miércoles, 11 de enero de 2012

El liberal Sarkozy aplicará el Tasa Tobin. Francia pondrá en práctica el gran gravamen sin esperar el Consenso de sus Socios Europeos.

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El sistema financiero actual es como un Ferrari que va sin faros por una carretera con curvas por la que nunca ha circulado, a toda velocidad”, dice y retoma la metáfora de Tobin: “La única manera, en mi opinión, de evitar accidentes es poner baches en la carretera, echar un poco de arena en la máquina”. Pero ¿ seguro que la Tobin es la solución?. “La Tasa es potencialmente una buena forma de hacerlo, aunque la implementación es complicada y requiere un acuerdo internacional”, muy difícil. Pero en cualquier caso, “hay que entender que tal tasa no hubiera afectado a las burbujas inmobiliarias y a la crisis el euro que estamos sufriendo” El impuesto a las transacciones financieras o la Tasa Tobin ha sido y es hoy una de las principales banderas de lucha de los movimientos antiglobalización- Precisamente la ATTAC - (Asociación para la Tasación de las Transacciones y Ayuda al Ciudadano), a nivel mundial hoy la presenta no solamente para exigir que todas las transacciones financieras - que actualmente movilizan más de 3 billones diarios de dólares - paguen un impuesto con la finalidad de que los organismos internacionales de lucha contra la pobreza, ONGs, trabajen por mejor educación, mejor calidad de atención en salud, en general mejor calidad de vida, etc. sino que cerca de los 800 mil millones de dólares que se calcula deben tenerse como impuestos cada año sirvan también para Salvar el Planeta, porque la destrucción y contaminación de la Madre Naturaleza avanza a diario, pero los Estados y los Gobiernos liberales y conservadores, con políticas absolutamente muy blandas frente a este nuevo crimen que impone el capitalismo salvaje en su nueva fase la del capitalismo por despojo.


Certámenes internacionales de las instituciones globales, a su turno el FMI, el BM, la OMC, instituciones financieras supranacionales y comerciales, o instituciones de la ONU, sus Acuerdos y Resoluciones como los Objetivos del Milenio - ODM – unos reclaman más impuestos, otros se encargan de oscurecerlos y que desaparezcan en el contexto de las simples discusiones - o las “instituciones” de los propios países capitalistas imperialistas y emergentes como es el G-20 así como instancias académicas mundiales reclaman que frente a las políticas desiguales, asimétricas que genera la globalización neoliberal a nivel mundial – desde hace más de tres décadas, está en el escenario de la lucha de los movimientos anti-globalización, y hoy en el escenario mundial de las calles y plazas, las clases y la lucha de clases, vuelve, hoy el neoliberal gobierno de Francia, que el pago de impuestos muy pequeños como el de la Tasa Tobin – se convierte en gigantescos dado los volúmenes de capital financiero que se mueve en el mundo en forma diaria – propuestas como las del ATTAC o el RBC – la Renta Básica Ciudadana , o actualmente la Renta Básica Social con la finalidad de invertir esos miles de millones de dólares en la lucha contra la pobreza, mejor educación y salud en el mundo. Hoy en el escenario del mundo capitalista en crisis, surge una “nueva” propuesta de generar impuestos a los bancos y en general a todo el movimiento financiero mundial Será una nueva propuesta liberal para poner una cortina de humo social y político y tratar de esconder sí el desastre que hoy está produciendo en mundo capitalista la crisis estructural global. Llegará realmente a funcionar este impuesto a las transacciones financieras y así morigerar, “modernizar” y humanizar el carácter multidimensional de la crisis actual, crisis que definitivamente nos conduce hacia la construcción de la nueva civilización humana.


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Presidente Sarkozy, salió del círculo del Consenso y anunció que Francia llevará a la práctica el Impuesto a las transacciones financieras: la Tasa Tobin.

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El liberal Sarkozy aplicará el Tasa Tobin.


Francia pondrá en práctica el gran gravamen sin esperar el Consenso de sus Socios Europeos.


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Berlín, Londres y Roma se mostraron hostiles al hecho de que París anunciara que tomará una decisión sobre el impuesto
a las transacciones financieras cerca de fines de enero.



Eduardo Febbro


Desde París. Página /12 miércoles 11 de enero del 2012.


El gravamen Tobin sobre las transacciones financieras ha conocido uno de los destinos más paradójicos de los últimos 40 años. Pensado por el economista liberal James Tobin en los años ’70, repudiado por la derecha liberal, defendido por los militantes antiglobalización de todo el planeta durante décadas, principalmente por la ONG ATTAC, bandera del socialismo europeo y tema recurrente en las negociaciones internacionales (G-20, G-7) desde que estalló la crisis en 2008, el gravamen Tobin está a punto de plasmarse gracias a la iniciativa de uno de los presidentes más liberales de la Unión Europea, Nicolas Sarkozy. El presidente francés salió del círculo del consenso y anunció que Francia llevaría a la práctica la tasa Tobin sin esperar que sus socios europeos llegaran a un acuerdo para implementarla.


Berlín, Londres y Roma se mostraron particularmente hostiles al hecho de que París avance solo en este principio que duerme en el cajón de los desacuerdos desde hace muchos meses. Pese a ello, Francia mantuvo el rumbo. El consejero especial del presidente francés, Henri Guaino, precisó que Francia tomaría una “decisión al respecto” antes de finales del mes de enero.


El planeta financiero salió al paso del famoso, pero casi nunca tangible, impuesto a las transacciones financieras. Los primeros en poner mala cara fueron los alemanes, los ingleses y los italianos. Casi en simultáneo, Berlín, Roma, Londres y la Comisión Europea recordaron con visible molestia que un impuesto como el Tobin sólo tendría sentido si se aplica con un “enfoque coherente”, dentro de los países de la Unión y no de forma “solitaria”. Londres fue un poco más lejos y reclamó un impuesto no ya dentro de los 17 países de la Zona Euro sino a escala mundial.


París parece decidido a hacer caso omiso de las críticas y avanzar sólo en la ruta del gravamen sin que se conozcan hasta ahora los porcentajes del impuesto ni su metodología de funcionamiento. La aparición de una idea semejante cuando faltan apenas cuatro meses para las elecciones presidenciales suscita evidentes desconfianzas. ¿Será verdad o sólo se trata de una movida electoral? Es lícito reconocer otra paradoja de esta historia: el ultraliberal Sarkozy hizo de la “refundación del capitalismo” uno de sus credos políticos. La Tasa Tobin tal vez sea uno de los primeros gestos para cumplir con su promesa.


Una idea que se hizo combate: Paradojas de un Impuesto.


Esta guerra entre liberales en el corazón mismo del liberalismo no hace sino acentuar el contrastado viaje de la tasa Tobin. Desde su nacimiento hasta hoy, la idea ha atravesado fronteras muy dispares y generado consensos fuera de lo común. La inventó un liberal, la defendió la izquierda y ahora es un tema prioritario de la derecha. El primer paso fundador ya es una paradoja. En 1972, en el curso de una conferencia en la Universidad de Princeton, el economista liberal James Tobin puso sobre la mesa la idea de un gravamen sobre las transacciones financieras. Tobin buscaba “arrojar granos de arena en el engranaje de la finanza internacional” y frenar así el incremento de la especulación a corto plazo. El porcentaje de la tasa adelantada por Tobin oscilaba entre el 0,05% y el 0,2%. El economista norteamericano recibió el Nobel de Economía en 1981, pero su idea nunca fue verdaderamente llevada a la práctica. El único país que la aplicó fue Suecia. Entre 1984 y 1990, Suecia instauró un gravamen de 0,5% sobre las transacciones realizadas en el mercado de acciones, pero el principio fue abandonado en 1990 a raíz de la fuga de capitales que provocó. Esta experiencia alimentó los argumentos de los enemigos del gravamen, para quienes toda intención de aplicar un impuesto a las transacciones se traduciría por el efecto contrario.


El gravamen Tobin volvió al primer plano a mediados de los años ’90. En 1994, el difunto presidente socialista François Mitterrand planteó la necesidad de un impuesto sobre las transacciones financieras en la cumbre social de Copenhague sin que la propuesta superara las palabras. Utópica, complicada, peligrosa, delirante, irracional, los adversarios de la tasa Tobin la combatieron con todo el peso de sus intereses. Sin embargo, el gravamen Tobin se reencarnó en una lucha que superó de lejos las intenciones de su liberal inventor.


En diciembre de 1997, el periodista Ignacio Ramonet publicó un editorial en Le Monde Diplomatique donde abogó por la creación de un impuesto a las ganancias como “una exigencia democrática mínima”. En ese texto, titulado “Desarmemos a los mercados”, Ramonet le dio al impuesto Tobin un campo de aplicación más amplio y terminó planteando la creación, a escala planetaria, de la ONG Acción para una tasa Tobin de ayuda a los ciudadanos, Attac. De ese editorial nació Attac un año más tarde. En 1998, Attac pasó a ser Asociación para el gravamen de las transacciones financieras y la acción ciudadana. Desde esa plataforma, la organización se convirtió también en el eje del movimiento mundial de los alter mundialistas.


Los antiglobalizadores de Attac y sus seguidores ampliaron el concepto del gravamen Tobin. El economista norteamericano sólo quería “granos de arena” como herramienta contra la especulación. Attac, en cambio, militó a favor de un útil capaz de englobar a la finanza mundial y todos sus productos: mercado de cambios, acciones, obligaciones, operaciones bursátiles, mercados derivados, productos financieros. Lo más curioso de este combate por la recuperación de fondos sacados de los bolsillos de quienes roban todo y no pagan nada radica en que el mismísimo Tobin se distanció de Attac y sus partidarios. James Tobin calificó de “rompevidrios” a los grupos antiglobalización e impugnó la forma en que la ONG pensaba la instauración de la tasa que lleva su nombre. En una entrevista publicada por el semanario alemán Der Spiegel, Tobin explicó que mientras la meta de los alter-mundialistas consistía en luchar contra la expansión libre de los mercados, él era “un partidario del libre comercio”.


A través de los años, el gravamen Tobin pasó por un montón de etapas, las unas más contradictorias que las otras. Los socialistas europeos lo promovieron durante las campañas electorales para luego esconder el gravamen en el desempleo y el olvido cuando llegaron al poder. El impuesto Tobin funcionó como un captador de electores sin jamás morder el bolsillo de los liberales. En noviembre de 2001, la Asamblea Nacional francesa (con mayoría socialista) adoptó el principio de un impuesto a las transacciones realizadas en el mercado cambiario, pero la entrada en vigor de la medida quedó supeditada a la aprobación de un esquema idéntico por otro país de la Unión Europea. Prueba de que las buenas ideas de la izquierda pueden servir a la derecha, en 2006 el presidente conservador Jacques Chirac instauró un impuesto sobre los billetes de avión que luego adoptaron 27 países. Con ese dinero se aumentaron los fondos destinados a la ayuda al desarrollo. Pasaron cuatro años más y otra vez la derecha hizo suyo un principio de sus adversarios ideológicos. En 2008, la quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers desató la crisis de las “subprimes” y con ella la necesidad de regular el turbio e impune mundo de la finanza internacional.


En ese contexto, el gravamen Tobin apareció como un instrumento ideal. En 2009, Adair Turner, el responsable de la autoridad británica de los servicios financieros, se pronunció a favor de la tasa Tobin, seguido inmediatamente por el ex premier británico Gordon Brown (laborista). En noviembre del mismo año el tema “Tobin” se metió en las discusiones del G-20. El grupo le encargó al Fondo Monetario Internacional que reflexionara sobre la posibilidad de crear un impuesto semejante, pero su entonces director gerente, el socialista (sí, sí, “socialista”) Dominique Strauss-Kahn, se opuso a ello.


Con el FMI en contra, Washington y los mercados opuestos, el gravamen Tobin no tenía muchas posibilidades de pasar de la idea a la realidad. Pero la crisis griega y sus estragos dieron vuelta la balanza a su favor: la Comisión Europea propuso la aplicación de un impuesto sobre las transacciones financieras aplicable a partir de 2014. Siempre tan generosa y humana, la comisión destinó esos fondos no a alimentar la ayuda al desarrollo sino su propio presupuesto.


En agosto de 2011, la Canciller alemana Ángela Merkel y el presidente francés Nicolás Sarkozy coincidieron en que gravar las transacciones financieras era una “necesidad evidente”. Anunciaron luego una iniciativa franco-alemana en esa dirección, pero su declaración se convirtió en hecatombe: las Bolsas de Londres, Bruselas, Ámsterdam, Lisboa, Madrid, París y Nueva York se vinieron abajo. Sarkozy retomó la idea durante la cumbre del G-20 celebrada en Cannes el año pasado. “Un impuesto sobre las transacciones financieras es técnicamente posible, financieramente indispensable, moralmente inevitable”, dijo Sarkozy en ese entonces. El presidente francés prepara ahora un nuevo movimiento: hacer que sus palabras tomen cuerpo en un impuesto real pese a la oposición de sus socios europeos, de China y de Estados Unidos.


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