viernes, 27 de enero de 2012

El Socialismo Francés se candidatea. François Hollande, favorito en las encuestas de opinión, lanza su campaña.

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La lectura inmediata de ese discurso no se hizo esperar, tanto en el seno de la opinión pública, que lo percibió como una iniciativa para restaurar la política por encima de los mercados, como dentro de la derecha. El primero en medir el impacto de lo que podría ocurrir en las presidenciales de abril y mayo fue el mismo presidente francés. Nicolás Sarkozy oficializó su candidatura a la reelección mediante un ramo de confidencias en off de un alto valor negativo. “Si fracaso, dejo la política, es una certeza”, dijo Sarkozy a un grupo de periodistas. Hasta ahora, su candidatura a la reelección era virtual pero el presidente la hizo pasar al terreno de lo casi real con una perspectiva negativa. La batería de encuestas de opinión adversas, el lugar que ocupa el candidato socialista en las preferencias del electorado y el efecto que tuvo el discurso de Hollande introdujeron un factor de pesimismo reflejado en las confidencias de Sarkozy. Según el vespertino Le Monde, en la misma reunión con los periodistas, el mandatario les dijo: “En todo caso, estoy cerca del final. Por primera vez en mi vida me enfrento al final de mi carrera”. En boca de un híper activo y peleador como Sarkozy la frase revela hasta qué punto el círculo presidencial está preso de la duda.


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Francois Hollande, se dirigea sus seguidores, en un acto de campaña, en Le Brouget.

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El Socialismo Francés se candidatea.


François Hollande, favorito en las encuestas de opinión, lanza su campaña.


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El aspirante presidencial del PS francés dejó atrás las ridículas polémicas dentro de su campo y la imagen de hombre blando, indeciso, cambiante e inconsistente que la derecha gala y los medios le habían tejido.



Por Eduardo Febbro


Desde París. Página /12 Viernes 27 de enero del 2012.


La derecha francesa pierde las esperanzas. En apenas 5 días, la dinámica positiva que el presidente francés Nicolás Sarkozy creía vigente cambió su rumbo bajo el peso del impulso dado a su campaña electoral por el candidato socialista a las elecciones presidenciales de abril y mayo próximos, François Hollande. Entre el domingo pasado y el jueves, Hollande, que siempre fue favorito en las encuestas de opinión, dejó atrás las ridículas polémicas dentro de su campo y la imagen de hombre blando, indeciso, cambiante e inconsistente que la derecha francesa y los medios le habían tejido. El domingo, Hollande entró de lleno en la elección presidencial con un discurso combativo, anticonsensual, marcado por un rotundo giro a la izquierda y una frase que lo dice todo: “Mi adversario, mi verdadero adversario, no tiene nombre, ni rostro, ni partido. Nunca presentará su candidatura y, por consiguiente, no saldrá electo. Sin embargo, ese adversario gobierna. Ese adversario es el mundo de las finanzas”. Frase que tuvo un sólido impacto en la opinión pública y en el mismo campo conservador. Durante ese discurso, Hollande detalló seis medidas para regular los mercados financieros y lanzó una clara advertencia a los “delincuentes financieros, los fraudulentos, los pequeños mafiosos”. El hombre moderado y en apariencia tímido se vistió de guerrero de la cruzada contra la impunidad del sistema financiero.


La lectura inmediata de ese discurso no se hizo esperar, tanto en el seno de la opinión pública, que lo percibió como una iniciativa para restaurar la política por encima de los mercados, como dentro de la derecha. El primero en medir el impacto de lo que podría ocurrir en las presidenciales de abril y mayo fue el mismo presidente francés. Nicolás Sarkozy oficializó su candidatura a la reelección mediante un ramo de confidencias en off de un alto valor negativo. “Si fracaso, dejo la política, es una certeza”, dijo Sarkozy a un grupo de periodistas. Hasta ahora, su candidatura a la reelección era virtual pero el presidente la hizo pasar al terreno de lo casi real con una perspectiva negativa. La batería de encuestas de opinión adversas, el lugar que ocupa el candidato socialista en las preferencias del electorado y el efecto que tuvo el discurso de Hollande introdujeron un factor de pesimismo reflejado en las confidencias de Sarkozy. Según el vespertino Le Monde, en la misma reunión con los periodistas, el mandatario les dijo: “En todo caso, estoy cerca del final. Por primera vez en mi vida me enfrento al final de mi carrera”. En boca de un híper activo y peleador como Sarkozy la frase revela hasta qué punto el círculo presidencial está preso de la duda.


Los socialistas realizaron una triple operación. Sin nombrarlo siquiera, François Hollande atacó a Sarkozy por sus lazos conocidos con el sistema financiero, atrajo a sus filas a los sectores más radicales de la izquierda francesa y borró su estela de hombre dubitativo. El discurso del domingo estuvo lleno de frases contra los reyes del dinero y de un sexteto de medidas bien claras. La primera consiste en votar una ley que obligará a los bancos a “separar sus actividades de crédito de las operaciones especulativas”. Más ofensivo aún, Hollande anunció que “prohibirá pura y simplemente los productos financieros sin relación con las necesidades de la economía real”.


El líder del PS completó ayer su dispositivo con la presentación de su programa electoral. Se trata de un proyecto destinado “al cambio” que consta de unas 60 medidas políticas y económicas cifradas en unos 20.000 millones de euros. Según Hollande, ese paquete de medidas se financiará con los 29.000 millones obtenidos con la supresión de las exenciones fiscales –una buena parte de éstas las decidió Sarkozy–. Según el candidato del PS, su plan acarreará un aumento del uno por ciento del gasto público. Toda la arquitectura de estas 60 propuestas gira en torno de lo que Hollande llamó “un ajuste realista” que, según él, nunca perderá de vista la justicia social.


El representante del partido de la rosa adelanta un mandato muy distinto al de Sarkozy. Si gana, dijo, su primera decisión consistirá en aprobar la reforma fiscal y financiera con la meta declarada de incrementar los impuestos “a los que más ganan, a los bancos y a las grandes empresas”. La ruptura con la política fiscal de Sarkozy es espectacular. Apenas inició su mandato, Nicolás Sarkozy aprobó el polémico “escudo fiscal” con el cual se limitó el porcentaje impositivo de los ricos. Hollande toma el camino contrario: aumentará el impuesto a la renta del 41 por ciento actual al 45 por ciento para los que ganan más de 150.000 euros al año. El credo socialista de esta elección 2012 es “la igualdad, la juventud, la educación y la justicia”, dijo François Hollande en su presentación ante la prensa. Todo el esfuerzo socialista parece orientado a desandar los pasos de Sarkozy. El aspirante del PS prometió que si sale electo en mayo próximo volverá a negociar el tratado europeo pactado el año pasado entre Sarkozy y la canciller alemana Ángela Merkel.


Hace mucho tiempo que los socialistas no ponían sobre la mesa un programa tan ambicioso, tanto más cuanto que éste se despliega en plena crisis con medidas como la preservación de los grandes grupos estatales, la creación de un banco público de inversión o la introducción de un sistema de ahorro exento de impuestos y destinado a las pequeñas y grandes empresas. Las reformas planteadas por François Hollande retoman los olvidados cantos de la socialdemocracia europea, convertida al ultra-liberalismo en los últimos 20 años: reformar para redistribuir la riqueza, reformar para equilibrar la justicia social.


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