miércoles, 30 de abril de 2014

MIGRACIONES Y MIGRANTES: UNA MIRADA CRÍTICA.

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La migración es un proceso histórico, de carácter económico, social, cultural, político y en general la gente o las familias o pueblos enteros migran hoy por razones múltiples, que van desde la pobreza extrema, la desocupación, la sub-ocupación, la informalidad, como también por razones de educación, salud, vivienda, trabajo de las familias. Hoy también pueblos enteros migran de un país a otro e incluso intercontinentales por causa de carácter cultural – guerra interna, xenofobia, racismo, etc. – o pueblos que migran por o son expulsados de sus territorios por problemas originados por la guerra entre Etnias diferentes, o en bandos político-sociales enfrentados en relación al gobierno – gana uno y persigue al opositor. Por lo general estas son las causas principales de la migración interna, continental e incluso transcontinental que obliga hoy a  millones de seres humanos a abandonar su país y que al final las Naciones Unidas deben velar por su seguridad y en defensa de la vida.

Pero hoy producto de la crisis estructural del sistema capitalista – la Poli-crisis sistémica, en la era de la transnacionalización de los monopolios imperialistas, la crisis del modelo financiero especulativo de la economía de casino o la globalización neoliberal – se presenta otro tipo de migraciones. La salida de millones de seres humanos – jóvenes profesionales, trabajadores o el retorno de millones de ciudadanos de las mega-ciudades a sus antiguos países de origen.  La migración de miles de ciudadanos de la Unión Europea – por causas de la crisis estructural del sistema y la políticas de austeridad, ajuste y reajuste de carácter criminal que aplica la Troika – el gobierno financiero-político del FMI, la CE.U.E y el B.C.E – ha originado – y continua que el mayor problema hoy es el desempleo y pobreza extrema de millones de ciudadanos, realidad hiriente y cruel que está originando que millones se dirijan a los países de Economías emergentes - América latina, - China, India, Australia, Taiwán, Tailandia, Singapur, Corea del Sur , etc. La corrupción, el fracaso de las élites político-financieras en los gobiernos, la inseguridad ciudadana, la economía criminal – y su vasta ramificación – sumado todo al final dan lugar hoy a la globalización de la desigualdad económico-social, la mundialización de la indiferencia, el caos y al violencia, generan migración y también destruyen migración cuando es ilegal.


La juventud en millones de los países en "desarrollo" (tercer mundo) migran por razones de trabajo, como hoy lo hacen millones de los países desarrollados capitalistas hacia el "tercer mundo". La mundialización del desempleo es una de las consecuencias dramáticas, violentas e inhumanas de la crisis estructural del sistema capitalista.
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Obviamente existe en el escenario mundial, en su múltiple complejidad un fenómeno económico-social, cultural y político – centro de llegada final de la mega ciudad o la Ciudad-Global del siglo XXI -  donde millones de población agraria – campesinos, agricultores – pequeños y medianos – sean expulsados violentamente – parecido a los orígenes del capitalismo del siglo XVII y XVIII – son expulsados por razones de ocupación de sus tierras – la vuelta de la re-feudalización – o  la explotación de los recursos naturales de sus territorios – materias primas, biodiversidad – agua, energía, tierras – y Conocimientos Ancestrales por la gran inversión del capital corporativo global – el nuevo proceso del capitalismo de la desposesión y el Consenso de los Commodities -. Estas son algunas de las razones, causas que hoy generan las migraciones internas, en el propio país; las migraciones sur-norte – de los países del Tercer Mundo – hoy “países en desarrollo” – hacia los países desarrollados. Estados Unidos, Europa, Japón, etc. y hoy también la migración sur-sur. (migración de poblaciones de países en crisis o menor desarrollo hacia los países de mayor crecimiento macro-económico – Algunos desarrollados- Ejm. Población migrante del Perú hacia Chile y Argentina; población migrante de Bolivia hacia Argentina o población de Venezuela, Perú, Bolivia hacia Brasil.
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En las ciudades del Tercer Mundo - hoy países "en desarrollo" -ciudades centralizadas, como también ciudades intermedias - fracasadas en su desarrollo por el centralismo dominante y asfixiante - cuántos niños asisten al Colegio y si hay condiciones de parte del Estado en relación a una buena educación de calidad, asistencia en salud y respeto de sus derechos sociales.
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MIGRACIONES Y MIGRANTES: UNA MIRADA CRÍTICA.
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Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info).

Martes 29 de abril del 2014.

Las migraciones humanas son un fenómeno tan viejo como la Humanidad misma. De acuerdo a las hipótesis antropológicas más consistentes se estima que el primer ser humano, el Homo habilis, hizo su aparición en un punto determinado del planeta (el centro de África) y de ahí migró por toda la faz del globo. De hecho el ser humano es el único ser viviente que ha migrado y se ha adaptado a todos los rincones del mundo, cosa que ningún otro ser vivo, animal o vegetal, ha podido hacer.

Las migraciones no constituyen una novedad en la historia; siempre las ha habido, y generalmente han funcionado como un elemento dinamizador del desarrollo social. Hoy día, sin embargo, y desde hace varios años con una intensidad creciente, se plantean como un “problema”. Pero… ¿problema para quién?

La gente ha migrado históricamente de un sitio a otro:
a) forzada por las circunstancias algunas veces, y
b) voluntariamente otras, casi como aventura personal.

En este último caso la población migrante buscó nuevos horizontes simplemente movida por el humano afán de conocer cosas nuevas, del descubrimiento. Las primeras, las migraciones forzosas, se han debido a diversas causas, pero en general puede afirmarse que aparecen ligadas a contingencias naturales: catástrofes, hambrunas, empeoramiento en las condiciones de habitabilidad de una región. Sólo recientemente el fenómeno ha adquirido una dimensión masiva de proporciones antes nunca vistas, apareciendo motivado por razones de orden puramente social: guerras, discriminaciones, persecuciones, pero más aún, y fundamentalmente: pobreza. Sólo en la segunda mitad del siglo XX puede decirse que empieza a constituirse en un verdadero problema, perdiendo definitivamente su carácter de factor de progreso, de aventura positiva. Hoy por hoy, 3.000 personas diariamente huyen de la pobreza de los países del Sur buscando oportunidades en el Norte próspero y desarrollado.

La forma que ha adquirido el desarrollo actual del sistema-mundo centrado en el modelo capitalista es paradójica: la riqueza y el bienestar crecen a pasos agigantados para algunos, los menos, pero para muchísimos otros también crece –en forma inversamente proporcional– su marginación, su falta de posibilidades, su precariedad. La dinámica social en curso, curiosamente, aunque se amplía en potencialidades productivas, en tecnologías más efectivas, en acceso al confort, no termina de resolver problemas ancestrales de la Humanidad en cuanto a mejoramiento de las condiciones de vida sino que, por el contrario, para una gran mayoría, las empeora. Ello fuerza movimientos migratorios cada vez más masivos… ¡y desesperados!

Las guerras, quizá la peor catástrofe no natural, desde siempre han sido un factor determinante de migraciones. Las llamadas “guerras de baja intensidad” de las últimas décadas, incluidas aquellas desarrolladas en el marco de la Guerra Fría (fría para las dos superpotencias enfrentadas, terriblemente caliente para los países del Tercer Mundo donde en verdad se libró), han dejado un saldo de migrantes forzosos como nunca anteriormente se había contabilizado. Seguramente contribuye a estos movimientos cada vez más masivos de población la proliferación de comunicaciones más desarrolladas en todo el mundo que achican distancias globalizando y homogeneizando posibilidades y alternativas. En estas migraciones forzosas prácticamente se huye por una imperiosa necesidad de sobrevivencia, es cuestión de vida o muerte.

Pero hay otras migraciones igualmente masivas, donde la población escapa de circunstancias quizá no tan mortíferas como una guerra, pero igual o peor de nocivas: se huye de la pobreza (¡que también es de vida o muerte!). Eso es demostrativo de los tiempos que corren: el sistema capitalista mundial crea unos pocos focos de prosperidad y empobrece brutalmente a las mayorías populares. No habiendo opción en sus países de origen, esas enormes masas de pobres buscan el bienestar de esas islas de salvación.


En la Ciudad-Global - centro donde convergen millones de seres humanos que hoy son expulsados de sus territorios por la gran inversión del capital corporativo global - los niños - son las primeras víctimas directas. Son miles o millones los que no van al colegio y unos pocos, si van pero en que condiciones?.
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Las penurias que deben pasar los migrantes en su marcha hacia la supuesta salvación son enormes, terribles. En estos últimos años de crisis sistémica, esas penurias se acrecentaron. Y justamente por esa crisis global del sistema capitalista, las condiciones de recepción de migrantes en el Norte se ponen cada vez más duras, más denigrantes incluso.

Hay ahí una doble moral en juego: por un lado se aprovecha la mano de obra barata, casi regalada, que llega a los bolsones de desarrollo en el Norte; y por otro, se le pone trabas cada vez mayores alentándola a no migrar. Es real que la crisis económica hace que muchos trabajadores oriundos de los países desarrollados estén escasos de trabajo, pero el endurecimiento de los obstáculos migratorios con los trabajadores del Sur busca no sólo desestimularlos sino también –¿básicamente?– chantajearlos, pagando salarios bajísimos y ofreciendo condiciones de super explotación. El antiguamente llamado “ejército de reserva industrial”, es decir: las poblaciones desocupadas y siempre listas a trabajar por migajas, no ha desaparecido. Hoy se presenta como fenómeno global, mundial. Se lo declara problema, pero al mismo tiempo es lo que ayuda a mantener bajos los salarios.

No hay dudas que ese endurecimiento torna el viaje de los migrantes una verdadera pesadilla. Luego, si sobreviven a condiciones extremas y logran ingresar a las “islas de salvación” (Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón), su estadía allí, en general en condiciones de irregularidad, aumenta la pesadilla.

Ahora bien –y ahí está el sentido de este escrito–, permítasenos esta reflexión: suele levantarse la voz, lastimera por cierto, en relación a las penurias de los migrantes indocumentados. Suele decirse que la vida que llevan en los países del Norte es deplorable, lo cual es cierto. Y suele exigirse también un mejor trato de parte de esos países para con la enorme masa de migrantes irregulares. Todo eso está muy bien. Es, salvando las distancias, como preocuparse por la situación actual de los niños de la calle. Pero ese dolor, expresado en la lamentación por la situación de esas poblaciones especialmente vulnerables y vulnerabilizadas (los migrantes indocumentados, la niñez de la calle) queda coja si no se ve también la otra cara del problema: ¡la verdadera y principal cara! ¿Por qué hay millones y millones de migrantes que escapan de sus países de origen forzados por la situación económica? La cuestión no es tanto pedir un trato digno en los países de llegada sino plantearse el porqué tienen que escapar.

En vez de quedarnos con la lamentación y victimización del migrante, ¿por qué no denunciar con la misma energía la injusticia estructural que los fuerza a migrar? Pedir que los países de acogida los legalicen no está mal. Pero ¿por qué no trabajar denodadamente para lograr que nadie tenga que migrar en esas condiciones, porque su país de origen no le brinda las posibilidades mínimas de sobrevivencia?

Del mismo modo que nadie debe discriminar ni castigar a un niño de la calle (él es el síntoma visible de un proceso social mucho más complejo), del mismo modo nadie debe excluir, segregar o maltratar a un migrante en condición de irregularidad. Pero ¡cuidado!: si alguien tiene que salir huyendo de su sociedad natal porque ahí no puede sobrevivir, es ahí donde hay que trabajar para cambiar esa injusta y deplorable situación. Llorar por los efectos visibles puede ser muy bienintencionado, pero poco efectivo para afrontar con posibilidades de éxito las inequidades.

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martes, 29 de abril de 2014

MARIO RAPOPORT: PENSAR LA HISTORIA.

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Vivimos hoy en un mundo más interconectado que nunca, con continuas innovaciones tecnológicas y científicas, pero sujeto a la recurrencia de inciertos avances económicos y profundas crisis. Un mundo en el cual se asiste a una creciente polarización económica y social de riqueza y pobreza (entre regiones y países y en el interior de unas y otros); a conflictos internacionales y guerras de distinto tipo; a la persistencia de superpotencias y desigualdades notorias en el poder internacional; a violaciones frecuentes de derechos humanos, soberanos o jurídicos; a la conformación de bloques e instituciones regionales; a una explotación cada vez más imprudente de los recursos naturales; a la aparición y predominancia de ideologías simplistas o fundamentalistas, económicas, políticas o religiosas; al aumento del terrorismo y diversos tipos de organizaciones criminales; a una gran diversidad de procesos culturales y movimientos populares contestatarios. La comprensión de estos fenómenos, sumamente complejos, todos ellos con profundas raíces en el pasado, exige no sólo encuadrarlos y pensarlos simultáneamente, sino reconstruirlos de un modo preciso, estudiando sus vínculos recíprocos, así como tratar de capitalizar los conocimientos que aportan diversas disciplinas, como la economía, las ciencias políticas o las relaciones internacionales; aunque éstos priorizan, por lo general, lo teórico o lo pragmático, cuando, por el contrario, la historia los contextualiza y engloba, los transforma en instancias mismas de su propio contenido.
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La historia, como el Ave Fénix, resurge todo el tiempo de sus cenizas”, destacó Mario Rapoport al recibir el premio.
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MARIO RAPOPORT: PENSAR LA HISTORIA.
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Mario Rapoport.

Página /12 domingo 27 de abril del 2014.

Es bueno que existan no una sino muchas escuelas de pensamiento histórico distintas, lo que no fue siempre el caso en nuestro país. Esto último ocurre cuando algunos historiadores no reconocen sus propios límites, que suponen la relatividad de nuestros conocimientos y el hecho de que pertenecen a un tiempo determinado y no pueden escapar a las ideologías y a las presiones de cada época.

Hay diferentes formas de interpretar la historia y todas ellas tienen como premisa una revisión de ella. El material con el que nos manejamos no es una caja vacía, como la página en blanco que el novelista debe llenar con su imaginación, pero tampoco está llena de certezas. Predominan numerosos interrogantes.

En mi caso, me voy a referir especialmente, como economista y como historiador, a la historia económica y social y a la historia de las relaciones internacionales, sobre todo de las épocas más recientes, los dos campos de estudio a los que me he dedicado.

Vivimos hoy en un mundo más interconectado que nunca, con continuas innovaciones tecnológicas y científicas, pero sujeto a la recurrencia de inciertos avances económicos y profundas crisis. Un mundo en el cual se asiste a una creciente polarización económica y social de riqueza y pobreza (entre regiones y países y en el interior de unas y otros); a conflictos internacionales y guerras de distinto tipo; a la persistencia de superpotencias y desigualdades notorias en el poder internacional; a violaciones frecuentes de derechos humanos, soberanos o jurídicos; a la conformación de bloques e instituciones regionales; a una explotación cada vez más imprudente de los recursos naturales; a la aparición y predominancia de ideologías simplistas o fundamentalistas, económicas, políticas o religiosas; al aumento del terrorismo y diversos tipos de organizaciones criminales; a una gran diversidad de procesos culturales y movimientos populares contestatarios.

La comprensión de estos fenómenos, sumamente complejos, todos ellos con profundas raíces en el pasado, exige no sólo encuadrarlos y pensarlos simultáneamente, sino reconstruirlos de un modo preciso, estudiando sus vínculos recíprocos, así como tratar de capitalizar los conocimientos que aportan diversas disciplinas, como la economía, las ciencias políticas o las relaciones internacionales; aunque éstos priorizan, por lo general, lo teórico o lo pragmático, cuando, por el contrario, la historia los contextualiza y engloba, los transforma en instancias mismas de su propio contenido.

En tiempos recientes, la expansión de una profusa ensayística sobre la llamada globalización, de matriz neoliberal, en su afán de eternizar el presente, llegó a proclamar el fin de la historia y a enunciar leyes eternas y abstractas, fundamentalmente económicas –por ejemplo, las de los mercados globales y autorregulados donde el hombre y sus conductas son simples abstracciones predeterminadas–, dejando únicamente para el historiador los intentos de capturar el puro “instante” subjetivo, lo puramente biográfico; o de realizar un microanálisis independiente de todo contexto poniendo así en evidencia su carácter a-histórico o mejor aún anti-histórico.

Una visión que se compatibiliza con el diagnóstico sobre los cambios mundiales de los años ’90: si antes había habido historia (en el sentido del desarrollo y las transformaciones cualitativas de los procesos sociales) ahora ya no la habría o ésta era un “mero residuo tribal” de épocas pasadas.

Ese “pensamiento único” exaltaba lo nuevo y obturaba una comprensión profunda del presente y del pasado, de la particular combinación de continuidades y rupturas.

La proclamación, asimismo, de otros finales –de los Estados-nación, de los ciclos y las crisis, de los imperios– desafiaba en su mismo objeto a la disciplina histórica. Así, por ejemplo, ya que se sostenía la caducidad del Estado-nación, no habría relaciones internacionales, reemplazadas por el estudio de las combinaciones entre lo “local” y lo “global”. Esas ideas, desmentidas crudamente por la realidad que vivimos, todavía influyen y seguirán influyendo a través de los mundos virtuales y los intereses que los nutren, y exigen profundizar el aporte empírico y teórico, tanto de los procesos mundiales como el de nuestras propias historias nacionales y regionales.

La historia del tiempo presente, de las crisis, de los ciclos y de las incertidumbres forma, en este sentido, una parte importante de nuestra tarea. En los movimientos y procesos actuales descubrimos las puntas del iceberg que en el pasado hundieron muchos Titanic. En todo caso, somos prisioneros del presente y el pasado se nos abre como las puertas de una cárcel para poder explicar mejor los paisajes que nos rodean o los caminos de salida que podemos percibir.

Un plano de la discusión entre los intelectuales críticos de estas concepciones era el de indagar sobre la profundidad histórica de los fenómenos económicos que se pretendían conceptualizar bajo el nombre de globalización. Sus orígenes se situaban, en verdad, como lo han demostrado numerosos estudios, en los albores del capitalismo europeo, poniendo de manifiesto la correlación entre la conformación de una economía mundial y el desarrollo de los espacios económicos nacionales y de las relaciones centro-periferia. Había así una continuidad esencial con el pasado y la necesidad del análisis histórico para la crítica de las ideologías económicas en boga.

Otro plano era el de la necesaria distinción entre los hechos y las ideologías, que tenían sus raíces en el pensamiento neoliberal. Esa crítica desmontaba una pretendida teoría que al absolutizar el grado de internacionalización de las relaciones económicas, diluía e incluso proclamaba el fin tanto de las asimetrías y de la polarización económica y política entre grandes potencias y países periféricos, llegándose a enunciar incluso la caducidad del fenómeno histórico nacional.

En cuanto emergían crecientes pujas y conflictos internacionales y surgían diversos movimientos nacionales de distinto tipo y significación económica, política e ideológica, éstos eran presentados como resabios de una época ya superada, lo que no era el caso para las nuevas intervenciones militares y la violación de los derechos soberanos y humanos de otros países por parte de las grandes potencias.

En última instancia, esta visión de la globalización configuraba una ideología que en sus versiones más extremas se convertía en una vulgar apología de la expansión del capital financiero y económico transnacional y en una profundización de las desigualdades entre países y regiones, la mayor parte de las cuales quedaban excluidas de los presuntos beneficios de la globalización.

La historia era interpelada en su propio objeto porque, en el mismo momento en que se proclamaba la caducidad de los “grandes relatos”, la ideología globalista proyectaba sobre el pasado una interpretación evolutiva, unilineal y mecánica, basada en el ascenso del capitalismo, entendido como ley natural y “economía” a secas: una interpretación en la que los conflictos de los siglos XIX y XX, las crisis mundiales y las guerras, el imperialismo y las resistencias nacionales, la descolonización y las revoluciones sociales se convertían en extravíos históricos, en expresión de irracionalidad (porque no, cultural) frente a la marcha irresistible del progreso. En suma, se retrocedía de las expresiones más avanzadas de la historiografía a un evolucionismo economicista y positivista, que por otra parte escamoteaba también las propias contradicciones económicas del presente.

Por el contrario, nuevas corrientes historiográficas aportaron elementos de comparación que permitieron encontrar, entre aspectos novedosos, viejas tendencias en el proceso de la “financiarización” de la economía internacional y de las burbujas especulativas que precedieron a la actual crisis mundial.

Con el estallido de esta última, que les daba la razón y destruía en los hechos esas ideologías, se constató que la misma constituía no sólo la culminación de crisis sucesivas que afectaron distintas regiones y países y cuyo origen se situaba en los años ’70, con la caída del dólar y el alza de los precios del petróleo, sino que también, en muchos de sus aspectos, contenía elementos de la gran depresión de los años ’30, como si el capitalismo poco hubiera aprendido de su propia historia. El fracaso de Bretton Woods ya era una señal evidente de ello.

En el caso argentino, la exaltación de la globalización, el pretendido triunfo del neoliberalismo, llevó a muchos a creer, en los años ’90 del siglo pasado, que éramos de nuevo una colonia informal próspera del mundo civilizado, como alguna vez lo habíamos sido, y a considerar nuestro destino manifiesto el de ser un foco cultural y material de la potencia dominante, antes europea ahora situada en la misma vecindad, en medio de la presunta barbarie del resto de nuestro continente. Sólo bastaba con volver al modelo agroexportador y vivir del endeudamiento externo.

Todo lo que suponía la defensa de intereses nacionales era atacado, bajo el supuesto de que ése había sido el pecado por el cual nos habían presuntamente excluido del mundo. Pero la crisis de 2001 demostró el fracaso de estas ideologías, algunos de cuyos portavoces terminaron incluso por desear que fuéramos gobernados económicamente por instituciones internacionales, porque según su mentalidad colonial no podíamos hacerlo por nuestra propia cuenta. Por suerte, no fue así.

Recordemos, sin embargo, que esos episodios tenían fuertes antecedentes. Así, por ejemplo, promediando el siglo XIX, frente a la primera crisis financiera de magnitud, un presidente juraba que millones de argentinos “economizarían hasta sobre su hambre y su sed” para responder a los compromisos de la deuda externa contraída imprudentemente; y que aun desde mucho más lejos resuenan los ecos del inútil empréstito Baring de 1824, que terminó de pagarse casi un siglo más tarde.

¿Cuánto del despilfarro, de la corrupción, de la riqueza mal ganada y de la desigual distribución de los ingresos que vivimos durante tantos años y que en parte seguimos viviendo estaba inscrito ya en esas etapas de nuestra vida pública?

Esto lo ha demostrado ampliamente, para varias etapas de nuestra historia, José María Rosa, aquel ilustre historiador que lleva el nombre del premio que hoy me han otorgado, muchas veces relegado por aquellos que conformaban la historiografía oficial junto a otros intelectuales de igual valor que pagaron con el silencio o el desprecio su defensa de los intereses argentinos.

Este premio constituye para mí el reconocimiento de una obra que responde a un pensamiento nacional, está basada rigurosamente en fuentes documentales y trata de tener en cuenta el conjunto de factores económicos, políticos y sociales de manera de impedir cualquier interpretación unilateral de nuestro pasado. La historia, como el Ave Fénix, resurge todo el tiempo de sus cenizas

* Extractos del discurso pronunciado por el autor en ocasión del Premio Bianual José María Rosa otorgado por el Instituto Dorrego.


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lunes, 28 de abril de 2014

MÉXICO. ES NECESARIO UN CAMBIO RADICAL.

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El México de los oprimidos y explotados necesita hoy unificar todas sus organizaciones autónomas y unirse detrás de la exigencia de un aumento general de salarios que satisfaga las necesidades en alimentación, salud, educación, servicios de calidad. Necesita generalizar la lucha por barrer a los charros sindicales con la democracia sindical y el control de las bases sobre los aparatos. Necesita imponer una política de sostén a la producción campesina y un plan que asegure la soberanía alimentaria. Requiere un combate cada vez más amplio y sostenido que permita anular la entrega de Pemex y las reformas reaccionarias a la Ley Federal del Trabajo. Pero, sobre todo, para que la resistencia sea más eficaz, es necesario que todos los esfuerzos se unan detrás de un partido de los trabajadores, no electoralista sino de lucha, cuya base es la OPT actual, que está abierta a todos los que quieren un cambio radical.
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Nuevamente tras la demagogia ultra-liberal de “Amor a la Patria”, “Respeto a los Derechos Humanos”, “Democracia” y “Nacionalismo” queda la realidad. Los ideales de fraternidad e igualdad de derechos. Traducido. No hay visión de deberes hacia la Comunidad. No hay conciencia de la naturaleza y la comunión con la Vida, no hay procesos de Diálogo y Pensamiento Crítico. Todo el enfoque de la Educación pro-capitalista se reduce a crear seres que sean “buenos ciudadanos”, “buenos creyentes”, “buenos vecinos”. Pero al carecer de sentido trascendente, de vocación histórica y de compromiso social, tales “sentimientos” se reducen a pura demagogia.
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MÉXICO. ES NECESARIO UN CAMBIO RADICAL.
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Guillermo Almeyra.

Rebelión lunes 28 de abril del 2014.

Los Santa Anna de nuestros tiempos casi completaron la destrucción de la soberanía e independencia de México al entregar Pemex a las petroleras extranjeras y con las leyes antiobreras y antipopulares que eliminan derechos históricos y golpean duramente el poder adquisitivo de los trabajadores y los pobres reduciendo así el nivel de vida y cultural y las condiciones básicas para una relación social civilizada.

El resultado de esas políticas al servicio del gran capital financiero internacional es un brutal crecimiento de la diferencia de la pobreza y la miseria extrema y de las diferencias sociales, el cierre de las perspectivas para los jóvenes- que deben optar entre el desempleo, la emigración o la delincuencia-, la aceptación como si fuesen fatales y naturales de los valores, las lacras y la ideología de los explotadores nacionales y extranjeros y, por último, una total dependencia de Estados Unidos.

El Estado funciona gracias a los impuestos de Pemex y a la exportación de recursos naturales no renovables como el petróleo y con su entrega mata la gallina de los huevos de oro. Debido a la destrucción del campo y la emigración masiva casi un 60 por ciento de los alimentos quese consumen en México se pagan con la exportación de combustibles y de bienes agrícolas e industriales que las transnacionales producen aprovechando la superexplotación de los trabajadores nacionales. La entrega de Pemex no sólo significa, por lo tanto, reducir los recursos para la sanidad, la educación, la vivienda, las carreteras y los servicios indispensables para una vida civilizada. Esa cesión de un bien común cada vez más escaso y potencialmente más cotizado es sobre todo un golpe durísimo contra el trabajo de los mexicanos y el abandono oficial de la preparación del cambio tecnológico en la producción de energía que será indispensable realizar dentro de un par de decenios una vez que se acaben los recursos petroleros. Los nuevos Santa Anna – del PRI, como Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Enrique Peña Nieto o del PAN, como Vicente Fox o Felipe Calderón y sus siervos de otros partidos- han vendido también el futuro del país.

Desgraciadamente, como muestran los resultados electorales y la abstención o los votos a los grupos políticos procapitalistas, una buena parte de la población mexicana ha hecho suya la ideología de sus explotadores y no tiene aún conciencia de la gravedad de la situación ni de las implicaciones de las políticas de las clases dominantes, se resigna desmoralizada o a busca una salida individual dentro del sistema mediante la emigración o la delincuencia.
Otro gran sector, más activo y crítico pero no anticapitalista, espera en cambio poder modificar esas políticas mediante movilizaciones para poner otro equipo en Los Pinos y en el Parlamento y cree todavía que podría existir un capitalismo con orientaciones sociales y relaciones más justas y que reduzca las desigualdades, algo así como un tigre vegetariano. Otros, por último, reaccionan y actúan militantemente en la lucha social, en su territorio, como campesinos o trabajadores rurales o en las luchas estudiantiles o democráticas puntuales, sin que exista todavía la indispensable coordinación nacional de todos esos esfuerzos y conflictos ni un unificador proyecto político común.

El capitalismo es un sistema mundial que se basa en la explotación del trabajo ajeno y en el aumento de las ganancias empresariales reduciendo los salarios reales, la organización y las conquistas de los trabajadores. El capital se dirige a las ramas de la economía que le dan mayores ganancias (como el narcotráfico, la guerra y la prostitución, por ejemplo, en vez de la agricultura). No podría vivir sin dominar la mente de sus víctimas y por eso tiene que engañar con su TV y sus diarios y mantener aplastada y en la ignorancia a la mayoría que explota y oprime. No puede tolerar la paz porque resuelve sus conflictos y contradicciones internas mediante el despojo, la violencia, la guerra.

Por consiguiente la justicia, la supresión de las desigualdades, de la desocupación y de la pobreza sólo serán posibles en un sistema social no capitalista democrático dirigido por los trabajadores manuales e intelectuales y apoyado en resoluciones colectivas.

Las empresas que los trabajadores recuperan en autogestión o como cooperativas, los grupos de autodefensa territoriales en las zonas rurales, las policías comunitarias nombradas y controladas por asambleas, los intentos de construcción de regiones autónomas regidas asambleariamente y las milicias urbanas son formas de poder que se contraponen al poder del capital y de su Estado. Expresan la viabilidad de la autorganización democrática para la lucha así como la difusión en diferentes zonas del país de la decisión de obtener la liberación de los trabajadores por obra de los trabajadores mismos. Por eso deben ser defendidas contra los intentos del Estado capitalista de cooptar algunas direcciones, de dividirlas, de desarmarlas.

El México de los oprimidos y explotados necesita hoy unificar todas sus organizaciones autónomas y unirse detrás de la exigencia de un aumento general de salarios que satisfaga las necesidades en alimentación, salud, educación, servicios de calidad. Necesita generalizar la lucha por barrer a los charros sindicales con la democracia sindical y el control de las bases sobre los aparatos. Necesita imponer una política de sostén a la producción campesina y un plan que asegure la soberanía alimentaria. Requiere un combate cada vez más amplio y sostenido que permita anular la entrega de Pemex y las reformas reaccionarias a la Ley Federal del Trabajo. Pero, sobre todo, para que la resistencia sea más eficaz, es necesario que todos los esfuerzos se unan detrás de un partido de los trabajadores, no electoralista sino de lucha, cuya base es la OPT actual, que está abierta a todos los que quieren un cambio radical.


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domingo, 27 de abril de 2014

LA RAZA SI IMPORTA: EL REGRESO DE LA SEGREGACIÓN EN LA EDUCACIÓN PÚBLICA ESTADOUNIDENSE.

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El problema no se reduce al sur profundo de Estados Unidos. El proyecto de derechos civiles de la Universidad de California-Los Ángeles, la UCLA, ha hecho un seguimiento de las tendencias a nivel nacional. Sorprendentemente, descubrió que “En el estado de Nueva York se encuentran las escuelas donde existe la mayor segregación del país. La ciudad de Nueva York afecta considerablemente la posición del estado, ya que tiene uno de los sistemas de educación pública más grandes y más segregados del país”. El informe de la UCLA utiliza varias veces un término que actualmente es habitual en los círculos académicos que estudian los nuevos tipos de segregación: “las escuelas apartheid”, es decir, aquellas escuelas que tienen menos de un 1% de alumnos blancos matriculados. El informe agrega que: “En 2010, en toda la ciudad de Nueva York, un 73% de las escuelas chárter (escuelas de gestión privada que se financian con fondos públicos) fueron consideradas escuelas apartheid y un 90% fueron consideradas como escuelas con un alto nivel de segregación (menos de un 10% de alumnos blancos matriculados)”.


Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
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LA RAZA SI IMPORTA: EL REGRESO DE LA SEGREGACIÓN EN LA EDUCACIÓN PÚBLICA ESTADOUNIDENSE.
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Amy Goodman y Denis Moynihan.

Democracy Now!

Revista Rebelión sábado 26 de abril del 2014.

“Segregación hoy, segregación mañana, segregación por siempre”, proclamó George Wallace, Gobernador de Alabama, hace más de cincuenta años. Su retórica racista, de la que se enorgullecía, fue acompañada de una gran variedad de actos atroces: homicidios, linchamientos y violencia sistémica contra afroestadounidenses y quienes luchaban por los derechos civiles, a menudo cometidos con el apoyo de los gobiernos locales y estatales o incluso organizados por ellos. A pesar de ello, la lucha por la igualdad venció y logró victorias como la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964, la Ley de Derecho al Voto de 1965, la acción afirmativa y la integración en las escuelas por orden judicial. Sin embargo, tras el fallo de esta semana de la Corte Suprema en apoyo a la prohibición de la acción afirmativa en la admisión a las universidades estatales de Michigan, y debido a la nueva ola de segregación en las escuelas, el sueño de Wallace de la “segregación por siempre” parece estar más vivo que nunca.

Nikole Hannah-Jones se dedica al periodismo de investigación y trabaja para la organización de noticias sin fines de lucro ProPublica. Acaba de publicar un artículo de 9.000 palabras, en el que trabajó durante un año, acerca del regreso de la segregación en las escuelas públicas de Tuscaloosa, Alabama. Este excelente informe denominado “Segregación hoy”, observa que: “En Tuscaloosa, hoy en día, prácticamente uno de cada tres estudiantes negros asisten a escuelas en las que da la impresión de que el fallo Brown contra el Consejo de Educación nunca hubiese ocurrido”. Este fallo, emitido en mayo de 1954 por la Corte Suprema, agrupó varios juicios pendientes (todos presentados por la Asociación Estadounidense por el Progreso de la Gente de Color, NAACP) en contra de la segregación racial en las escuelas. El entonces Presidente de la Corte Suprema, Earl Warren, fue el autor del fallo que contó con el apoyo unánime de todos los magistrados del máximo tribunal, y que expresaba: “Concluimos que en el ámbito de la educación pública, la doctrina de ‘separados pero iguales’ no tiene cabida. La existencia de centros educativos separados por raza es inherentemente desigual”.

El artículo de Hannah-Jones cuenta la historia del proceso de desegregación en Tuscaloosa a través de la mirada de tres generaciones de la familia Dent. James Dent se crió en Jim Crow, Alabama y nunca compartió el aula con alumnos blancos. Su hija, Melissa, asistió por primera vez a una escuela interracial recién en la secundaria, en 1980. Le llevó décadas a Tuscaloosa poner fin a la segregación y lo logró únicamente luego de que se emitieran órdenes judiciales adicionales. Las dos escuelas secundarias públicas de la ciudad se unieron para formar una sola institución, llamada Central High School, que se convirtió en un símbolo de excelencia a nivel estatal, tanto desde el punto de vista académico como deportivo. Melissa se convirtió en la primera integrante de su familia en graduarse de la universidad.

Sin embargo, esta época dorada sin segregación racial no duraría mucho. “Tuscaloosa se ha convertido en uno de los distritos escolares del país donde la segregación volvió a instalarse más rápidamente”, explicó Hanna-Jones en el programa “Democracy Now!”. Y añadió: “En 2000, cuando un juez federal dejó sin efecto la orden judicial anti-segregacionista en Tuscaloosa, el Consejo de Educación decidió de inmediato dividir la secundaria Central [High School]. Central se había creado mediante una orden judicial. En 1979, 25 años después del fallo del caso Brown, Tuscaloosa aún tenía prácticamente una secundaria para alumnos negros y otra para blancos. De modo que un tribunal obligó a que se fusionaran ambas secundarias y así se creó la secundaria Central. De hecho, fue una historia exitosa de integración racial en las escuelas, pero por temor al éxodo de la población blanca, el Consejo de Educación votó en el año 2000 volver a dividir y separar esa escuela y crearon tres escuelas: dos interraciales y una exclusiva para estudiantes de raza negra”. He aquí su gran descubrimiento: un nuevo tipo de segregación. A pesar de que en Tuscaloosa no hay escuelas “solo para estudiantes blancos”, como solían existir hasta 1979, ahora hay una secundaria “solo para estudiantes negros”, la nueva Central High School. “Lo irónico es que la secundaria Central High School está ubicada en un barrio interracial. Sin embargo, se manipuló la división de los distritos de manera tal que obliga a los estudiantes blancos que viven frente a la escuela Central a asistir a una escuela interracial situada más lejos, mientras que se creó la nueva escuela Central solo para alumnos negros a través del trazado intencional de los límites de los distritos”.


La realidad es que la discriminación racial y la segregación van de la mano. Es probable que el racismo no se propague desde el estrado de un Gobernador, como ocurrió en 1963 con George Wallace, pero un país racialmente dividido nunca logrará ser igualitario.

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El problema no se reduce al sur profundo de Estados Unidos. El proyecto de derechos civiles de la Universidad de California-Los Ángeles, la UCLA, ha hecho un seguimiento de las tendencias a nivel nacional. Sorprendentemente, descubrió que “En el estado de Nueva York se encuentran las escuelas donde existe la mayor segregación del país. La ciudad de Nueva York afecta considerablemente la posición del estado, ya que tiene uno de los sistemas de educación pública más grandes y más segregados del país”. El informe de la UCLA utiliza varias veces un término que actualmente es habitual en los círculos académicos que estudian los nuevos tipos de segregación: “las escuelas apartheid”, es decir, aquellas escuelas que tienen menos de un 1% de alumnos blancos matriculados. El informe agrega que: “En 2010, en toda la ciudad de Nueva York, un 73% de las escuelas chárter (escuelas de gestión privada que se financian con fondos públicos) fueron consideradas escuelas apartheid y un 90% fueron consideradas como escuelas con un alto nivel de segregación (menos de un 10% de alumnos blancos matriculados)”.

La decisión de la Corte Suprema de esta semana profundizará sin duda la tendencia de la nueva ola de segregación, tanto en las escuelas secundarias como en las universidades. La decisión, que tuvo 6 votos a favor y dos en contra, ratifica la prohibición que rige en Michigan de aplicar la política de la acción afirmativa por motivos raciales en la admisión a las universidades estatales. El Presidente de la Corte Suprema, John Roberts, expresó su opinión acerca del racismo en 2007 cuando realizó la siguiente declaración polémica: “La forma de poner fin a la discriminación por motivos raciales es dejar de discriminar por motivos raciales”. La magistrada Sonia Sotomayor, al emitir su voto en contra de la mayoría de la Corte, escribió: “Mis colegas opinan que deberíamos dejar a la raza fuera de la discusión y permitir que los votantes lo resuelvan. …Es una opinión totalmente fuera de la realidad”.

La realidad es que la discriminación racial y la segregación van de la mano. Es probable que el racismo no se propague desde el estrado de un Gobernador, como ocurrió en 1963 con George Wallace, pero un país racialmente dividido nunca logrará ser igualitario.

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© 2014 Amy GoodmanTraducción al español del texto en inglés: Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

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sábado, 26 de abril de 2014

UNA JOYA DE LA IDENTIDAD FRANCESA SE HACE HUMO. LA DESLOCALIZACIÓN EMPRESARIAL EN EL MUNDO GLOBALIZADO.

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Desde inicios de la década de los 90’ en el mundo de la globalización se producía un “Cambio de Época”, en el propio sistema estructural del capitalismo. Tres acontecimientos centrales marcarían con letra negra esta nueva época: La Caída del Muro de Berlín, la implantación – imposición-  violenta de la políticas del Consenso de Washington – en especial en América latina y otros países en crisis económico-política, hasta entonces del Tercer Mundo – y los propios países que “salían” de la crisis final del “socialismo realmente NO existente” – y un nuevo proceso global del fundamentalismo del mercado único: la Deslocalización Empresarial. Primero unos cientos, después en toda la década miles de empresas de Occidente globalizador – Estados Unidos, Europa y Japón -, proceso mundializado, cierran sus empresas y se trasladan con todo hacia el sudoeste asiático: China, India, Indonesia, Hong Kong, Taiwán, Tailandia, Singapur, y otros países se ven “favorecidos” por el ingreso de miles de empresas altamente competitivas, que se trasladan de occidente; otras, en especial norteamericanas- se posesionan con muchas ventajas en todo el norte Mexicano, Centro América y el Caribe. (in)surgían en este nuevo proceso de dominación globalizador, Las Maquilas. Y una tercera modalidad se dio en el sentido, de movilizarse dentro del propio continente, en especial Europa: empresas rentables de miles de millones de euros, competitivas en el mercado, se trasladan de los países altamente desarrollados: Alemania, Francia, Inglaterra, Italia por ejemplo, hacia los países que salían del “socialismo”, como Polonia, Rumania, Hungría o el conjunto de pequeños estados que salieron de la ex Yugoslavia. Muy simple, porque este traslado, menos impuestos y tributos y en especial diferencia abismal en la precio de la hora de trabajo de Alemania 28 dólares, Francia, 25 dólares en comparación a ésos otros países en un promedio de 5 a 8 dólares como tope máximo. En el mundo globalizado “nace” una nueva clase social, los trabajadores, los obreros sin derechos o con derechos muy limitados como corolario del fin del Estado de bienestar social.




Este es el inicio del proceso global de la Deslocalización Empresarial, miles de empresas de occidente migran hacia el sudoeste asiático, norte de México, Centro América y el Caribe con la finalidad estratégica de ganar - codicia, avaricia, consumismo extremo, globalizar la pobreza, el desempleo, el caos y la violencia urbana, para consolidar el fundamentalismo del mercado único. Las Maquilas en Centro América son los "nuevos locales de los esclavos del siglo XXI".
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Cual era la finalidad o el objetivo económico-financiero-especulador del capital corporativo global – no industrializar este grupo de países, o mejorar las condiciones económico-sociales de millones de trabajadores –NO su objetivo supremo, es muy conocido, profundizar las políticas salvajes, bárbaras y violentas  del neoliberalismo: la codicia, la avaricia del capital financiero-especulativo, ganar más y más en el menor tiempo sin pagar impuestos, menos tributos, pero lo más importante es sin lugar a dudas, la explotación  del hombre por el hombre – es el capitalismo del siglo XVIII y XIX, que venía al mundo chirreando sangre y lodo por todos sus poros, desde la cabeza, hasta los pies. Tres siglos después a finales del siglo XX está presente – gozando de buena salud – porque sus objetivos de clase global ahora son muy bien conocidos – explotar hasta la muerte, a millones de trabajadores – en especial jóvenes mujeres, migrantes del campo, analfabetas en su mayoría y sin derecho social alguno, con jornadas de trabajo entre 16 a 18 horas diarias –hoy en pleno siglo XXI esta “nueva” forma sofisticada de explotación está presente, en todos estos países “favorecidos” con la Deslocalización Empresarial de miles de empresas. Una hora de trabajo en estos países, hoy vigente entre 0.25 a 0.50 centavos de dólar la hora. Al final sus nuevas facturaciones oscilaban entre miles de millones de dólares y euros. Los trabajadores, los “nuevos obreros” del siglo XXI,  millones, residentes en estos países, constituyen hoy los “Nuevos esclavos asalariados”, pero solamente tienen la oportunidad de “trabajo” hasta los 24 a 25 años, ni un día más, por la sencilla razón – además de ser mano de obra descartable, sin derechos, con interés e formar familia- esa mano de obra para el capitalismo del desastre, la llamada economía de casino, no es competitiva, no es productiva y por lo tanto debe ser sustituida por los miles que esperan en la puerta para trabajar y tiene mejor capacitación, son más jóvenes y no exigen derechos. Esa es la globalización neoliberal en las Maquilas de Centro-América o en los centros o corredores productivos  del sudoeste asiático.
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Con la mudanza liberal de los cigarrillos Gauloises se cierra una página de la historia a la vez antigua y moderna: la antigua remonta a 1910, cuando los cigarrillos comenzaron a producirse en Francia: la moderna empieza en 1995, cuando la producción de Gauloises pasó a manos privadas.
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UNA JOYA DE LA IDENTIDAD FRANCESA SE HACE HUMO.
La planta que produce 12 mil millones de cigarrillos Gitanes y Gasuloises  cada año se muda a Polonia.
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El traslado de la planta de Carquefou, en Nantes, dejará a más de 360 personas sin trabajo del total de 1100 que operan en el grupo propietario de la marca, el británico Imperial Tobacco. Un símbolo de la globalización.

Eduardo Febbro.

Desde París Página /12 sábado 26 de abril del 2014.
Una de las joyas da la identidad francesa se hace humo: ¿alguien recuerda el retrato del filósofo Jean Paul Sartre, del escritor Albert Camus o del ensayista Jean Baudrillard con un cigarrillo apretado entre los labios, o tal vez recuerden esas páginas de Julio Cortázar en Rayuela o “El Perseguidor” donde todos fumaban los mismos cigarrillos: Gauloises. El mismo Cortázar los fumó hasta finales de los ’70 pero, ahora, la marca y su paquete azul con el casco de Asterix rodeado de alas que durante décadas y décadas simbolizaron la identidad cultural de Francia cierra sus puertas para buscar horizontes más rentables. “Cientos y cientos de Gauloises fumados en cientos y cientos de días”, escribió Cortázar en “Las armas secretas”. Esos cientos o miles serán fabricados en Polonia.
La planta de Carquefou, en Nantes, va a ser “deslocalizada”. Ese término designa una de las barbaries del liberalismo moderno que consiste en trasladar una fábrica a otro país donde la producción cueste menos. La planta de Carquefou produce cada año más de doce mil millones de cigarrillos Gitanes y Gauloises, de los cuales el 60 por ciento va para la exportación. El traslado dejará a más de 360 personas sin trabajo del total de 1100 que operan en el grupo propietario de la marca, el británico Imperial Tobacco. La globalización arrastra todo, el humo, la identidad, los objetos, los símbolos, la historia y los relatos que la constituyen.
Con la mudanza liberal de los cigarrillos Gauloises se cierra una página de la historia a la vez antigua y moderna: la antigua remonta a 1910, cuando los cigarrillos comenzaron a producirse en Francia: la moderna empieza en 1995, cuando la producción de Gauloises pasó a manos privadas. La marca azul no era sólo una cuestión de sello nacional, sino también de propiedad estatal. La empresa Seita que los fabrica (Le Service d’exploitation industrielle des tabacs et allumettes) era una sólida descendiente de los monopolios estatales instaurados en el siglo XVII por Jean-Baptiste Colbert, el controlador general de finanzas del rey Luis XIV. Pero a mediados de los años ’90 empezó el cambio, siempre bajo el huracán de la globalización. Esta deslocalización es el resultado de todo un proceso industrial financiero que, en este caso, debilita al Estado nación y sus prerrogativas o derechos únicos: a la vez Estado, garante de la unidad, de la preservación de la identidad y la cultura y, al mismo tiempo, de varios sectores del aparato productivo.
La muerte de ese Estado son las privatizaciones. La historia del grupo estatal Seita es un eslabón más de la lenta agonía de los Estados nación. En 1999, los Gauloises pasaron a ser propiedad de Altadis, una empresa especializada en el tabaco y la distribución creada a partir de la fusión entre la francesa Seita y la española Tabacalera, luego de la privatización de Seita en 1995. En 2007, los Gauloises y los Gitanes negros dejaron de producirse en Francia tras la adquisición del grupo Altadis por el mastodonte británico Imperial Tobacco. A partir de allí, los célebres cigarrillos cambiaron de cultura de empresa. Las fusiones destructoras son legión, tanto como los planes sociales o las deslocalizaciones que las suelen acompañar. El liberalismo anglosajón no mira cuestiones de historia, de cultura o de identidad. La multinacional británica Tobacco no pierde dinero, todo lo contrario.
Imperial Tobacco lanzó un plan de economías de 385 millones de euros de aquí a 2018, de los cuales 73 millones corresponden a este año. Las ventas de cigarrillos bajaron en todo el mundo, pero ello no implica pérdida de dinero, porque el aumento del precio vino a compensarlas. La situación es un poco más difícil en países como Francia, España, Marruecos y Argelia. La cifra global de negocios bajó en esta zona en un cinco por ciento. Sin embargo, Imperial Tobacco se propuso aumentar las ganancias y ese plan se tragó a los Gauloises rubios.
La decisión de cerrar la planta de Nantes es tanto más emblemática cuanto que es, de hecho, el primer cierre que se anuncia luego de que, a finales de marzo pasado, asumiera el nuevo primer ministro francés, el socialista liberal Manuel Valls. La deslocalización tiene implicancias profundas, porque toca a un emblema francés, a un gobierno socialista y al mundo del trabajo. En su comunicado, el grupo explica que el cierre se justifica por “un contexto marcado por una importante descenso de la demanda de tabaco, el incremento de la presión reglamentaria y la explosión del contrabando y la falsificación”. En realidad, la ofensiva del cigarrillo electrónico y los nuevos hábitos arrastraron el consumo hacia abajo. Todavía queda, sin embargo, un Gauloise enteramente made in Francia: son también rubios, se fabrican en la localidad de Riom y se llaman Gauloise génération.
Desde hace poco más de 20 años, nada escapa de la red implacable de la globalización. Los cigarrillos Gauloises se van hacia Polonia como los souvenirs de París que se compran en los buquinistas junto al Sena. Ya se fueron a China: torres Eiffel en miniatura, reproducciones de cuadros de la vida parisina de los primeros suspiros del siglo XX, afiches de los cabarets de finales del siglo XIX, afiches osados de Toulouse Lautrec, todo se produce en China a precio de esclavo y se vende en París, como auténtico, a precio de oro.
Los Gauloises constituían una suerte de identidad visible y positiva, una suerte de aura de romanticismo nacional, de estilo propio. Los Gauloises olían a Francia, los Gauloises eran París y las buhardillas y los cafés apretados y los libros y la poseía urbana y el amor. Los dos distintivos de Seita, Gitanes y Gauloises, tenían cada uno una suerte de cuerpo social identificado: los Gauloises eran los cigarrillos del pueblo, de los comunistas, de los obreros, de los intelectuales progresistas. Los Gitanes eran de los dandies. Habrá mucho de imaginario en esto, desde luego, pero el país de los fumadores estaba dividido así. Varias generaciones de latinoamericanos viajaron a París con el libro Rayuela en la mano y fueron a fumarse un Gauloise en el Pont des Arts, allí por donde se asomaba la Maga. Otros tantos turistas universales venían a París, iban hasta Montparnasse, se sentaban en la terraza del Café Select esperando que del humo del tiempo y de París surgieran las siluetas de Sartre o de Camus. Fumar es malo para la salud, claro. Pero había que ser una cultura a la vez fuerte y delicada para meterla entera como símbolo en un cigarrillo y hacer soñar a tanta gente. Ver a Francia y París detrás del humo. Una ciudad en tus ojos, una cultura en tus sueños. El cantante y poeta Leo Ferré le consagró al Gauloise una canción. Ferré canta: “Sos mi Gauloise, sos mi tizón. Sos mi Gauloise, sos mi patrón”. Chau, entonces, tabaco francés. Aunque el sediento liberalismo te lleve muy lejos, el humo de aquellos Gauloises de Cortázar o de Sartre ya ocupa un lugar en el infinito cielo de las leyendas.

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