no es generalizable porque hay infinidad de científicos e investigadores que desarrollan sus actividades guiados por otras motivaciones que las de maximizar ingresos y rentabilidades. Sin embargo, suelen trabajar en condiciones muchísimo menos holgadas que aquellos contratados por la “industria” científica y tecnológica con lo cual, de una forma u otra, el tipo de resultados científicos y tecnológicos terminan siendo condicionados y orientados por requerimientos de los mercados concentrados.
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Un crecimiento orgánico orientado por criterios de desarrollo sustentable cambiaría las señales que el sistema económico le plantea al desarrollo científico y tecnológico. Otros requerimientos más en consonancia con las necesidades ambientales y sociales guiarían la investigación y la búsqueda de aplicaciones
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Desigualdad y su efecto sobe el aparato productivo.
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El consumo conspicuo de los sectores afluentes combinado con la imposibilidad de los sectores de bajos ingresos de expresar en el mercado sus necesidades, generan un nivel de demanda que no alcanza a absorber la totalidad de los bienes y servicios que el aparato productivo, siempre en busca de expandirse, estaría en condiciones de producir. El propio mercado e intervenciones de política económica intentan compensar esta brecha pero, si no logra ser resuelta, traba el crecimiento y pueden incluso adquirir dimensión sistémica.
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La demanda segmentada arrastra a buena parte del aparato productivo en la dirección de producir bienes y servicios que satisfagan el afán consumista, con lo que se consagra una cada vez más deficiente asignación social de los recursos disponibles y se genera una capa de empresas que, defendiendo sus intereses, apoyan el proceso concentrador. Por su parte, la menor demanda efectiva de los sectores mayoritarios (pobres, indigentes y los sectores de ingresos medios bajos) limita fuertemente el desarrollo de la base del aparato productivo (pequeños y micro productores) que abastece con sus productos mucho más a las familias de ingresos bajos y medios que a los sectores afluentes.
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De este modo la formación de capital, variable estratégica de un proceso de crecimiento económico, se materializa con mayor vigor en las unidades productivas que sirven a los segmentos más dinámicos del mercado. Con ello se refuerza desde la oferta productiva el círculo vicioso de concentración, rezago y exclusión ya que, mientras se capitalizan ciertas empresas, se esteriliza buena parte del enorme potencial productivo que anida en la base del aparato productivo. Este sector de pequeñas y micro empresas es intensivo en mano de obra de baja y media calificación por lo que, al expandirse, logra absorber importantes segmentos de desocupados y de subocupados. En cambio, cuando queda rezagado se limita su capacidad de mejorar el nivel de ocupación y la distribución del ingreso lo cual afecta la estabilidad social, sustento de la seguridad ciudadana y de la gobernabilidad democrática.
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El impacto de la desigualdad sobre el Desarrollo Económico.
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La desigualdad es uno de varios factores críticos que influyen sobre la marcha de un proceso de desarrollo. Pesan también otros factores como son (i) el nivel educativo y sanitario de la población; (ii) el desarrollo científico y tecnológico; (iii) la competitividad del sistema económico, de sus cadenas de valor, de sus redes productivas y de las unidades económicas que lo conforman; (iv) el cuidado de su medio ambiente; (v) el grado de cohesión social prevaleciente; (vi) la efectividad y transparencia de la gestión pública. Así, las acciones destinadas a abatir la desigualdad no pueden considerarse una condición suficiente para asegurar un desarrollo sustentable y evitar crisis sistémicas pero sí constituyen una condición necesaria, imprescindible.
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Un primer impacto que genera la desigualdad en un sistema económico es que segmenta la demanda agregada: coexisten en un mismo territorio sectores afluentes que practican un consumismo exacerbado junto con sectores medios que, a pesar de su menor ingreso, tienden a emular los patrones de consumo superfluo y, lo más grave, ese tipo y nivel de consumo se materializa al lado de un extendido universo de pobres e indigentes con niveles de vida dramáticamente inferiores sin poder cubrir lo que se considera una subsistencia básica.
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La desigualdad se traduce en los países del Hemisferio Sur en una extendida pobreza pero, en los países afluentes, la desigualdad también se da aún cuando pueda existir una mejora del nivel general de vida del conjunto de la sociedad.
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El irritante consumismo de unos y las carencias de muchos minan la cohesión social, multiplican conflictos, aumentan inseguridad y afectan la gobernabilidad democrática; generan también una cascada de otros efectos económicos y ambientales como, por ejemplo, sobre la composición del aparato productivo, la generación y canalización del ahorro, la orientación del desarrollo científico y tecnológico, la reproducción ampliada de la concentración económica y una irresponsable creciente destrucción del medio ambiente, particularmente de los recursos naturales no renovables.
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Desajustes de un Ajuste Restaurador.
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Enormes déficit fiscales y un descontrolado endeudamiento forzaron a los gobiernos europeos a podar con furor el gasto público para restaurar la “normalidad” de precrisis. Si hubo una dinámica que condujo a la crisis, cualquier solución que aspire a ser efectiva debiera apuntar a transformar esa lógica de funcionamiento; de otro modo, en el mejor de los casos se estaría tan sólo capeando el temporal pero incubando una próxima crisis; en el peor de los casos se estaría contribuyendo a profundizar la crisis. Con ese rumbo el continente podría estar avanzando hacia un monumental error estratégico.
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Es que la “normalidad” de precrisis no sólo generó inestabilidad y enormes costos financieros sino también efectos sistémicos mucho más profundos:
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(a) Instaló una profunda desigualdad entre grupos sociales y países que tiene efectos demoledores sobre el desarrollo sustentable: concentró el ahorro, orientó la inversión hacia la especulación financiera, generó una búsqueda desenfrenada del lucro, provocó un desacople de la oferta agregada respecto a la capacidad de compra de las mayorías, sesgó la demanda hacia un consumismo irresponsable, generó burbujas especulativas, descontrol sistémico y una dura crisis global.
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(b) Mejoró productividades en base a un sostenido desarrollo científico, tecnológico y de gestión corporativa, pero esas mejoras no se extendieron por igual a todos los actores económicos, ni tampoco evitaron causar una fenomenal destrucción ambiental.
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(c) Esterilizó el talento y energía social que anida en vastos sectores poblacionales hoy excluidos o marginados.

(d) Multiplicó y agudizó conflictos que afectaron la estabilidad sistémica y la seguridad colectiva.

Cuando estalla una crisis es cuanto más cohesionada debiera estar la sociedad. Esto por cierto no se logra cuando se impone un tipo de ajuste que golpea con mayor dureza a los más vulnerables. Ajustar el gasto público en medio de la crisis puede agudizar los problemas si sólo se plantea reducirlo en lugar de reestructurarlo para poder crecer. Esta trayectoria augura mayores turbulencias.

Roberto Sansón Mizrahi © copyright Opinión Sur 2010

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