martes, 19 de abril de 2011

La “gran” disyuntiva y paradoja de la globalización neoliberal. De la Aldea Global a la Aldea Local. De la Aldea Local hacia la Aldea Global.

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Sin duda. Es un reconocimiento y la posibilidad de que realmente comiencen a ser considerados iguales en la globalidad. No. Ahora cada pueblo, cada comunidad, al estar conectado con el mundo, también está en la capacidad de ofrecer “lo suyo” lo que le pertenece, lo que ha producido, personal o colectivamente. Este es hoy el proceso cultural del llamado “Desenclave Cultural”, cuando miles y miles de pueblo y comunidades del mundo, ahora también le hacen “competencia” a los “monstros” de la globalización, pero ofreciendo su producto, cargado, lleno de inmensa potencialidad, talento, sensibilidad, creatividad, innovación, trabajo colectivo que recoge las enseñanzas de miles de años que su pueblo o comunidad siguen desarrollando como la forma más simple de ir recreando y enriqueciendo la permanente dinámica de su cultura popular, cultura que hoy constituye el mejor reservorio y patrimonio cultural de la Humanidad.


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La “gran” disyuntiva y paradoja de la globalización neoliberal.



De la Aldea Global a la Aldea Local.


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De la Aldea Local hacia la Aldea Global.


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Pensar Local y Actuar Global. O Actuar Local y Pensar Global.


Frente al imperialismo cultural: El Desenclave Cultural.


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Para nosotros es muy importante, trascendente y decisivo en la coyuntura actual, en el escenario mundial de la crisis sistémica del modelo financiero-especulativo de la globalización neoliberal, y cuando su objetivo central era abarcar y copar todos los ámbitos de la sociedad, a pesar de su complejidad y multiplicidad: lo económico-financiero-comercial, social, político, tecnológico, comunicacional, ciudadanía, sociedad civil, educación, migración, religión, monedas, idioma, industrias culturales, la vida cotidiana, e intentó “sin éxito”, en lo cultural, identidad, comunicación intercultural y hoy presiona e impone en el ámbito medio-ambiental.



Paralelamente se manifestó la pretendida globalización cultural o la occidentalización del mundo, o el imperialismo cultural, o la americanización del globo, emergió en todo el escenario mundial de los territorios, el proceso de respuesta, desde lo local, potenciando valores, cualidades, talentos, trabajo, experiencias, recursos, actitudes, competencias y sinergias colectivas, es el proceso del "Desenclave Cultural", opuesto a la “globalización cultural”. Miles de pueblos y culturas del mundo irrumpen en el escenario mundial con la finalidad de presentar lo suyo, lo nuestro lo que nos pertenece por ancestro, por cultura, por identidad, por tradición. Conocer, Actuar, trabajar en lo Local y después proyectarnos, potenciarnos y a ser competitivos en lo global.



Cada día parece más palpable que el proceso de globalización está limitando la capacidad de los Estados para gobernar la actividad de las personas y las empresas que residen en su territorio. Por mucho que el concepto de naciones soberanas y pertrechadas dentro de sus fronteras sea más bien un mito histórico, es indudable que nunca antes había resultado tan evidente la pequeñez de los países en contraste con el intenso volumen actual de transacciones comerciales y financieras transnacionales, los cambiantes desafíos externos a la seguridad o los incontrolables flujos mundiales de personas, ideas e invenciones. Esta profundización de la interdependencia mundial puede gustar más o menos, pero es una realidad que se acelera y que incide de forma abrumadora en nuestra vida cotidiana.


De hecho, sería casi increíble que mientras ustedes leen este artículo no vista alguna prenda tailandesa, que en esta semana no haya consumido energía de origen iraní, que la última película que vio no fuese norteamericana, sino mexicana, que la máquina fotográfica sea taiwanesa, o el par de zapatos negros que viste sean brasileños, o que vecino de enfrente de casa esté manejando un automóvil alemán, o que la filmadora que tiene en la Universidad sea de origen chino, o el par de lentes que luce sean de producción italiana o el hermoso reloj que tiene no sea suizo, sino producido en Hong Kong, etc.


Tampoco sería inverosímil que en su última visita a internet -en un ordenador con procesador coreano que quizás compró en una cadena alemana en donde tal vez le atendió un dependiente argentino- hubiese reservado un vuelo barato de una compañía irlandesa para pasar un fin de semana en Italia o visitar a alguien cercano que estudia en Inglaterra. Vivimos globalizados, sí, pero lo curioso es que, como esos mismos ejemplos demuestran, los países individuales no han desaparecido en este mundo tan interconectado, sino que, al contrario, los más dinámicos y atractivos tienen ahora nuevas posibilidades para proyectarse más allá de su territorio.


Precisamente, pretendemos ofrecer, por ahora en forma muy concreta y atractiva, un panorama comparado del posicionamiento internacional de los países agregando y ordenando sus resultados en exportaciones, expansión empresarial, capacidad de trasladar tropas a misiones remotas, atracción de trabajadores y visitantes, difusión de la cultura y la ciencia o ayuda al desarrollo. Con los primeros resultados, correspondientes a los últimos datos disponibles en 2010 y a la evolución histórica desde el fin de la Guerra Fría, no sorprende que EE UU se afirme como la gran potencia de la proyección global, especialmente en los campos de lo militar, la ciencia, la investigación y las industrias culturales, - cine, Tv, Redes, sociales comunicativas, Editoriales, Cable, Teléfonos, Celulares, etc - donde se muestra casi sin competencia.


Muy bien situados quedan también los países europeos -Alemania, Francia, Reino Unido e Italia - que se benefician de la relativa competitividad de sus sectores industrial y de servicios, de la vocación internacional de sus gobiernos o, incluso, de su alta calidad de vida. Por distintos motivos, y aunque aún siguen ocupando el «top ten» de la globalización, se observa, en cambio, un lento declive de Japón, y de Rusia, que prácticamente (in)surge en un puesto muy importante en relación a las exportaciones de energía y sus capacidades militares heredadas de la URSS.


Algo más llamativo, considerando la reciente omnipresencia de los llamados países emergentes en los medios y cenáculos políticos, es que economías de gran tamaño y rápido crecimiento como India o Brasil aparecen aún muy poco internacionalizadas, pero el fundamento radica en que aún no han sobrepasado el umbral de desarrollo de una masa crítica interior suficiente que las lleve a traspasar sus fronteras. China, en cambio, que aparece en los primeros lugares del ranking global, parece haber llegado ya a ese momento, pues, además de ser hoy el primer exportador mundial de manufacturas, está empezando a superar a los grandes países europeos en ámbitos distintos al del comercio como, por ejemplo, el impacto internacional de su deporte o, incluso, de su investigación científica.


Los resultados son muy diferentes para otros países Europeos o también emergentes, aún presentan contextos claroscuros. Aunque nuestro país parece estar bien insertado en la globalización y su presencia ha ido creciendo de forma sostenida desde el 2000, se ciernen nubarrones sobre el porvenir que tienen que ver con la crisis global, el mayor potencial de crecimiento en la proyección mundial que atesoran los emergentes – sobre todo por depender ´mayoritariamente del precio internacional de los comodities – minerales en especial - y el mal posicionamiento internacional de nuestro país en varios sectores -el educativo, salud, empleo, salarios, informalidad, corrupción, violencia e inseguridad ciudadana y el tecnológico-innovación-, donde precisamente nos jugamos y apostamos hoy en pleno proceso electoral a la competitividad futura, pero con desarrollo y calidad de vida.


Con demasiada frecuencia, por el pasado aislacionista y el ínfimo nivel de nuestro debate político y mediático, tendemos a considerar que los asuntos mundiales es algo que corresponde determinar a otros y, todo lo más, en una peculiar aplicación del conocido eslogan “pensar global” y “actuar local”, aceptamos resignadamente que las cuestiones globales nos conciernen, pero, como vienen ya predeterminadas, no merece la pena esforzarse en actuar sobre ellas y es mejor seguir haciéndolo sólo en nuestro pequeño ámbito territorial, pero con proyección global y trabajando por construir lo fundamental, para asegurar el derecho al futuro.


Sin embargo, como se ha visto, la globalización sí que tiene autoría. Son los grandes proyectos privados, los poderes públicos con mentalidad estratégica y las ideas innovadoras las que la moldean. Si nos atrevemos a invertir la frase y pensamos en nuestra capacidad para actuar global pensando mejor nuestro entorno local -lo que incluye representantes preocupados por internacionalizar las universidades, atraer talentos, apoyar la salida al exterior de las empresas, difundir la cultura o cooperar al desarrollo y contribuir a la estabilidad- habremos empezado a subirnos, junto a otros muchos, al puente de mando de un proceso que equivocadamente creíamos del todo ingobernable.


De la aldea global a la aldea local. De la aldea local hacia la aldea global.


Frente al imperialismo cultural: “El Desenclave Cultural”.


Aldea global es un término posiblemente acuñado por el filósofo canadiense Marshall McLuhan como expresión de la exponencialmente creciente interconectividad humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación. En lo cultural, esa globalización tuvo un fuerte impacto y tomó de las “aldeas” pequeños fragmentos para unificarlos en un solo mensaje. Sirvió especialmente para la publicidad y la imposición de marcas, que dejaron de ser locales para convertirse en mundiales, con fragmentos de cada una. Así, se venden desde jeans a autos con una imagen que es mezcla de todo. Que las netbooks o el internet lleguen a las aldeas Quechuas, Aimaras, Guaraníes, es una globalización al revés. Es la primera vez que se ofrece en pie de igualdad un producto tecnológico a las comunidades originarias para que puedan contar con una herramienta de conocimiento y actualización global en sus aldeas. “Agradezco las computadoras, pero creo que nos las merecemos”, dijo el alumno de la comunidad originaria Asháninca.


Sin dudas. Es un reconocimiento y la posibilidad de que realmente comiencen a ser considerados iguales en la globalidad. No. Ahora cada pueblo, cada comunidad, al estar conectado con el mundo, también está en la capacidad de ofrecer “lo suyo” lo que le pertenece, lo que ha producido, personal o colectivamente. Este es hoy el proceso cultural del llamado “Desenclave Cultural”, cuando miles y miles de pueblo y comunidades del mundo, ahora también le hacen “competencia” a los “monstros” de la globalización, pero ofreciendo su producto, cargado, lleno de inmensa potencialidad, talento, sensibilidad, creatividad, innovación, trabajo colectivo que recoge las enseñanzas de miles de años que su pueblo o comunidad siguen desarrollando como la forma más simple de ir recreando y enriqueciendo la permanente dinámica de su cultura popular, cultura que hoy constituye el mejor reservorio y patrimonio cultural de la Humanidad.


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