viernes, 30 de noviembre de 2012

NACIONES UNIDAS: Un paso histórico para el Estado de los palestinos. Como Estado Observador no Miembro.

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“Hace 65 años, este mismo día, la Asamblea General adoptó la resolución 181, que partió a Palestina. Ahora la Asamblea General se enfrenta a un deber moral, que no puede ser pospuesto. Deben dar un certificado de nacimiento a la realidad de Palestina”, concluyó Abbas antes de recibir un cerrado aplauso. Después de la votación, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que tras una jornada que calificó de “histórica” es “urgente” que los palestinos e israelíes reanuden unas “negociaciones” directas. “Creo que los palestinos tienen su legítimo derecho a tener su propio Estado independiente e Israel tiene derecho a vivir con seguridad dentro de sus fronteras”, subrayó Ban, quien reiteró que “no puede haber sustitutos a las negociaciones directas”. Una vez confirmado el nuevo estatus, Palestina tendrá acceso a varias agencias del sistema de Naciones Unidas, como ya ocurrió el año pasado con la Unesco, y a tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional (CPI). El gobierno israelí, a cargo del derechista Bibi Netanyahu, viene atizando a la opinión pública internacional con una amenaza. Sostiene que, como Estado observador de la ONU, lo primero que hará Palestina es llevar las acciones militares israelíes a la Corte Penal Internacional para pedir su juzgamiento como crímenes de lesa humanidad. Argumenta el gobierno de Israel que esa movida dejará a los israelíes en un estado de completa indefensión.
Pero el voto de ayer fue histórico.
Primero, porque tuvo el apoyo de regiones enteras como América del Sur, de las grandes potencias emergentes (China, India, Rusia, Brasil) y de importantes países europeos encabezados por Francia. Por contraste, la posición israelí en contra del reconocimiento, si bien generó un fuerte apoyo de Estados Unidos, quedó prácticamente reducida a un puñado de países. Segundo, porque la votación en la Asamblea revirtió el fracaso del año pasado, cuando Estados Unidos vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU el ingreso de Palestina como miembro pleno. Para sortear ese obstáculo, este año Palestina presentó su candidatura como Estado observador no miembro, similar al Vaticano, que no requiere la aprobación del Consejo sino la de la Asamblea, donde ningún país puede vetar lo que decide la mayoría. Tercero, porque llega en un momento crucial en las negociaciones entre Israel y Palestina para levantar el bloqueo en la Franja de Gaza y frenar las colonizaciones en Cisjordania. La aceptación del Estado palestino implica la aceptación del territorio palestino. Por ende, ya no se podrá hablar tan fácilmente de “territorio en disputa”, como rutinariamente hace el gobierno israelí al referirse a Cisjordania y el este de Jerusalén en los foros internacionales. A partir de ahora, para la ONU, Cisjordania y el este de Jerusalén son “territorio ocupado”.
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Mahmud Abbas, en su discurso ante la Asamblea de la ONU, pide el reconocimiento del Estado palestino.
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NACIONES UNIDAS: Un paso histórico para el Estado de los palestinos.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, reconoció a la Autoridad palestina como Estado Observador no Miembro.
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La resolución impulsada por el líder palestino, Mahmud Abbas, contó con 138 votos a favor, incluyendo Argentina, nueve en contra, incluyendo Israel y EE.UU., y 41 abstenciones. La ONU hizo un llamado para un acuerdo de paz.
Página /12 Viernes 30 de noviembre del 2012.
En un día de júbilo para el pueblo palestino, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó ayer por mayoría absoluta una resolución que reconoce a la Autoridad Palestina (AP) como un Estado observador no miembro. En una votación directa en el pleno de la Asamblea General la resolución impulsada por el líder palestino, Mahmud Abbas, contó con 138 votos a favor, nueve en contra y 41 abstenciones. La resolución, que “reafirma el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación e independencia en un Estado de Palestina a partir de las fronteras de 1967”, eleva el estatus de la AP de “entidad observadora” a Estado observador no miembro.
Además, expresa la “urgente necesidad” de reanudar y acelerar las negociaciones para alcanzar un acuerdo de paz “justo, duradero y completo” entre palestinos e israelíes basado en las resoluciones de la ONU, los principios de Madrid y la hoja de ruta del Cuarteto. La resolución de la Asamblea General confía en que ese eventual acuerdo ayude a resolver los temas pendientes más importantes: “Los refugiados palestinos, Jerusalén, los asentamientos, las fronteras, la seguridad y el agua”.
Antes de la votación, el presidente de la Autoridad Palestina (AP) Mahmud Abbas, explicó que su iniciativa de solicitar un nuevo estatus se debe a que es un creyente de la paz y “porque su pueblo la necesita desesperadamente”. “Vamos a continuar luchando para llegar a la paz, nuestro pueblo no va a renunciar a sus derechos”, exclamó frente a las representaciones. Añadió que Palestina no pretende desconocer a Israel con su intención de ser parte de la ONU, solo “queremos que nos reconozcan nuestra independencia”.
“Hace 65 años, este mismo día, la Asamblea General adoptó la resolución 181, que partió a Palestina. Ahora la Asamblea General se enfrenta a un deber moral, que no puede ser pospuesto. Deben dar un certificado de nacimiento a la realidad de Palestina”, concluyó Abbas antes de recibir un cerrado aplauso.
Después de la votación, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que tras una jornada que calificó de “histórica” es “urgente” que los palestinos e israelíes reanuden unas “negociaciones” directas. “Creo que los palestinos tienen su legítimo derecho a tener su propio Estado independiente e Israel tiene derecho a vivir con seguridad dentro de sus fronteras”, subrayó Ban, quien reiteró que “no puede haber sustitutos a las negociaciones directas”. Una vez confirmado el nuevo estatus, Palestina tendrá acceso a varias agencias del sistema de Naciones Unidas, como ya ocurrió el año pasado con la Unesco, y a tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional (CPI).
La decisión, apoyada por una abrumadora mayoría, abre un nuevo capítulo en una lucha que se prolonga por más de seis décadas y deja a Israel y a Estados Unidos en un fuerte aislamiento diplomático. Los países que votaron en contra fueron Canadá, República Checa, Palau, Nauru, Micronesia, Isla Marshall, Panamá, Estados Unidos e Israel.
La votación no supone la admisión de Palestina como miembro pleno de la ONU, un paso que corresponde al Consejo de Seguridad, ni tiene consecuencias inmediatas en cuanto a la creación efectiva de un Estado.
No obstante, este ingreso como Estado observador, da a los palestinos renovada legitimidad en su lucha contra la ocupación y llama la atención mundial sobre la urgente necesidad de poner fin a un problema que explica en gran medida el clima permanente de inestabilidad y violencia en Medio Oriente.
Por ello, Estados Unidos e Israel no han escatimado medios en los últimos dos años para obstaculizar los esfuerzos palestinos. Incluso, Washington utilizó su poder de veto para bloquear la oferta de la plena adhesión de Palestina en el Consejo de Seguridad en 2011. No obstante, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), ya había aprobado el ingreso de Palestina como Estado miembro, una acción que le costó sanciones económicas por parte de Estados Unidos.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que el reconocimiento que obtuvo Palestina en la ONU como Estado observador “no acercará más la paz, sino que de hecho la alejará más”, y no cambiará nada sobre el terreno”, ya que “un Estado palestino sólo puede surgir de las negociaciones con Israel”. “No importa cuántas manos se levanten contra nosotros”, dijo Netanyahu sobre la votación de la ONU, “no hay poder sobre la tierra que me haga renunciar a la seguridad de Israel”, que ocupó Cisjordania y Jerusalén Este desde 1967.
Por su parte, Estados Unidos insistió ante la Asamblea General de la ONU en que la resolución aprobada ayer para que la Autoridad Palestina tenga el estatus de Estado observador no miembro es “contraproducente”. “Es una resolución desafortunada y contraproducente, y por eso hemos votado en contra”, afirmó la embajadora estadounidense ante Naciones Unidas, Susan Rice.
A su vez Francia pidió que se reanuden “sin condiciones y lo antes posible” las negociaciones entre Israel y Palestina para lograr una “paz justa y global”. El presidente de Francia, François Hollande, se expresó de esa manera en un comunicado después de que la Asamblea General de la ONU aprobara, con el voto francés, la resolución. “Francia ha hecho la elección coherente con el objetivo, afirmado desde 1947, que dos Estados vivan en paz y seguridad”, agregó el presidente francés.
La Asamblea General de las Naciones Unidas aceptó la entrada de Palestina cómo Estado Observador de la ONU.
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Un horizonte Diplomático.
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Por Martín Granovsky
Hace 65 años, cumplidos con exactitud ayer, las Naciones Unidas decidieron partir la tierra palestina bajo dominio inglés y diseñar un plan para crear dos Estados: uno judío y otro árabe. Habían pasado sólo dos años del fin de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Votaron a favor de la partición 33 países, entre ellos los Estados Unidos, la Unión Soviética y Brasil. Se opusieron 13, entre ellos los árabes y la India. Y se abstuvieron 10. La Argentina y el Reino Unido revistaron juntos en el último grupo.
Tras una guerra de guerrillas, el Estado de Israel fue constituido en 1948. En cambio, el Estado árabe en tierra palestina quedó entre las asignaturas pendientes del sistema internacional.
Ayer, una Asamblea General mucho más representativa que la del ’47 reconoció en carácter de Estado observador a la actual Autoridad Palestina. Israel votó en contra. Los Estados Unidos también.
Crear un Estado o reconocer a otro nuevo, incluso en la categoría de observador y no de miembro pleno, dista de ser un seguro contra las guerras. Tampoco garantiza la paz. Pero la mayor institucionalidad sí puede convertirse en un modo de ayudar a las negociaciones diplomáticas.
El gobierno israelí, a cargo del derechista Bibi Netanyahu, viene atizando a la opinión pública internacional con una amenaza. Sostiene que, como Estado observador de la ONU, lo primero que hará Palestina es llevar las acciones militares israelíes a la Corte Penal Internacional para pedir su juzgamiento como crímenes de lesa humanidad. Argumenta el gobierno de Israel que esa movida dejará a los israelíes en un estado de completa indefensión.
Afortunadamente, Netanhayu no expresa a todos sus ciudadanos. Un editorial publicado ayer en el diario Haaretz señaló que el reconocimiento a un Estado palestino “no es un obstáculo para la paz”. Recordó el editorial que el presidente palestino Mahmoud Abbas se comprometió a retomar conversaciones con Israel inmediatamente después del reconocimiento. La recomendación de Haaretz a Bibi es sencilla: que el primer ministro sea el primero en felicitar a Abbas “por el logro” y que acuerde “una fecha pronta para las tratativas”. Termina así el texto: “No sólo los palestinos se merecen un horizonte diplomático. También los israelíes”.
Quienes están en contra de la mayoría de la ONU, dentro y fuera de Israel, omiten que el compromiso de los palestinos con el propio reconocimiento del Estado israelí puede ser mayor tras el voto en la Asamblea General. Soslayan la posibilidad de que el doble negacionismo iraní –negacionismo activo del Holocausto, negacionismo de la existencia del Estado de Israel– pierda legitimidad en lugar de ganarla, como lo viene haciendo entre sectores musulmanes.
La Argentina, esta vez, votó con la mayoría. La posición oficial combina el reconocimiento a Israel con el apoyo a una institucionalidad palestina de mayor calidad. Esa postura admite la complejidad y elude opiniones dogmáticas que, con frecuencia, coquetean con el antisemitismo. Amos Oz, el gran escritor israelí, dijo en una entrevista con Letras Libres en 2004: “Ambos, palestinos e israelíes, están viviendo ahí y ninguno tiene otro lugar al que ir. Ninguno. Es la única patria para los palestinos y la única patria para los judíos israelíes. Tienen que llegar a un compromiso. Y no hay un final feliz para nadie. Puede haber un compromiso pragmático”.
Otra respuesta de Amos Oz se aplica al futuro que comenzó luego del voto de ayer: “Los intelectuales progresistas europeos odian Hollywood porque ahí sólo se representa el blanco y el negro, los buenos y los malos de la película. Pero cuando esto se refiere a Oriente Medio quieren saber inmediatamente dónde están los chicos buenos y los malos: firman una petición a favor de los chicos buenos, odian a los chicos malos y se van a dormir. Mi modo de estar en la izquierda y mi actitud son muy diferentes: no estoy en el negocio de recogida de firmas, ni en el de impresionar a la gente. Sé que en Oriente Medio los israelíes y los palestinos viven una tragedia, no una película del Oeste. Los palestinos llevan adelante una causa muy dura, y lo mismo pasa con los israelíes. No es nada simple y no se puede mirar en términos de blanco y negro”.
Los padres de Amos Oz huyeron de Europa y llegaron al territorio palestino bajo mandato británico en 1933, el mismo año del ascenso de Adolf Hitler. El escritor nació en 1939, año del comienzo de la Segunda Guerra. Peleó en la Guerra de los Seis Días de 1967 y en la de Yom Kipur de 1973. Después fundó el movimiento Paz Ahora.
Por lo visto, nada es simple.

Estado con Derechos.
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Por Santiago O’Donnell
Palestina es un país sufrido, el paria del mundo árabe, huérfano de muchas bendiciones, pero muy tenaz y persistente en la lucha por sobrevivir. Ayer festejó su ingreso a las Naciones Unidas como Estado observador no miembro, lo cual significa un reconocimiento del organismo multilateral a la existencia del Estado palestino. Claro, nadie necesita decirles a los palestinos que existen, ni que sus instituciones, territorios y tradiciones cívicas conforman el plexo de lo que bien puede considerarse un Estado. Los mismos palestinos te dirán que ellos son Estado desde que declararon la independencia en 1988. También está el reconocimiento de más de 130 países que ya alojaban delegaciones diplomáticas palestinas a modo de apoyo simbólico y explícito a la noción de soberanía palestina.
Pero el voto de ayer fue histórico.
Primero, porque tuvo el apoyo de regiones enteras como América del Sur, de las grandes potencias emergentes (China, India, Rusia, Brasil) y de importantes países europeos encabezados por Francia. Por contraste, la posición israelí en contra del reconocimiento, si bien generó un fuerte apoyo de Estados Unidos, quedó prácticamente reducida a un puñado de países.
Segundo, porque la votación en la Asamblea revirtió el fracaso del año pasado, cuando Estados Unidos vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU el ingreso de Palestina como miembro pleno. Para sortear ese obstáculo, este año Palestina presentó su candidatura como Estado observador no miembro, similar al Vaticano, que no requiere la aprobación del Consejo sino la de la Asamblea, donde ningún país puede vetar lo que decide la mayoría.
Tercero, porque llega en un momento crucial en las negociaciones entre Israel y Palestina para levantar el bloqueo en la Franja de Gaza y frenar las colonizaciones en Cisjordania. La aceptación del Estado palestino implica la aceptación del territorio palestino. Por ende, ya no se podrá hablar tan fácilmente de “territorio en disputa”, como rutinariamente hace el gobierno israelí al referirse a Cisjordania y el este de Jerusalén en los foros internacionales. A partir de ahora, para la ONU, Cisjordania y el este de Jerusalén son “territorio ocupado”.
El futuro está abierto. Israel y Estados Unidos habían amenazado a Palestina con sanciones económicas si se llevaba adelante la votación. Quedan pendientes una negociación en Oslo con la Autoridad Palestina y otra en Egipto con Hamas. La postura israelí es sólo discutir un posible Estado palestino después de un acuerdo de paz con ese país. Pero ante los hechos consumados, esa postura podría cambiar.
Faltan acuerdos para el regreso de millones de palestinos exiliados, el estatus de Jerusalén, el límite territorial preciso del nuevo Estado y el arreglo de seguridad con Israel para que funcionen los pasos fronterizos y personas y bienes puedan circular libremente. El gobierno israelí, con apoyo estadounidense, sostiene que ninguno de estos temas se pueden arreglar si se le entrega a Palestina el derecho a ser un Estado antes de exigirle que renuncie al terrorismo y a promover la destrucción de Israel. El desafío de Palestina será demostrar que, por el contrario, sólo un Estado con derechos puede constituirse en un Estado de Derecho. Hoy se unió en el festejo un pueblo sufrido y dividido. Pero más que un premio, el reconocimiento de Naciones Unidas es un impulso, un mandato, una gran responsabilidad. Un obstáculo menos en el camino hacia una paz digna y confiable.
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jueves, 29 de noviembre de 2012

ESPAÑA: El rescate bancario: préstamos a cambio de despidos. Quiebre económico y quiebre moral.

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Pero, claro, hay reestructuraciones y reestructuraciones y la que se nos ha impuesto es de las que, más que ayudar a una transición suave y a amortiguar sus costes sociales y personales, deja a los pies de los caballos a los trabajadores, convirtiéndolos en moneda de cambio de unos beneficios que difícilmente aparecerán en una economía en caída libre como es la española. Aunque eso no debe quitar el sueño a la Comisión que sabe que detrás de las instituciones rescatadas se encuentra el erario público y, por tanto, el dinero de todos los contribuyentes por si aquéllas no pueden devolver por sí mismas los fondos recibidos. Y es que, si algo no debemos olvidar, es que los préstamos del presente son los recortes sociales del futuro; así de torcidos son los renglones con los que escribe la troika sus pactos mefistofélicos y sólo de esa forma puede calificarse la reestructuración llegada desde Bruselas en el día de ayer cargada de argumentos para la indignación. En cuanto al orden moral, el que procedía del régimen fue desapareciendo paulatinamente, quedando ahora reductos de la vieja moral sólo entre las generaciones de más edad, pero sin que las nuevas hayan llenado el vacío con otras reglas que no sean fruto de cada capricho individual. Tras el ordine nuovo político y la crisis moral, llega la crisis económica que está haciendo tambalear los fundamentos de la estabilidad social y suscita la necesidad de otro orden que no acaba de establecerse. Sin embargo lo cierto es que con anomia prolongada (ausencia de normas más allá de las impuestas por el poder), una sociedad no puede ir muy lejos sin descomponerse o desplomarse socialmente con estrépito.
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ESPAÑA: El rescate bancario: préstamos a cambio de despidos.
"Quiebre económico y quiebre moral".
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Alberto Montero Soler.

Rebelión. Jueves 29 de noviembre del 2012.

Ya tenemos aquí el tan esperado rescate bancario y, como no podía ser de otra forma, llega dando una nueva vuelta de tuerca sobre la economía española y, más concretamente, sobre los trabajadores del sector y sobre el conjunto de los contribuyentes.

Hasta ahora, la condicionalidad asociada al rescate, contenida de forma convenientemente difusa en el Memorándum de Entendimiento, había afectado al conjunto de la economía tanto por la vía de los ajustes asociados a la persecución draconiana de un equilibrio fiscal imposible como por la de las reformas estructurales centradas en el mercado de trabajo y destinadas a quebrar cualquier tipo de capacidad negociadora de los trabajadores. Una condicionalidad que se ha convertido en la línea directriz de una política económica que empuja de manera suicida a la economía española hacia un abismo sin fondo, tal y como acaban de poner de manifiesto las previsiones recién publicadas de la OCDE para el año 2013.

Pero en el Memorándum también se decía que el rescate tendría implicaciones sobre el sistema financiero y que éste debería verse sometido a un proceso de reestructuración. Dada la hipertrofia adquirida por el mismo durante su proceso de cebado de la burbuja inmobiliaria, esto era, hasta cierto punto, lógico y esperable. Nadie puede dudar de que era necesaria una reestructuración del sistema financiero que eliminara parte de su excedente de capacidad y lo readecuara a las necesidades de una economía en proceso de desapalancamiento.

Pero, claro, hay reestructuraciones y reestructuraciones y la que se nos ha impuesto es de las que, más que ayudar a una transición suave y a amortiguar sus costes sociales y personales, deja a los pies de los caballos a los trabajadores, convirtiéndolos en moneda de cambio de unos beneficios que difícilmente aparecerán en una economía en caída libre como es la española. Aunque eso no debe quitar el sueño a la Comisión que sabe que detrás de las instituciones rescatadas se encuentra el erario público y, por tanto, el dinero de todos los contribuyentes por si aquéllas no pueden devolver por sí mismas los fondos recibidos.

Y es que, si algo no debemos olvidar, es que los préstamos del presente son los recortes sociales del futuro; así de torcidos son los renglones con los que escribe la troika sus pactos mefistofélicos y sólo de esa forma puede calificarse la reestructuración llegada desde Bruselas en el día de ayer cargada de argumentos para la indignación. Veámoslos.

En primer lugar hay algo que, aunque pudiera parecer una cuestión meramente nominal, creo que no lo es. Hablamos de ayudas para instituciones nacionalizadas a las que se aporta fondos públicos directamente y a las que se respalda el monto del rescate con el dinero de nuestros impuestos y, sin embargo, sigue sin plantearse ningún tipo de participación pública activa en la gestión de las instituciones, no sólo por ejercer mínimamente el derecho de propiedad, sacrosanto en el capitalismo, sino para reconducir su actividad hacia la recuperación del crédito. Pues no, se les entrega el dinero de todos y se les permite que sigan con su negocio, que si no responden ya lo hará el resto de españoles por ellos.

En segundo lugar, nos encontramos con que tan sólo cuatro instituciones van a recibir, en total y de momento, una inyección de 67.000 millones de euros de ayudas públicas (37.000 millones aportados por Europa y 30.000 millones aportados por España, tal y como recoge el comunicado de prensa de la Comisión Europea), es decir, más del 6% del PIB español, mientras se recortan cada día derechos sociales que afectan al bienestar de todos nosotros porque, según nos dicen, no hay recursos para atenderlos.

Las preguntas, entonces, son claras: ¿por qué motivo estas instituciones deben ser rescatadas y no se podía permitir su quiebra y que fueran los accionistas y acreedores quienes cargaran con el coste de la mala gestión? ¿Es realmente sistémica Bankia como para que se le inyecten 36.000 millones de euros? ¿Cuánto de sistémicos tienen NovaGalicia o Catalunya Caixa para que nos cuesten 10.000 y 14.000 millones de euros, respectivamente? Y ya el colmo es el caso de Banco de Valencia que, en lugar de dejarlo quebrar, se lo sanea completamente con dinero público por valor de 7.000 millones de euros y se vende a CaixaBank por 1 euro. Ahora que cada cual piense lo que quiera de la operación.

Si ninguna de las entidades rescatadas tenía carácter sistémico, ¿qué podría justificar entonces que no se les dejara quebrar? Eso nos lleva al tercer argumento para la indignación. La única razón que podría esgrimir el gobierno para legitimar el rescate sería su voluntad de proteger los puestos de trabajo del sector intentando que la reestructuración fuera lo menos traumática posible. Pero tampoco es el caso. Lo que acaba de hacer Bruselas con la aquiescencia del gobierno, que es quien avala los planes de reestructuración de cada entidad, es cortar por lo sano y facilitar que las empresas traten de conseguir beneficios por la vía de despedir masivamente trabajadores. Es decir, nuevamente el empleo se convierte en la variable de ajuste del sistema, su única vía para recomponer la tasa de ganancia.

¿Qué más da si para conseguir beneficios Bankia tiene que despedir a 6000 personas o NovaGalicia a 2500? ¿Por qué no probamos a hacer los números del rescate sobre otros parámetros y dividimos los 1.000 millones de euros aprobados para Bankia en el plan de rescate entre los 6000 despedidos? El resultado no puede dejar indiferente a nadie: por cada despido Bankia recibirá de Bruselas 3 millones de euros que es, paradójicamente, casi la misma cantidad que se llevó Miguel Blesa al abandonar Caja Madrid (2,7 millones de euros). Ahora, si lo deseamos, podemos devolver el análisis a los parámetros financieros convencionales y relacionar las ayudas con los ratios de capital y las provisiones o podemos, por el contrario, preguntarnos cuánto, de esos tres millones de euros por despido, se destinará a pagar la respectiva indemnización de cada trabajador. ¿Correrán todos ellos la misma suerte que Blesa? Un Blesa que, para más inri, se enorgullecía en su comparecencia parlamentaria de haber multiplicado el balance del banco por seis como si eso no tuviera nada que ver con la quiebra de la institución, como si el incremento de cantidad no tuviera ningún tipo de relación con la calidad.

Eso sí, en cualquier caso que sepan esos trabajadores que serán inmolados por una causa superior y que, por tanto, “su sacrificio no será baldío”, como ha declarado Goirigolzarri, porque sus despidos se harán en aras de una “auténtica refundación” del banco nacionalizado. Ofrecer un consuelo de esa naturaleza a 6.000 trabajadores a punto de ser despedidos es de una inmoralidad que raya en lo obsceno.

Y, para concluir, hay algo que todos deberíamos tener meridianamente claro: nada garantiza que con estas reformas se puedan obtener beneficios o, si lo prefieren lo digo en roman paladino, lo más probable es que todas estas ayudas tengan que ser devueltas con el dinero de los contribuyentes. Y es que con las limitaciones a las que se ha sometido a las instituciones rescatadas tanto en términos de negocio (centrado en las pymes y particulares cuya situación financiera es de todos conocida), como geográficas (lo cual no deja de ser sorprendente: Bruselas ha restringido el derecho de establecimiento a nivel autonómico para estas cuatro entidades. ¿Podría salir alguien de este gobierno a explicarlo, por favor?) o para la captación de financiación, mucho tendría que cambiar la coyuntura económica para que las entidades pudieran generar los beneficios necesarios para cubrir el monto del rescate. Así que, por lo que pueda pasar, vayan pensando que de aquí a unos años la factura de estas “ayudas” la tendremos sobre la mesa para digerirla entre todos. Y, si no, al tiempo.
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Alberto Montero Soler es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y presidente de la Fundación CEPS. Acaba de publicar junto a Juan Pablo Mateo el libro "Las finanzas y la crisis del euro: colapso de la Eurozona", en Editorial Popular. Puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.
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España: Quiebra económica y quiebra moral.
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Jueves 29 de noviembre del 2012.

Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)

Hay crisis cuando un orden o sistema, sea biológico u orgánico, social o económico, ético o moral quiebra y desaparece en espera de ser reemplazado por otro. En España el orden político y jurídico nuevo reordenó algunas cosas administrativas del régimen anterior, pero luego el statu quo se ha mantenido sin variaciones perceptibles.

En cuanto al orden moral, el que procedía del régimen fue desapareciendo paulatinamente, quedando ahora reductos de la vieja moral sólo entre las generaciones de más edad, pero sin que las nuevas hayan llenado el vacío con otras reglas que no sean fruto de cada capricho individual. Tras el ordine nuovo político y la crisis moral, llega la crisis económica que está haciendo tambalear los fundamentos de la estabilidad social y suscita la necesidad de otro orden que no acaba de establecerse. Sin embargo lo cierto es que con anomia prolongada (ausencia de normas más allá de las impuestas por el poder), una sociedad no puede ir muy lejos sin descomponerse o desplomarse socialmente con estrépito.

En buena medida la explicación, aunque tiene varias causas y admite varios enfoques, puede encontrarse en que España, durante la dictadura y tras una guerra fratricida, en lo moral fue sometida por la Iglesia, y en lo político y social, por unas cuantas familias amparadas por el dictador. El poder de la Iglesia continuó y continúa y al poder de esas familias le sucedió el de sus herederos, a los que se unieron otras familias arribistas que progresan por medios rápidos y sin escrúpulos. Entre todos han ido envileciendo poco a poco a este país… Las últimas noticias deprimentes e indignantes están relacionadas con el indulto de unos policías torturadores. Y tan indignante y deprimente como ésa, ese derecho de gracia, propio de las satrapías (no recogido en la Constitución y por tanto inconstitucional), que se arrogan los gobiernos sucesivos, que desautoriza al poder judicial y quiebra el equilibrio entre los tres poderes del Estado.

Por otro lado, oír a esa chusma que, desde la solemnidad de las instituciones, miente, maquina y se confabula contra todo lo que se mueve en la dirección que no es la suya, saca lo peor de uno. Hasta tal punto eso es sí que no extraña que muchos empiecen a pensar en el cuerpo a cuerpo. Tanta desvergüenza, descaro y cinismo tras años de provocación e hipocresía, no son propios de un país que se precie de avanzado. La crisis económica que causa millones de desempleados a la fuerza, oleadas de desahucios y desalojos, y millones de ciudadanos que subsisten sólo gracias a la filantropía, con los consiguientes dramas familiares e individuales sin interrupción, es el reflejo de una absoluta desmoralización de la sociedad en su conjunto.

Bancos, Cajas y políticos oportunistas, empresarios, directivos y periodistas al acecho de la ocasión para exprimir hasta las heces todo cuanto pueda convertirse en dinero, hacen de este país el último en honestidad y el primero en contracultura y decadencia de Europa. Un país, cuyos dirigentes en todas las esferas, incluida la del periodismo, se contenta con el Código Penal como único fundamento ético, es un país en quiebra política, económica y moral aun antes de declararse las tres oficialmente. Un país donde la investigación y la Ciencia, las bellas artes y los nobles oficios, la educación y la enseñanza sufren una involución desastrosa, no puede esperar nada del presente y menos del futuro. En todo caso la práctica "neoliberal", de inspiración anglosajona, es una ideología que ha sintonizado de una manera cabal con el espíritu absolutista, dictatorial y caciquil que subyace en las clases sociales de este país acostumbradas a mandar. Por eso los gobiernos de la derecha en España funcionan no como organización política al servicio de la colectividad, sino como lobby; esto es, como colectivo con intereses comunes sólo atento a promover decisiones favorables a los intereses de ese sector concreto de la sociedad. De ahí que su principal objetivo sea privatizarlo todo y obtener el máximo beneficio particular, sin que le importe la exclusión de una gran parte de la ciudadanía.

Las siguientes generaciones valorarán la realidad que vivimos ahora de un país en manos de pícaros, de marrulleros, de tramposos y de ladrones que vienen mangoneando a lo largo de estos últimos 37 años. Unos pertenecientes a una clase política deplorable, otros al periodismo decadente, otros a una familia real no menos lamentable, y otros a la banca, a la empresa o como simples detentadores de dinero improductivo. Todos lo han zarandeado a niveles de rapiña y manipulación incluso superiores a los de la dictadura precedente...

La única solución que tiene España para cerrar una larga etapa canallesca, es la abrogación de la Constitución, la redacción de una nueva y la reconstrucción política, económica y ética del país, situándose intelectualmente los constituyentes en el mismo instante en que se liquidó la dictadura al morir el dictador. Es decir empezando todo desde cero.
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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cataluña, la sobrevivencia del nacionalismo en tiempos de globalización.

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La pregunta a hacerse en este caso, es si efectivamente Cataluña está en condiciones de ser un Estado independiente. Veamos algunos datos. Dispone de alrededor de 32.000 kilómetros cuadrados, una extensión respetable en Europa. En ese territorio viven siete millones y medio de personas, una población que duplica a Uruguay y muy parecida a la de Paraguay. Su desarrollo económico, la calidad de su clase empresarial y su sistema institucional es del primer mundo. Con todos estos atributos, Cataluña está en condiciones de ser un efectivo Estado nacional. Es más, como la historia lo demuestra, y muy en particular en Europa, con la mitad de esas virtudes se han fundado Estados que a pesar de todo sobreviven. Cataluña hoy es una sociedad pluralista, democrática y con fuertes tradiciones republicanas y nacionales. En ese contexto, esta Nación no sólo que está en condiciones de ser un Estado independiente, sino que además podría ejercer su nuevo status de manera eficaz, porque, de alguna manera, los catalanes hace décadas que se vienen preparando para dar este paso.
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El Partido Popular que responde a Rajoy y defiende a rajatabla la unidad española, ganó un escaño, por lo que ahora contará con 19 representantes. Los defensores de la unidad de España no han avanzado, pero tampoco han retrocedido de manera significativa.
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Cataluña, la sobrevivencia del nacionalismo en tiempos de globalización.
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Rogelio Alaniz.
El Litoral.com  Martes 27 de noviembre del 2012.

Un politólogo catalán, célebre por su moderación y su afán por quedar bien con todo el mundo, declaró después de las elecciones del pasado domingo, que la independencia de Cataluña debía realizarse atendiendo a dos principios: ni contra España ni contra Europa. La consigna impresiona como agradable al primer golpe de vista, pero no bien se presta atención al escenario, lo agradable se transforma en difícil por no decir imposible, ya que por lo pronto el primer inconveniente que provocaría la independencia sería la animosidad del gobierno de Rajoy y la indiferencia y el hermetismo de la Unión Europea.

¿Será tan así? No lo sabemos y creo que por el momento no hay modo de saberlo. Convengamos que la independencia de Cataluña provocaría un impacto político y cultural trascendente en Europa y Occidente, más allá de las amenazas de los poderes establecidos. Por otra parte, a nadie se le escaparía que un paso de estas dimensiones abriría la puerta para que los vascos y, por qué no, los gallegos, apunten en la misma dirección, reduciendo a España -dicho como boutade- a un territorio parecido al que disponían en tiempos de los reyes católico.

Nunca sabremos si el presidente de Cataluña, Arturo Mas, quiere la independencia por razones genuinas o apela a este recurso para distraer a la opinión pública con una consigna simpática para la mayoría de los catalanes. En estos casos, los hechos importan más que las intenciones. En principio, si Mas esperaba fortalecer su liderazgo, los números no le fueron propicios. Su partido mantuvo la mayoría, pero perdió doce escaños, mientras que su competidor más fuerte, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), aumentaba de diez escaños a veintiuno.

Por su parte, los opositores a la independencia no están del todo disconformes con los resultados. Los socialistas tendrán veinte escaños, aunque con relación a las elecciones anteriores perdieron nueve, por lo que en este caso no están muy contentos que digamos. Por su parte, el Partido Popular que responde a Rajoy y defiende a rajatabla la unidad española, ganó un escaño, por lo que ahora contará con 19 representantes, mientras que el gran triunfador moral y político de la jornada fue “Ciutadans de Cataluña”, que pasó de tres escaños a nueve, manteniendo un perfil progresista y moderno.

Conclusión: los defensores de la unidad de España no han avanzado, pero tampoco han retrocedido de manera significativa. Los votos que perdieron los socialistas se fueron para “Ciutadans...”. De todos modos, conviene recordar, una vez más, que el debate acerca de independencia o unidad con España no puede entenderse desde la polarización izquierda y derecha. El ejemplo más elocuente al respecto lo brinda la CIU, intentando liderar la independencia, mientras el Partido Popular se opone a ella.

Continuemos. La ilusión de transformar a las elecciones en una suerte de referéndum a favor de la independencia, se vio frustrada, o no se cumplió como sus promotores lo pensaban. En el parlamento catalán hay 135 escaños de los cuales 87 están a favor de la independencia, mientras que 48 se han manifestado en contra. La mayoría independentista, por lo tanto, existe, pero el problema es que antes de las elecciones era más amplia, por lo cual hay motivos para suponer que la estrategia fracasó o las elecciones estuvieron de más, opinión esta última que comparten varios analistas catalanes, quienes estiman que Mas cometió un error en adelantar las elecciones, alentando la fantasía de que iba a incrementar su poderío.

El análisis acerca de los efectos de la coyuntura electoral, no debería hacernos perder de vista un hecho que para quienes conocen Barcelona resulta casi obvio. Nos referimos al fuerte sentimiento indepedentista de la región, un sentimiento que se respira en el aire, se percibe en todos los niveles, atraviesa todas las clases sociales y que en las ciudades y localidades del interior es mucho más fuerte, como lo demuestra el hecho elocuente y aleccionador de que de 947 localidades que integran la región, alrededor de 160 se han declarado en diferentes momentos, pero con idéntico entusiasmo, como territorio libre y soberano.

O sea que hay buenos motivos para deducir de que en algún momento ese sentimiento se hará realidad, más allá de las sobreactuaciones de los dirigentes y de las previsibles tensiones con España. Los catalanes hace rato que de manera conciente e inconciente vienen trabajando en esa dirección. Nunca los conformó ser parte de España, una realidad que aceptaron como una imposición o como una conveniencia de la coyuntura. Es verdad que durante años los líderes catalanes mantuvieron con el poder de Madrid un comportamiento utilitario y oportunista, caracterizado por la tendencia a amenazar con la secesión o algo parecido para reclamar más recurso o negarse a colaborar con el estado nacional, pero no es menos cierto que desde siempre o desde casi siempre, vienen trabajando cotidianamente para afirmar una identidad diferenciada con los españoles, empezando por el lenguaje y extendiéndose a otras áreas del quehacer cultural.

La pregunta a hacerse en este caso, es si efectivamente Cataluña está en condiciones de ser un Estado independiente. Veamos algunos datos. Dispone de alrededor de 32.000 kilómetros cuadrados, una extensión respetable en Europa. En ese territorio viven siete millones y medio de personas, una población que duplica a Uruguay y muy parecida a la de Paraguay. Su desarrollo económico, la calidad de su clase empresaria y su sistema institucional es del primer mundo. Con todos estos atributos, Cataluña está en condiciones de ser un efectivo Estado nacional. Es más, como la historia lo demuestra, y muy en particular en Europa, con la mitad de esas virtudes se han fundado Estados que a pesar de todo sobreviven.

Cataluña hoy es una sociedad pluralista, democrática y con fuertes tradiciones republicanas y nacionales. En ese contexto, esta Nación no sólo que está en condiciones de ser un Estado independiente, sino que además podría ejercer su nuevo status de manera eficaz, porque, de alguna manera, los catalanes hace décadas que se vienen preparando para dar este paso.

Habría que preguntarse cómo rebotaría esta decisión en España, donde algunos dinosaurios amenazaron hasta con la guerra civil para impedirlo, una amenaza que evoca a los tiempos del Generalísimo Francisco Franco y el nacionalismo hispanizante y católico de carlistas requetés y falangistas. Pero por sobre todas las cosas, habría que indagar si la Unión Europea la reconocería como un nuevo Estado, sobre todo cuando España ya adelantó que vetaría cualquier iniciativa en esa dirección.

El otro tema teórico digno de reflexión es acerca de la persistencia de los nacionalismos en el actual mundo globalizado. En los tiempos que corren, existe un amplio consenso en admitir que los Estados nacionales, tal como fueron concebidos a finales del siglo XIX, están en crisis o en vías de disolución. La globalización económica y financiera parecería que borró las identidades nacionales en nombre de un cosmopolitismo uniformador. Así como en algún momento la expansión del capitalismo y el despliegue de cierta visión triunfalista de la modernidad, permitió habilitar la noción de la muerte de Dios, para confirmar a la vuelta del camino que este señor gozaba de muy buena salud, ahora, con argumentos parecidos se ha dicho que los nacionalismos están en vías de extinción, cuando no, ya forman parte del pasado y merecen descansar el sueño eterno junto a sus reliquias.

Pues bien, la realidad demuestra que los hechos circulan por otros carriles. La globalizacion existe como dato económico, pero está muy lejos de resolver satisfactoriamente otros dilemas de la humanidad. Puede que la revolución en las comunicaciones sea un fenómeno avasallante, pero parecería que no alcanza a dar respuesta a las exigencias de identidad y permanencia de los pueblos.
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Lo global y lo local (Euskadi en Europa).

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Por consiguiente es tonto negar el hecho de la globalización, pero es poco veraz derivar de este hecho el fin de los Estados-nación. De hecho, una globalización será tanto más ordenada y democrática si se basa en Estados vivos; lo contrario nos llevaría a una mundialización dominada por poderes oscuros, no elegidos, alejados de la ciudadanía y en consecuencia, peligrosos. El rumbo del mundo en manos de poderes invisibilizados e irresponsables en términos democráticos es la peor de las alternativas. De hecho, ya la globalización actual es excluyente y sectaria: la quinta parte más rica del mundo posee el 80% de los recursos del planeta.

Yo prefiero pensar que es factible proponer la movilización contra la actual UE, dentro de la UE, para construir otra UE. Hace falta una unidad europea que recupere la centralidad de la política y que asuma realmente la democracia. Una unidad que no esté al servicio del mercado global, sino que defina sus parámetros tal como el estado-nación representó históricamente el marco social del mercado nacional y no su mera área desregulada de desarrollo. Precisamente, la pretensión de los ideólogos y de los poderes neoliberales es la de desmantelar la política social estatal y su aparato con el fin de avanzar hacia la utopía del "anarquismo" mercantil (su famoso libre mercado) apoyado en Estados mínimos que ejerzan de guardianes.
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País Vasco-Euskadi.

Lo global y lo local (Euskadi en Europa).

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 Iosu Perales.

Noticias de Gipuzkoa. Martes, 27 de Noviembre de 2012 -

La globalización es un proceso histórico, no es el resultado de un acto como encender el motor de un automóvil o la luz de una habitación. Podemos decir que en el año 2025 estaremos mucho más globalizados y en el 2050 aún más. Se trata de una transformación permanente que no sabemos cuándo podrá llegar a completarse. Sin embargo, la globalización no opera de la misma manera en todo los campos de la actividad humana. Mientras desde el punto de vista de la técnica, de las comunicaciones y de la economía puede decirse que es una tendencia histórica natural, no es así en la política. La pugna entre globalización y soberanía de los Estados-nación no ha librado aún las batallas decisivas. Por otro lado la pérdida de soberanía nacional afecta muy desigualmente a los Estados. El discurso neoliberal esconde el hecho de que tras el "beneficio general del poder del mercado" hay Estados ganadores.

Por consiguiente es tonto negar el hecho de la globalización, pero es poco veraz derivar de este hecho el fin de los Estados-nación. De hecho, una globalización será tanto más ordenada y democrática si se basa en Estados vivos; lo contrario nos llevaría a una mundialización dominada por poderes oscuros, no elegidos, alejados de la ciudadanía y en consecuencia, peligrosos. El rumbo del mundo en manos de poderes invisibilizados e irresponsables en términos democráticos es la peor de las alternativas. De hecho, ya la globalización actual es excluyente y sectaria: la quinta parte más rica del mundo posee el 80% de los recursos del planeta.

De una población mundial de 7.000 millones, apenas 500 millones de personas viven confortablemente. Por otra parte, está el dato de que 32 países viven hoy día peor que hace 40 años, según datos de Naciones Unidas. De ahí lo absurdo de permanecer deslumbrados ante una globalización que sobre todo tiene que ver con el dominio del dinero. En contra del optimismo neoliberal, la globalización no es en sí misma ni una buena ni mala noticia.

La Unión Europea (UE) de nuestros días es parte de una globalización que hay que criticar. Ha sido raptada por los lobbies financieros y sus decisiones no están motivadas por los deseos de una ciudadanía debidamente consultada. Su déficit democrático, tan estudiado y criticado, es actualmente insoportable, hasta el punto de que las decisiones son tomadas por personas que casi nadie conoce: pruebe el lector o lectora a nombrar en voz alta el nombre de dos miembros de la Comisión, que es el Ejecutivo comunitario. Además, se han construido estructuras laberínticas pobladas por una comitología que permanece indescifrable para la gente e incluso para las organizaciones sociales y políticas de los 27 estados. La actual UE está muy distanciada de la que quisieron sus fundadores.

Negar la globalización y la Unión Europea no tiene sentido. Pero tampoco es de recibo pregonar que los pueblos y los Estados debemos aceptar sí o sí el escenario que se nos presenta. A propósito de la UE, se nos dice que es lo que hay, como si no pudiera ser de otra manera. Hemos de aceptarla como es actualmente y someternos a ella con la misma docilidad con que nos resignamos ante un fenómeno meteorológico.

Yo prefiero pensar que es factible proponer la movilización contra la actual UE, dentro de la UE, para construir otra UE. Hace falta una unidad europea que recupere la centralidad de la política y que asuma realmente la democracia. Una unidad que no esté al servicio del mercado global, sino que defina sus parámetros tal como el estado-nación representó históricamente el marco social del mercado nacional y no su mera área desregulada de desarrollo. Precisamente, la pretensión de los ideólogos y de los poderes neoliberales es la de desmantelar la política social estatal y su aparato con el fin de avanzar hacia la utopía del "anarquismo" mercantil (su famoso libre mercado) apoyado en Estados mínimos que ejerzan de guardianes.

Hace falta una unidad europea que recupere la centralidad de la política y asuma realmente la democracia.
Un Estado pequeño, con poderes reconocidos y cercanos, puede ser mucho más higiénico y eficiente.

Esta unidad europea ni debe ni puede pretender el fin de los Estados, pues la centralización de la soberanía y de la toma decisiones en un ente supranacional, solo puede tener un componente que amenaza a la democracia como el malo en las películas de James Bond. Además, aunque se lo propusiera, no lo lograría. No hay más que ver qué pasa en ese espacio político mundial que es Naciones Unidas: en él, países poderosos imponen su derecho a veto e impiden que el interés general se imponga al particular. ¿No ocurre acaso que Alemania impone sus políticas en la propia UE? Vuelvo a decirlo: acudir a la idea de lo global y de la UE para acallar reivindicaciones de pueblos sin Estado e incluso de voces de Estados ya construidos que reclaman más soberanía, es una estafa. La supuesta bondad del gobierno europeo que actúa justamente no existe. Lo que sucede en la práctica es lo que se oculta: la existencia de un servilismo a los grandes poderes económicos, que son quienes realmente gobiernan.

Tampoco se trata de abrazarnos a viejas certidumbres frente a lo nuevo. Es inevitable formar parte de una realidad internacionalizada en todos los ámbitos. Ahora bien, ello tiene sus riesgos pero el mayor de todos se revela cuando no hay sentido crítico, cuando se abandona la lucha por alternativas globales y europeas mejores. Precisamente la reconstrucción desde abajo es una alternativa. Y tal vez por eso asistimos hoy a reacciones locales que, sin dejar de pensar y actuar globalmente, afirman sus capacidades productivas y articulan su potencialidad social y política, para posicionarse mejor en los distintos escenarios. No es verdad que el tamaño determine el progreso de un país. Es tan solo una de las muchas variables. Hay Estados pequeños prósperos, socialmente avanzados y políticamente muy democráticos, y Estados grandes sumidos en el atraso.

Quienes repiten una y otra vez que Catalunya y Euskadi no tienen futuro en un mundo que avanza hacia espacios supranacionales, son mal intencionados que buscan sembrar el miedo con un discurso para paletos. En realidad no terminan de decir lo que están pensando: y es que España vetaría el ingreso en la UE de los dos nuevos estados. En esto justamente reside la pobreza democrática de un Estado llamado España en el que el pasado medieval castellano ha dejado huella en el alma de las grandes fuerzas políticas.

La globalización y la UE dentro de ella como espacio de integración tienen aspectos positivos a los que ni debemos ni ya podemos renunciar. Pero en lo que tiene que ver con la soberanía de los Estados sería un suicidio sustituirla por un super-aparato supranacional imposible de controlar por la ciudadanía. La contra-hegemonía encarnada en lo local tiene mucho que decir para la vida democrática de la gente. Un Estado pequeño, con poderes reconocidos y cercanos, puede ser mucho más higiénico y eficiente. Es además el campo idóneo para la participación ciudadana y el buen uso de los recursos para el cumplimiento de un programa social. Con ello no pretendo pontificar la idea de que "lo local" es necesariamente lo bueno y "lo global" lo malo.

Ese sería un punto de partida erróneo. Todo depende de la composición, de los materiales con que se construyan ambos espacios. Sin embargo, cabe un criterio general: asignar a cada espacio una misión, unos objetivos y unas actividades.

En esta división la soberanía de los Estados y la existencia de estos mismos es fundamental, pues solo así la idea de ciudadanos universales en un mundo plural podrá ser verdad; lo contrario no sería más que ceder nuestra soberanía a consejos financieros y de multinacionales que nos quieren hacer creer que el Estado mundial legítimo es el que ellos representan, mientras que nosotros, seres inocentes, sacamos pecho para lucir un falso logotipo de "ciudadano universal", que en la realidad es tan solo de súbdito planetario.

En resumen, nada sobre Europa y la globalización es autoevidente; es preciso debatir no solo sobre el cómo, sino también y fundamentalmente sobre qué tipo de Unión Europea y globalización queremos. En este debate, las naciones que todavía no son Estado tienen mucho que decir.
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