jueves, 3 de febrero de 2011

¿ Globalización o colonialidad global?.. Oficinas para reclutar trabajadores agrarios temporales sin derechos sociales.

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En la mayor parte de los países de centro América, incluyendo México, existen desde años. Oficinas que hoy sirven exclusivamente para "contratar" trabajadores para las actividades agrarias en los Estados Unidos. Todos temporales - unos cuantos meses - sin derechos ni los más elementales, aqui no rige ni menos tiene vigencia la Ley criminal y fascista que prohibe la inmigración. El problema de fondo es que la agricultura transnacional norteamericana necesita con urgencia mano de obra barata y temporal. Cientos, miles de trabajadores son recolectados cada año por unos cuantos meses, con salarios mínimos, y sin derechos laborales y después de ello son expulsados o "retornados" a su país de origen. La explotación del hombre por el hombre, el sometimiento, fuertes manifestaciones de racismo, exclusión social y cultural, colonialidad en su más amplia y extensa dimensión como parte "oscura" pero legalizada de la globalización neoliberal.
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¿ Globalización o colonialidad global?.

Oficinas para reclutar trabajadores agrarios temporales

sin derechos sociales.

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Sobre el programa de trabajadores agrícolas temporales.

Juan Pablo Gómez.

Confidencial. Lunes 1 de febrero del 2011.

Hace algunos días leía en un diario de Guatemala una nota periodística sobre la renovación de un programa de visado a través del cual la población de 53 países, entre los que se encuentra la región centroamericana, puede optar a visados especiales para empleos temporales en Estados Unidos (Prensa Libre 15/01/11). A continuación de leer la nota, me detuve en los comentarios de los lectores. Uno, en particular, recibió mi atención. Me pareció oportuno compartir algunas reflexiones al respecto.

Este programa de visado tiene varios años de vigencia y ha formado parte de las últimas administraciones gubernamentales (Bush, Obama). Básicamente, permite a los empresarios estadounidenses obtener trabajadores y conducirlos a Estados Unidos para ubicarse en puestos temporales de trabajo, sobre todo en el sector agrícola.

El comentario del lector al que he aludido se concentraba en alabar la medida gubernamental y, además, exhortar a que se establecieran en Guatemala-podría ser cualquier otro país de Centroamérica-oficinas que se dedicaran exclusivamente a contactar empresarios norteamericanos e identificar potenciales trabajadores para asegurar las necesidades de las empresas del norte.

Las notas del lector me fueron atrayendo más a medida que lo leía, ya que sus comentarios sobre cómo hacer funcionar estas oficinas empezaban a tomar como ejemplo una poderosa imagen de la historia de Centroamérica en cuanto a asegurar y administrar población trabajadora agrícola se refiere: la finca cafetalera. Situando un espacio económico y político dentro de una hermosa trama familiar, el lector se refería a la finca de sus padres como un ejemplo concreto con capacidad de iluminar lo que deben hacer los países productores de trabajadores para el norte del continente en el presente.

Entre frases anecdóticas aludía a una cantidad insuficiente de colonos que residían en la finca familiar para levantar toda la cosecha de café –lo que nos sugiere una finca de vasta extensión-. Para solucionar el problema de la escasez de trabajadores, los padres del lector convenían con un contratista para reclutar población de Totonicapán, El Quiché o Alta Verapaz (regiones de mayoría de población indígena en Guatemala) para “bajar” a la finca en la temporada de corte de café. La finca les aseguraba a los trabajadores “galeras para vivir”, alimentación-consistente en sal, maíz y frijol según detalla el lector-y, claro está, un pago semanal. Al finalizar la temporada de cosecha, los trabajadores regresaban a sus pueblos y, afirma el lector, “todo bien”.

El proyecto de hacer oficinas para reclutar trabajadores se encuentra anclado en esta trama familiar/nacional. Él lo afirma con estas palabras: “igual sería con los que irían a trabajar al campo o a las fábricas a los Estados Unidos, solo que, creo yo sin vivienda y alimentación, trabajarían tiempo contratado y santiamén”. Su comentario finaliza afirmando, con un tono implícito de escepticismo que revelaba quién podría arruinar su iniciativa, “ojalá entiendan los paisanos este sistema”.

Me parece que este comentario muestra mucho más que una fantasía personal sustentada en una anecdótica y romántica herencia familiar. Revela la manera en que las dinámicas económicas globales producen un relato en que se abren puertas a los trabajadores del sur del planeta. Los gobiernos, tanto de los países receptores, como los productores de trabajadores, muestran esta situación como una oportunidad y alternativa para mejorar las condiciones de vida de la población de países excesivamente pobres. Sin embargo, ocultan la calidad de vida que estas dinámicas globales producen y reproducen: una vida precaria, un apenas vivir, sobrevivencia.

Además, lo exponen como un asunto novedoso en el camino por la humanización de la migración y la colaboración intergubernamental, cuando más bien reproduce un patrón de intercambio y de división internacional del trabajo entre sur y norte que nos conecta directamente con la matriz colonial. El poder colonial racializó la población mundial para, entre otras finalidades, clasificar quién debía ser la población trabajadora mundialmente y qué lugar y función debía ocupar en la dinámica económica predominante.

Allí radica mi fijación con el comentario del lector. Nos propone un marco histórico en el cual ubicar esta situación. El Estado nacional, que tuvo en la finca cafetalera uno de sus principales sustentos económicos, no resolvió la precariedad de vida de la gran mayoría de la población que fue integrada a trabajar en las fincas. A como produjo la historia familiar a la que pertenece el lector, y de la cual no oculta su orgullo, también provocó otra historia, mucho más vasta, de sobrevivencia.

El modelo de trabajo agrícola temporal globalizado tampoco tiene como preocupación una vida digna, sino que su manera de gestionar el trabajo responde a la misma lógica de utilizar y expulsar; exprimir la capacidad de trabajo por algunos meses, y expulsar al trabajador a los mismos niveles de precariedad y angustia que probablemente tenía su vida antes. En medio del discurso que penaliza y criminaliza la migración, se legaliza la movilidad de población trabajadora cuando responde a la lógica de producción global.
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Investigador del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana (IHNCA-UCA).
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