miércoles, 2 de mayo de 2012

Un 1° de mayo con Francia Movilizada. Manifestaciones en las capitales de Europa: Más empleo y menos ajuste.

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En Italia, los trabajadores se enfrentaron con la policía en la ciudad de Turín, mientras que miles de personas se congregaron en la ciudad central de Rieti para escuchar a los líderes de los tres principales sindicatos del país, quienes lanzaron duras críticas al gobierno no electo del primer ministro Mario Monti. En Alemania, que junto con Francia impulsa e impone el ajuste como medida central para resolver la crisis de los países europeos más endeudados, más de 400 mil personas marcharon en todo el país para pedir “trabajo bueno y sueldos justos” en unos 420 actos por el 1º de Mayo. En Portugal, los dos principales sindicatos reunieron a miles de manifestantes en Lisboa y otras ciudades, y protestaron contra planes de reforma laboral y ajustes para cumplir con los términos de un rescate de 78 mil millones de euros del FMI y la UE. Miles de personas marcharon para protestar contra el desempleo, la falta de vivienda y el ajuste en Varsovia y Praga. Unos 100 mil partidarios del Partido Social Democrático de Austria se manifestaron en Viena en favor de mejor educación y una distribución de la riqueza más justa, mientras que otras dos mil personas marcharon por la capital de Bulgaria, Sofía, para exigir la renuncia del gobierno conservador.
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Un 1° de mayo con Francia Movilizada.
Manifestaciones en las capitales de Europa: Más empleo y menos ajuste.
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La marcha de los sindicatos, los ultra del Frente Nacional y del Presidente Conservador.
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A los tradicionales desfiles sindicales y a la también tradicional manifestación de la extrema derecha se sumó otro invitado: Nicolas Sarkozy. Marine Le Pen dijo que votaría en blanco el próximo domingo.
Por Eduardo Febbro
Desde París. Página /12 Miércoles 2 de mayo del 2012.
El liberalismo contra los sindicatos. La extrema derecha contra el mundo y los sindicatos contra Sarkozy. Esas tres visiones de un país y de un modelo se cruzaron en las calles de París. El 1º de Mayo francés llevó hasta el paroxismo la confrontación electoral de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del próximo 6 de mayo. A los tradicionales desfiles sindicales del Día del Trabajo, y a la también tradicional manifestación que la extrema derecha del Frente Nacional celebra cada año delante de la estatua de Juana de Arco en el centro de París, se le sumó un invitado nuevo: el presidente candidato Nicolas Sarkozy convocó a sus partidarios al Trocadero a fin de participar en la “fiesta del verdadero trabajo”. Dirigiéndose a los sindicatos, Sarkozy les dijo: “Dejen las banderas rojas y sirvan a Francia”. La primera en hablar fue la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Sus simpatizantes dieron sobradas muestras de lo que tienen en el corazón y la cabeza: “Extranjeros afuera”, “Francia para los franceses”, coreaban en un ambiente de algarabía hostil a todo lo que no era francés. Marine Le Pen no dio consignas de voto, pero dijo que ella votaría en blanco. Para Le Pen, Sarkozy sería “una nueva decepción”, mientras que Hollande fue presentado como “una falsa esperanza”. Sin embargo, a pesar de un extenso argumento a favor del voto en blanco, la líder de la ultraderecha dejó flotando una ambigüedad: “Cada cual hará su elección. Yo haré la mía. Son ciudadanos libres y votarán según vuestra conciencia, libremente”.
Marine Le Pen convocó a sus seguidores para las legislativas de junio, que serán “una tercera vuelta”. El Frente Nacional es “el centro de gravedad y la brújula de la política francesa”, dijo la líder frentista. Dado el auge espectacular de la ultraderecha y la validación de su discurso, sus ideas y sus argumentos por la derecha gobernante, no es un desacierto pensar que los sueños de Marine Le Pen se vuelvan realidad: “Hemos sentado las bases para nuestra llegada al poder. Nuestra victoria es ineluctable”. Nicolas Sarkozy siguió la puesta en escena con una espectacular manifestación en la que reunió a 200 mil personas y durante la cual lanzó un ataque acerbo contra los sindicatos. El presidente candidato invocó los valores de la Francia eterna, elogió la cultura francesa, su idioma, sus iglesias y catedrales, su literatura, su arte, reivindicó la “herencia cristiana de Francia” y, de la misma manera que lo había hecho en 2007, se paseó por siglos de historia: de Juana de Arco a Napoleón, pasando por el dramaturgo Molière, el filósofo Voltaire o el general De Gaulle. El presente presidencial es una Francia con fronteras cerradas, valor supremo de la ultraderecha y de la estrategia sarkozysta para la segunda vuelta y, como propuesta, un “nuevo modelo social”.
La nueva derecha apareció bajo el sol sin máscaras: los planteos de Sarkozy parecen venir de un hombre sin pasado y sin balance cuyos principales enemigos son el mundo, es decir, los extranjeros, y las conquistas sociales arrancadas con varios siglos de lucha. En ese contexto, el jefe del Estado acusó a los sindicatos de desfilar en el 1º de Mayo con “banderas rojas” mientras que él y sus partidarios lo hacían con “la bandera de Francia”. El “nuevo modelo social” planteado por Sarkozy se basa en el eterno precepto liberal de la desregulación. Violento y acusatorio contra los sindicatos, Sarkozy les dijo: “Dejen los partidos porque el papel de ustedes no consiste en hacer política. Su papel no consiste en defender una ideología, su papel consiste en defender a los trabajadores”. No hay dudas de que el jefe del Estado tiene ideas muy creativas, sobre todo por la confusión que siembran entre quienes son capaces de creer que un sindicalista puede defender una ideología antes que los intereses de los trabajadores que representa. Las aguas revueltas son siempre muy fructíferas para atrapar pescados distraídos. En esa misma línea, Sarkozy sacó una nueva paloma de la galera: “El capitalismo de los emprendedores debe reemplazar al capitalismo financiero”. En suma, en el pensamiento expuesto en este 1º de Mayo, el sindicalismo es la piedra de la discordia, el valor que descompone la sociedad y las relaciones en el ámbito profesional. Cuando se dirigió frontalmente a la izquierda y a los socialdemócratas, Sarkozy les dijo: “Ustedes no han abandonado esa vieja luna de la lucha de clases que levanta a los unos contra los otros, los obreros contra los patrones”.
Lejos de esas delicadezas, su rival socialista para la segunda vuelta, François Hollande, no se sumó a los desfiles sindicales. Hollande participó en la localidad de Nevers en una ceremonia en memoria del ex primer ministro socialista Pierre Bérégovoy, que se suicidó el 1º de mayo de 1993. “La fiesta del trabajo es la fiesta de los sindicalistas y yo no puedo aceptar que pueda haber en Francia una batalla contra el sindicalismo el 1º de Mayo”, dijo Hollande. Hasta ahora, el único sindicato que llamó a votar por el candidato socialista fue la CGT. La marcha sindical organizada en París contrastó, por su calma, con los enardecidos ataques de Sarkozy y Marine Le Pen. Los sindicados marcharon contra las medidas de austeridad y repudiaron la inédita recuperación que hizo Nicolas Sarkozy del 1º de Mayo, un día casi universal que encontró en la capital francesa su más virulento paladín enemigo. Los dos escollos de Francia son, para Sarkozy, los extranjeros y los sindicatos. La violencia verbal antiextranjeros ha llegado a grados volcánicos. Bajo el influjo de una disputa política por el poder, el eje de la rotación de Francia, del igualitarismo, de la “tierra de asilo”, ahora da vueltas en torno de lo extranjero como si fuera un animal dañino al que es preciso llevar al otro lado de la frontera.


Manifestaciones en las capitales de Europa: Más empleo y menos ajuste.
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El Día del Trabajador movilizó a miles de personas con la crisis económica y social como telón de fondo en Europa. Los manifestantes salieron a la calle para exigir más empleo y menos ajuste, en una masiva expresión de rechazo, y con el continente sumergido en la peor debacle económica desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Más de dos años después de la erupción de la crisis de la deuda soberana, que obligó a recatar a Grecia, Portugal e Irlanda (y que tiene en vilo a España e Italia), la frustración crece a un ritmo acelerado en el Viejo Continente mientras la población espera en vano por señales de una recuperación económica que parece cada vez más lejana. Desde las calles de España, pasando por las de Francia y Grecia –países donde habrá elecciones generales el próximo domingo–, los manifestantes se quejaron de las agobiantes medidas de austeridad, la rampante desocupación y las penurias.
En España, que acaba de caer en recesión y cuyo desempleo batió un nuevo record histórico, después de alcanzar al 24,44 por ciento de la población activa, los sindicatos cifraron en un millón de personas los asistentes a las movilizaciones que se realizaron en 80 ciudades. “Seguiremos manifestándonos hasta que esto cambie”, señaló el líder del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), Cándido Méndez, al cierre de la marcha de Madrid. En Grecia, más de 80 mil militantes del Frente de Lucha de los Trabajadores, cercano al Partido Comunista, se manifestaron en Aspropyrgos, ciudad ubicada a 35 kilómetros de Atenas, según cálculos de la policía. En Atenas, siempre según cifras policiales, al menos 1500 personas se congregaron convocadas por los sindicatos y otras dos mil participaron en una segunda marcha organizada por grupos de izquierda.
“Solo, nadie. Juntos llegaremos”, rezaba una pancarta colgada de un escenario en la plaza ateniense de Kotzia. Los sondeos de intención de voto muestran que los griegos están abandonando los partidos tradicionales, de cuyo apoyo depende un resistido plan de ajuste atado a dos rescates financieros del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE), cuya implementación podría quedar en el aire en caso de un mal desempeño en las urnas de las fuerzas pro-salvataje.
En Italia, los trabajadores se enfrentaron con la policía en la ciudad de Turín, mientras que miles de personas se congregaron en la ciudad central de Rieti para escuchar a los líderes de los tres principales sindicatos del país, quienes lanzaron duras críticas al gobierno no electo del primer ministro Mario Monti. En Alemania, que junto con Francia impulsa e impone el ajuste como medida central para resolver la crisis de los países europeos más endeudados, más de 400 mil personas marcharon en todo el país para pedir “trabajo bueno y sueldos justos” en unos 420 actos por el 1º de Mayo. En Portugal, los dos principales sindicatos reunieron a miles de manifestantes en Lisboa y otras ciudades, y protestaron contra planes de reforma laboral y ajustes para cumplir con los términos de un rescate de 78 mil millones de euros del FMI y la UE.
Miles de personas marcharon para protestar contra el desempleo, la falta de vivienda y el ajuste en Varsovia y Praga. Unos 100 mil partidarios del Partido Social Democrático de Austria se manifestaron en Viena en favor de mejor educación y una distribución de la riqueza más justa, mientras que otras dos mil personas marcharon por la capital de Bulgaria, Sofía, para exigir la renuncia del gobierno conservador.
En Latinoamérica, una de las movilizaciones más importantes tuvo lugar en Cuba, donde el presidente Raúl Castro encabezó un masivo desfile en La Habana, con llamados a la unidad nacional y de apoyo a sus reformas económicas, junto a más de 1900 invitados extranjeros. Enfundado en una guayabera blanca y un sombrero tradicional de campesino, el mandatario saludó desde la tribuna de la Plaza de la Revolución el paso de miles de trabajadores. La jornada comenzó bajo la consigna de “preservar y perfeccionar el socialismo”. Salvador Valdés, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y único orador en el acto en La Habana, dijo en su discurso que trabajar con orden, disciplina y exigencia debe ser el principal aporte de cada ciudadano a la Revolución.



Europa en Emergencia.
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Ernesto López.

Pasados ya los efectos aliviadores del multimillonario aporte efectuado en noviembre pasado por el Banco Central Europeo al sistema bancario de la Eurozona, ésta ha regresado a la anormalidad que la recorre. El reciente rescate de Grecia ha tenido efectos apenas moderados y no se descuenta que haya que repetirlo. Portugal e Irlanda continúan en zona de riesgo. Italia sigue pisando terreno poco firme. Y España se encuentra al borde del marasmo. En esta periferia europea ligada al euro, algunos países se encuentran ya en recesión –acompañados por el Reino Unido– y otros, próximos a ella. Y habría que ver, dentro de unos meses, cómo impacta esta situación sobre el corazón de la Eurozona: Alemania y Francia.
Con toda certeza, el destacado analista Nouriel Roubini ha señalado hace poco que el problema básico es que la Eurozona tiene una estrategia de austeridad, pero no una de crecimiento. Y en efecto es así. La articulación entre contracción de la producción, descenso de la inversión, caída del empleo, déficit fiscal creciente y tasas de interés también al alza, pertinacia en el draconiano ejercicio de recortes presupuestarios y apelaciones a la austeridad compone un pétreo círculo vicioso que impide el desarrollo. La rigidez cambiaria en torno del euro coloca también lo suyo: el estancamiento económico-productivo (o directamente su baja) ni siquiera puede ser aliviado por medio del comercio internacional. Y en el sistema financiero de varios países –notoriamente España, Portugal y Grecia– ha reaparecido la peligrosa tendencia a la suba de las tasas de interés. España en particular se encuentra muy afectada. Ha entrado en recesión, tiene un altísimo 24 por ciento de desempleo (el 50 por ciento de los jóvenes se encuentra sin trabajo), el estallido de su burbuja inmobiliaria ha afectado su situación financiera sobre la que presionan asimismo otros factores. Una calificadora de riesgo (S&P) acaba de rebajar la solvencia de la su deuda soberana de “A” a “BBB+”, colocándola varios peldaños por debajo de la máxima “AAA”, que perdió en enero de 2009. Su creciente endeudamiento público y su inevitable servicio, así como un elevado déficit fiscal –que debe ser sometido a un durísimo ajuste por compromisos con la Eurozona– de por sí complicados para cualquier economía, pueden ser deletéreos en condiciones recesivas y de elevado desempleo. Al punto de que algunos analistas han comenzado a considerar factible la puesta en marcha de un rescate español (el temido bailout en la jerga de Wall Street), tal como ha sucedido ya con Irlanda y con Grecia.
Todas estas tribulaciones económicas tienen repercusiones desestabilizadoras y consecuencias políticas. Se ha incrementado la protesta social, que ha mostrado ya sus caras, y se han producido reacciones políticas tanto en el plano electoral cuanto en el rudo ruedo callejero. El marasmo se ha llevado anticipadamente los gobiernos de Grecia, Italia y Holanda, y ha afectado decisivamente las posibilidades de continuidad de la socialdemocracia en España, que fue recientemente derrotada, en elecciones regulares, por el centroderecha de linaje franquista. El próximo 6 de mayo, Grecia deberá revalidar en las urnas la opción de brutal ajuste adoptada por el gobierno provisional que encabeza Lucas Papademos. Y en la mismísima Francia, que prohijó junto con Alemania la receta económica que campea en la Unión Europea y en particular en la Eurozona, el candidato mejor perfilado para ganar en segunda vuelta –también el día 6– ha colocado como una de sus banderas centrales de campaña la idea de que su principal enemigo no compite en las elecciones: el capitalismo financiero. Si cumple su palabra podría propinarle un duro golpe a la entente Merkel-Sarkozy. Fuera del área euro, los índices de popularidad del primer ministro Cameron, en el Reino Unido, han bajado considerablemente.
Los malos desempeños y las malas nuevas se acumulan en una Europa empecinada en aferrarse a un modelo neoliberal muy poco competente y extremadamente gravoso, contrario al crecimiento. Y con ello, han comenzado a encenderse las luces rojas y a sonar las sirenas de alarma, desde hace algún tiempo: anuncian una inevitable emergencia. No es atrevido pensar que tal vez el futuro de la antedicha receta franco-germana se juegue en el tembladeral español y, en alguna medida también, en la segunda vuelta francesa.
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