martes, 31 de julio de 2012

VOCES: Lo estatal y lo privado / Lo público y lo íntimo (una aproximación).

&&&&&
No estamos diciendo que en nuestros Estados capitalistas (hablamos de Latinoamérica), antes el “asesinato” de la subjetividad social no existiera, pero, y aquí conviene una muy breve reflexión: las luchas dadas por los trabajadores y los estudiantes (sólo para recordar, estamos pensando en Argentina; anarquistas, sindicalistas de fines del siglo XIX y principios del XX; - aún con la Semana Trágica a cuestas - y la autonomía universitaria en 1918), lograban reacomodar algunas fichas del tablero estatal para continuar la pulsión de la partida. El discurso del Estado se impone de manera “natural” con sus mecanismos y estructuras institucionalizadas; entre las más importantes: la escuela.

Y Marx (1) dijo al respecto: “Eso de educación popular a cargo del Estado es absolutamente inadmisible. Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, (...) y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo. Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. ... el Estado es el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa”. Incluso el escritor austríaco, Tomas Bernhard (2) dijo: “La escuela es la escuela del Estado, donde se hace de los jóvenes criaturas del Estado. Cuando entraba a la escuela, entraba en el Estado (...) y me ha vuelto dócil a él, y ha hecho de mí un hombre estatizado, un hombre reglamentado y registrado y dirigido...”, seguramente parece exagerado y mueva a la sonrisa, pero si pensamos detenidamente tanto el enunciado de Marx como el de Bernhard...
/////

El acuerdo entre lo estatal y lo privado.
***
VOCES: Lo estatal y lo privado / Lo público y lo íntimo (una aproximación).
*****
Darío Balvidares

El Estado es una comunidad humana que
reivindica con éxito el monopolio de la
violencia física en un territorio
determinado.
Max Weber

ARGENPRESS.info Martes 31 de julio del 2012.

La idea de este artículo es continuar con la búsqueda que muchos estamos realizando, con aportes no sólo desde el campo de la educación, sino desde distintas áreas relacionadas con el campo social y en especial con el campo popular; resignificando, o mejor, buscando nuevos sentidos que nos permitan continuar abonando el pensamiento y la práctica crítica frente a la producción simbólica del discurso dominante que desde sus estructuras y mecanismos específicos institucionaliza tanto la violencia física como la simbólica: el Estado.

Estamos hablando, en este artículo, del Estado de las democracias modernas y liberales; cuanto más hoy, pensando junto con Noam Chomski, de las democracias empresariales que desde mediados de los años ’80 del siglo pasado se instalaron con el proceso político llamado globalización, hacia su superación absoluta: el Mercado, como máscara de dominación mundial.

Y es en ese el contexto en el que se travisten las “nuevas” formas de esclavitud que operan en el imaginario social: laboral (físico) y cultural (simbólico), para resumir.

No estamos diciendo que en nuestros Estados capitalistas (hablamos de Latinoamérica), antes el “asesinato” de la subjetividad social no existiera, pero, y aquí conviene una muy breve reflexión: las luchas dadas por los trabajadores y los estudiantes (sólo para recordar, estamos pensando en Argentina; anarquistas, sindicalistas de fines del siglo XIX y principios del XX; - aún con la Semana Trágica a cuestas - y la autonomía universitaria en 1918), lograban reacomodar algunas fichas del tablero estatal para continuar la pulsión de la partida.

El discurso del Estado se impone de manera “natural” con sus mecanismos y estructuras institucionalizadas; entre las más importantes: la escuela.

Y Marx (1) dijo al respecto: “Eso de educación popular a cargo del Estado es absolutamente inadmisible. Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, (...) y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo. Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. ... el Estado es el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa”.

Incluso el escritor austríaco, Tomas Bernhard (2) dijo: “La escuela es la escuela del Estado, donde se hace de los jóvenes criaturas del Estado. Cuando entraba a la escuela, entraba en el Estado (...) y me ha vuelto dócil a él, y ha hecho de mí un hombre estatizado, un hombre reglamentado y registrado y dirigido...”, seguramente parece exagerado y mueva a la sonrisa, pero si pensamos detenidamente tanto el enunciado de Marx como el de Bernhard...

Estos dos enunciados nos permiten ilustrar la hipótesis de la confusión y plantearnos algunas preguntas: ¿por qué la educación estatal se define como pública? ¿cuál es el rol del Estado en la Educación? O más: ¿cuál es el rol del Estado en el campo del espacio público? Y, tal vez la pregunta que permita abrir el espacio de lo que propone poner este artículo, entre otros conceptos, en crisis:

¿Es la voz del Estado, la voz pública?.

Es probable que se vayan sucediendo otros interrogantes que enriquezcan la hipótesis de la confusión; pero para lo que nos ocupa no procederemos “ordenadamente” sino, más bien tratando de buscar el sentido de lo espontáneo, es decir, de aquello que se puede poner en palabras porque ya ha sido un hecho; esos hechos que aunque parezcan aislados construyen significación.

Proyecto de Estado: Breve instantánea finisecular.

Durante los ’90, la década finisecular, se produjeron las llamadas transformaciones reconocidas como la era neoliberal que de la mano de la estética posmoderna, estética que impone el Mercado, con las políticas de Estado mediante, irrumpen en nuestra vida. Aquí una salvedad, algunos de los argumentos críticos fueron: el Estado está ausente... y por eso nos pasa lo que nos pasa: desocupación, pobreza, indigencia...

El Estado, que no estuvo ni está ausente, y que su presencia es indispensable para los fines políticos, económicos y sociales, dispuso leyes que legalizaron la entrega de los activos estatales (¿o deberíamos decir públicos?): cierre de la mayor parte de los ramales de trenes y transferencia a intereses privados de los ramales rentables, pero con un fuerte subsidio estatal (¿o debería decir con los fondos públicos?, es decir nuestros, que se mantienen hoy); Repsol y otras corporaciones se quedan con YPF, es decir con el petróleo (energía no renovable) del Estado argentino (que estaba desde antes, el petróleo, claro; incluso desde antes que nosotros, los humanos, habitáramos el planeta, antes de la creación de los Estados que auguraban el bienestar general mediante la administración de la cosa pública). Los servicios públicos se privatizaron y continúan privatizados.

Las leyes mineras que autorizan el desastre ambiental y el saqueo metalífero / mineral, no sólo no fueron derogadas, sino que están en plena vigencia; al igual que las que autorizan la entrega de las tierras fiscales (¿deberíamos decir públicas?) a los intereses privados para “emprendimientos” particulares, incluso con la expulsión de los Pueblos Originarios de esos territorios, violentando el derecho ancestral.

Así como la reforma educativa, que hoy continúa su profundización puesto que esas políticas globales de “transformación” implican compromisos del Estado a varios años con organismos internacionales, como la UNESCO, el BID o el Banco Mundial.

Voz del Estado, voz pública.

Existen varias posiciones sobre la noción de lo público, entre ellas la de esfera pública (Habermas) (3) que, en una apretada síntesis, plantea que es por donde circula el discurso público, pero no olvidemos que remite al orden burgués y en consecuencia es el discurso de la burguesía (clase) el que circula como discurso público y se oficializa desde el Estado.

Otra de las posiciones respecto de la problemática que plantea el tema de la esfera pública, y básicamente desde una mirada crítica al análisis de Habermas, es la de Nancy Fraser (4) que afirma “que una concepción adecuada de la esfera pública requiere no simplemente una puesta entre paréntesis de las desigualdades sociales, sino, su eliminación (...) una multiplicidad de públicos es preferible a una sola esfera pública (...) una concepción viable de la esfera pública debe aceptar no la exclusión sino la inclusión de intereses y temas señalados como “privados” por la ideología burguesa y masculinista (...) esta teoría debe hacer visible las maneras en que la desigualdad social vicia la deliberación dentro de los públicos de las sociedades del capitalismo tardío...”

Es importante destacar que estamos tratando de destrabar algunas nociones que se han naturalizado desde los efectos que históricamente ha producido el discurso del poder, que en definitiva no es más que el discurso del Estado, donde parecen confluir una cantidad de voces de orden privado.

La noción de privado la relacionamos con los intereses particulares pero en función de la esfera pública, es decir en relación con el poder del Estado que alternativamente se identifica con un gobierno o con sectores pertenecientes a la esfera pública que compiten por el poder.

Sin embargo, es necesario despejar algunos otros conceptos como el de espacio público, físico o simbólico que algunos autores lo piensan en relación con el consumo, es decir que identifican el espacio público como el espacio del mercado.

Ahora bien, para los fines de este artículo – muy acotado por cierto – el espacio público lo identificamos como el lugar de la “no apropiación”, es decir, el lugar donde el sistema se disuelve para dar lugar a la subjetividad: “Cuando el sistema se transforma en una estructura autorreferente el ‘actor’ (el obrero asalariado, la colonia ante la metrópolis, la mujer ante el varón, el educando ante el sistema educativo bancario, etc.), si quiere ser fiel a su “función sistémica”, debe negar al sujeto autoconsciente, a su subjetividad como gozo, a su corporalidad viviente. El sistema con su “disciplina” – diría Foucault -, o con su alienación – Marx -, o como represión pulsional – Freud -, niega la subjetividad corporal del sujeto en nombre de la sistematicidad del sistema. Prácticamente es el dolor de la corporalidad (el hambre del obrero, el castigo sufrido por el esclavo negro, la violencia u humillación de la mujer, la disciplina escolar agobiante del educando, etc.) el que significa la injusticia. El ‘cierre’ del sistema (la institución, que de reproductora de la vida humana se convierte en victimaria) es negación del sujeto, de la subjetividad, de la corporalidad. (...) La víctima de la institución o del sistema autorreferente, excluida como sujeto, subjetividad y corporalidad en el ‘actor’ funcional dominado, se ve desafiada por su propia lengua, cultura y símbolos...”

Esta cita de Dussel (5) nos permite ir acercándonos a lo que este trabajo intenta dejar planteado como aproximación en otra perspectiva del debate sobre la hipótesis de la confusión. Junto con Dussel podemos comenzar a ampliar la noción de lo íntimo como generación de lo público y desestabilizante de las estrategias y mecanismos específicos de orden estatizante que institucionalizan tanto la violencia física como simbólica que de la mano de la corporación privada se alinean en la construcción y ejercicio de poder.

Aquí haremos un señalamiento antes de avanzar en una aproximación a la noción de lo íntimo. Fraser en su trabajo crítico sobre la esfera pública dice: “Permítanme acordar que es central en la versión de Habermas que la esfera pública burguesa sería un escenario discursivo en el cual ‘personas privadas’ deliberan sobre ‘cuestiones públicas’. Hay muchos sentidos diferentes de lo ‘privado’ y de lo ‘público’ que están en juego aquí (...) hay otros dos sentidos de lo privado: lo referente a una propiedad privada (...) lo referente a la vida doméstica íntima o personal...”

Acordamos con Fraser en cuanto a la crítica que realiza sobre Habermas pero nos parece pertinente dejar planteado que desde nuestro trabajo la noción de lo privado se relaciona con la alianza de poder que sostiene el mundo corporativo con el Estado desde sus instituciones. Incluso reafirmamos el concepto de privado como negación de lo público, puesto que los intereses privados se apropian del espacio público, para no abundar.

Dicho esto, proponemos retomar la noción de lo íntimo, que Fraser desde su posición la reduce casi a la vida familiar, sin embargo Dussel nos ilustra sobre la amenaza del sistema sobre el sujeto, la subjetividad y la corporalidad; esa amenaza tiene su origen en los cuerpos legales, es decir las leyes que surgen del parlamento como institución del Estado y en términos de Habermas donde se constituye la esfera pública, y donde en escasas ocasiones (por presión de contrapúblicos, lo veremos después) esas decisiones “públicas” repercuten en el bien común.

Pero dicho de otra manera, la esfera se cierra sobre sí misma se hace autorreferencial y paradógicamente amenaza lo que dice representar: el espacio público y por añadidura el espacio íntimo. Justamente, y por razones de significación no tomamos la noción de esfera porque implica cierre; sí la de espacio en el sentido que nos permite permeabilizar las fronteras de lo íntimo a lo público y viceversa.

La amenaza se materializa como violencia institucionalizada desde el Estado que controla y vigila desde la esfera pública, la territorialidad del espacio público. 


Se agudiza la polémica universitaria de lo "público" y lo "privado".


Del Estado al asesinato.
Para comenzar a ampliar nuestro análisis veamos esta reflexión de Walter Benjamin (6): “... con el derecho a huelga se concede a las asociaciones obreras no un derecho a la violencia sino más bien el derecho a sustraerse de la violencia (...)

En lo que respecta a las luchas de clase, la huelga debe ser considerada (...) como un medio puro.”

El asesinato del docente neuquino, Carlos Fuentealba, nos habilita a reflexionar sobre las nociones que este trabajo intenta analizar (por lo menos en una primera aproximación): de acuerdo con el desarrollo que venimos realizando, el atroz acontecimiento de Neuquén nos permite fundamentar lo expuesto.

La huelga que venían realizando los docentes neuquinos, en función de condiciones de trabajo y salariales los enfrentaba al estado provincial que desplegaba de acuerdo con sus “legitimidades” los mecanismos y estrategias represivas para “sofocar” la “violencia” ejercida por los maestros.

Ahora bien, repasemos: la huelga es un derecho legalizado desde la propia jurisprudencia estatal. Junto con Benjamin sostenemos que el derecho a huelga es un derecho a sustraerse de la violencia; pero es obvio que no lo es para el estado provincial neuquino (en lo que concierne a este caso, para no extendernos sobre lo acontecido en la provincia de Santa Cruz, también con los docentes, al igual que en otras provincias argentinas; así como a nivel nacional a lo largo de nuestra historia).

Es decir que el Estado violenta el derecho a no violentar por parte de los trabajadores, desde la esfera pública oficial, de donde se sigue que el accionar estatal que se resguarda con el falso argumento de resguardar el bienestar general, no sólo expone su connivencia con las corporaciones de intereses privados (algunas cámaras empresariales de la región que estaban molestas con el ejercicio del derecho de los trabajadores) sino que decide mostrar que el espacio público, es espacio estatal y esa confusión es la que le ha permitido a los grupos privados tener el control sobre el espacio público tanto físico, como simbólico y además decidir cuando privatizarlo, es decir negarlo como público en función de sus propios intereses. Al mismo tiempo, se disuelven nuestras subjetividades en la razón estatal que nos manipula – en términos de Dussel – bajo la categoría de actores sociales.

Del discurso íntimo al discurso público.

Desde el dolor, desde el discurso íntimo, Sandra Rodríguez, la compañera de Carlos Fuentealba, construye discurso público, genera espacios, donde se suman (en términos de Fraser) contrapúblicos subalternos de la esfera pública oficial que dejan al desnudo la violencia que legitima el Estado desde sus mecanismos y estrategias.

Ese discurso íntimo se hace público, cruza el dolor y la denuncia, abre significaciones, desmaquilla las intenciones de la esfera pública oficial.

Veamos: “No bastó con la muerte de mi compañero, del padre de mis hijas, no bastó con la muerte de un maestro honesto y lleno de valores. Se siguió reprimiendo la libertad de expresión de los compañeros, en relación con este tema, se hizo una cacería de brujas (...) intenso dolor de gran injusticia; había mucha participación dentro de la asamblea y esto le molestaba al gobierno.

Hago un llamado a los papás de mis alumnos, a los papás de los alumnos de Carlos, a las agrupaciones y a los partidos políticos quiero convocarlos a la no impunidad y el juicio y castigo a los culpables ideológicos y materiales de este hecho...” (7)

Por supuesto que hay mucho más, pero creemos que este fragmento ilustra lo que intentamos, con esta primera aproximación, poner en crisis: la hipótesis de la confusión.

Continuaremos trabajando para profundizar aun más estos conceptos en función de aportar más elementos para recuperar la corporalidad, la subjetividad privatizada y travestida en actor social.

Convencidos de que el discurso íntimo es generador de colectivos sociales, es decir contrapúblicos, voces que recuperan las corporalidades que la esfera pública oficial controla, vigila y disciplina con sus mecanismos y estrategias.

El discurso íntimo como lugar de producción de discurso público, liberador; frente al discurso estatizado producido desde los grupos de intereses privados para la dominación.

Seguramente, habrá que pensar la Educación desde las nociones de lo público y lo íntimo, si pretendemos seguir hablando de la formación en el pensamiento crítico de un sujeto liberado y no liberalizado como actor social.

Seguramente tendremos que repensar, una vez más, la función de los medios masivos de comunicación (privados y estatales) en el espacio público.

Seguramente, también habrá que redefinir qué es la producción pública de medicamentos.

Seguramente, las resistencias de las poblaciones afectadas por la megaminería contaminante construye contrapúblicos que forman nuevas subjetividades colectivas, al igual que los pueblos fumigados por los agronegocios de la trangénesis y sus pesticidas.

Seguramente, las fábricas recuperadas cumplen un rol social distinto porque generan efectos de sentido que producen subjetividad: desde lo íntimo (la pérdida del trabajo) a la construcción contrapública (la recuperación): “Zanon es del pueblo”

Seguramente, los Pueblos Originarios son otro de los ejemplos de recuperación desde lo íntimo de la territorialidad, su lengua y su cultura, es decir su corporalidad.

Seguramente Las Madres y Las Abuelas de Plaza de Mayo son la mejor explicación de cómo el discurso íntimo se hace discurso público. Seguramente habremos de seguir explorando para demostrar que lo íntimo, no es sólo un fragmento del discurso amoroso.
*****
Publicado en la revista Mate amargo Nª 21 noviembre/diciembre 2007.

Notas:
1) Marx Karl: Critica al programa de Gotha, Biblioteca de Filosofía. Libronauta. Buenos Aires 2002.
2) Thomas Bernhard en “Génesis y estructura del campo burocrático” de Pierre Bourdieu 1993 (versión electrónica).
3) Habermas J. Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona. G. Gili, 1981.
4) Fraser N. “Habermas y la esfera pública”. Universidad de Carolina del norte. Conferencia. 1989. En Cuaderno del FEIA 2 . 2004.
5) Dussel E. “Sobre el sujeto y la intersubjetividad: el agente histórico como actor en los movimientos sociales” artículo publicado en revista Pasos 1999. (versión electrónica)
6) Benjamin W. “Para una crítica de la violencia” artículo. (versión electrónica)
7) Reportaje (fragmento) realizado por Omar López para la revista “Mate amargo” Nº 20. 2007.

*****

No hay comentarios: