lunes, 2 de junio de 2014

LA DEMOCRACIA NO ES UNA PANACEA. ANTE LA CRISIS DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO LIBERAL, FORJEMOS UNA¨NUEVA DEMOCRACIA DE CIUDADANOS".

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LA FORJA Y CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA DEMOCRACIA, PARTICIPATIVA, CIUDADANA, INTERCULTURAL, CIVICA Y REPUBLICANA. Evidentemente existe hoy a nivel global una crisis de la democracia como sistema político hegemónico, es una democracia liberal representativa, que en tiempos globales neoliberales logra consolidarse desde la Caída del Muro de Berlín – y la crisis final del socialismo realmente no existente -. Sistema político, que se fundamenta básicamente en dos fortalezas sociales y políticas: Partidos Políticos y Procesos Electorales –Elecciones Constitucionales – (La Libertad, la justicia y la igualdad social, principios básicos, fundamentales de la democracia Liberal, siempre los gobernantes, la ha tenido guardada o secuestrada, en “caja de seguridad”). Es la democracia puramente Electoral – hoy en crisis final irreversible. Otras, Democracias han avanzado políticamente algo más: en el reconocimiento y vigencia de los Derechos Sociales – laborales – y políticos. Más allá funcionan, sistemas democráticos que reconocen la vigencia irrestricta de los DD.HH. y sus sistema político tiende a fortalecerse institucionalmente desde la perspectiva que existen, funcionan y se desarrolla un “Sistema de Partidos Políticos”, principal en una Democracia donde se práctica políticamente la “Alternancia en el poder”. Por lo general, nos estamos ocupando de las Democracias de “Alta Intensidad”, incluso con sus propias variantes políticas, la oposición política organizada y medios de comunicación “independientes”. Este Modelo hoy está ingresando a una seria y profunda crisis política-institucional. El colapso capitalista de la “vieja Europa” es irreversible. Incluso su modelo político actual, (Desde el Estado de bienestar), la Unión Europea, - con las últimas elecciones del Euro-Parlamento, y el triunfo de la “xenofobia”, la ultra derecha nacionalista, su filiación antidemocrática y su racismo, el propio proyecto de Integración Regional-Continental está en serio peligro.

“Damos por descontado que una real democracia no puede desarrollarse sin partidos políticos. Esta es una de las razones fundamentales por la cual nuestra democracia peruana resulta siempre tan endeble. Sin embargo, los partidos políticos como tal pueden ser también susceptibles de corrupción, lo cual no es nada nuevo. Cuando los intereses de ciertos grupos de poder logran manejar a los partidos políticos o, peor aún, a ciertos individuos en función de su conveniencia estamos hablando de un sistema democrático que obedece al dinero y ya no a la representación de los ciudadanos”.

En cambio las Democracias liberal representativas, de los países en desarrollo y muchos del “tercer mundo”, se han quedado como simples democracias electorales, democracias delegativas, democracias elitizadas – noveladas y mediáticas – (Democracias Censitarias), pero lo más terrible es que todas ellas encierran tres grandes “males” socio-políticos internos, que lo está destrozando políticamente desde el punto de vista Institucional e incluso Constitucional:


Democracias que hoy sufren una crisis permanente de credibilidad política de la ciudadanía, una crisis estructural de Confianza – confianza personal, social e institucional – el mal social y político que definitivamente está sepultando al sistema democrático y la crisis de Legitimidad desde la Opinión Pública. Políticamente existe una Crisis  de Representación, es  Histórica, y hoy estructural, (la burguesía, las clases dominantes en el poder desde inicios del siglo XIX (1800) cuando comienza a construirse el Estado Moderno, los partidos Políticos, las elecciones generales, (la libertad, la igualdad y la justicia social, secuestradas) la representación de clase hasta hoy, dos siglos después simplemente ha ocurrido una muy ligera variante social.). La política atraviesa a nivel sistémico una crisis de carácter estructural: crisis de corrupción institucionalizada en los partidos políticos, crisis en la llamada “clase política” – el gremio político está siendo destruido por sus propias políticas en contra de la ciudadanía- y finalmente crisis de la propia Política. (Sigue comentario, artículo siguiente…. “Para todos los que no tenemos creencias, la Democracia es nuestra religión”….)


El Olimpo griego - 25 siglos después – hoy es el escenario político latinoamericano, complejo, múltiple, heterogéneo, turbulento, multipolarizado: la Democracia como sistema político hegemónico, se manifiesta, en tres contextos local-regional diferentes: Democracia liberal representativa - imposición absoluta de las políticas del Consenso de Washington -  los gobiernos de México, Panamá, Colombia, Perú Chile y Paraguay – Chile, esperemos que cambie con la nueva gobernante Socialista, la Dra Bachelet,); Democracia "Moderna", (liberal), fortaleza social en los derechos sociales vigentes y columna vertebral en los derechos  políticos, respeto constitucional de los DD.HH. (Uruguay, Brasil - a pesar de la crisis .- Argentina, entra también Costa Rica - a pesar de sus problemas de "gobernabilidad".- Y Democracia Participativa – en proceso forjando una Democracia de Ciudadanos), “Nuevas Democracias” – post-neoliberales para algunos pensadores - de los Nuevos Movimientos "revolucionarios” (progresistas, izquierdistas),  propios de cada país: 

La revolución bolivariana en Venezuela - la oposición golpista en las calles, durante más de tres meses, intenta un golpe de estado, con el apoyo del imperialismo y los sectores ultra-conservadores internos - El Estado Plurinacional de Bolivia y la revolución de los Movimientos Sociales; la revolución Ciudadana en Ecuador, la Revolución Sandinista en Nicaragua y otros procesos políticos organizados en el ALBA. Todos conjuntamente, impulsan una lucha permanente, histórica desde la Independencia, por lograr al igual que el Rey Sisifo, llegar a la cima de conseguir un sistema Democrático que exprese los intereses reales y verdaderos de los pueblos de Nuestra América, La Patria Grande de José Martí y del Libertador Simón Bolívar.  El intervencionismo militar en el siglo XIX, los golpes de estado, durante todo el siglo XX y hoy las intervenciones de los TLC y otras formas de dominación económico-financiera y política, siempre son y seguirán siendo grandes impedimentos políticos para conseguir forjar y fraguar una Verdadera Democracia de Ciudadanos Latinoamericanos.
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LA DEMOCRACIA NO ES UNA PANACEA.
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 Alberto Medina Méndez

Algunos dogmas se han pretendido instalar como certezas indiscutibles. En estas últimas décadas, con la implementación de las democracias como sistema de gobierno en gran parte del planeta, se ha endiosado a una herramienta de convivencia social, al punto de siquiera poder cuestionarla.

La búsqueda de la verdad, la necesidad de explicar fenómenos sociales, precisa de una actitud de permanente revisión, de crítica constante, ya no para descartar sistemas, sino justamente para perfeccionarlos.

No existen dudas de que la democracia ha traído consigo un sinnúmero de progresos y que pese a sus irrefutables defectos, ha sido capaz de contribuir a una vida en armonía, con respeto y tolerancia.

Pero es igualmente real que su instrumentación tiene matices y que algunas sociedades han sucumbido bajo sus principales paradigmas involucionando y hasta en casos extremos, siendo conducidos a excesos inaceptables, promoviendo el odio y los genocidios, de la mano de la voluntad de los más.

No se trata de condenar a la democracia como sistema, pero tampoco de convertirla en la panacea, en ese remedio que resuelve cualquier problema. Resulta por ello indispensable analizar lo que ocurre, justamente para rescatar sus atributos positivos e individualizar aquellos aspectos específicos que solo deforman el objetivo. Toda sociedad sensata aspira a vivir en paz, bajo el paraguas del consenso y no de la confrontación.

Probablemente los países que mejores experiencias pueden mostrar son aquellos en los que la democracia está subordinada a la república, dicho de otro modo, en los que la voluntad de las mayorías expresada en las urnas está condicionada por la división de poderes y por una norma constitucional que fija los límites a la concentración y al abuso de poder.

La democracia puede ser un genuino medio para lograr un loable fin, pero canonizarla y colocarla en un pedestal convirtiéndola en el objetivo central de una sociedad, es extremadamente riesgoso.

Muchas naciones vienen transitando ese ambiguo sendero que les ha hecho perder mucho de calidad, al intentar que un sistema que ha sido pensado como un método eficiente para encontrar acuerdos y como forma de resolver conflictos, se convierta en el mecanismo que genere enfrentamientos invitando a la dinámica continua de la ruptura.

Tal vez esta exageración conceptual, ha empujado a que los actores políticos sientan que en democracia todo vale, que lo que importa son los votos, el poder y quien lo administra. Parecen haber olvidado las razones vitales que llevaron a impulsar sistemas de este tipo, que ayudan a solucionar inconvenientes de un modo amigable y pacifico.

La innegable prosperidad ordenada de algunas comunidades que no se rigen por la democracia tal cual se la conoce tradicionalmente, obligan a preguntarse por lo que viene sucediendo en el mundo.

No se trata de abandonar el sistema democrático como forma de ordenamiento social. No se puede hacer caso omiso a sus imperfecciones evidentes. Es peligroso caer en la trampa de no cuestionarlo para no perjudicarlo. Se conspira contra la democracia cuando se evitar revisarla, cuando no se advierten sus contundentes desviaciones y cuando se elige mirar a otro lado porque resulta políticamente incorrecto hablar de ello.

A Winston Churchill se le atribuye aquella frase de que "la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, excepto todos los demás". Tal vez sea esto brutalmente cierto, pero no menos verdadero es que todos los sistemas merecen ser revisados y, en lo posible, mejorados.

Sin embargo, pocos políticos se atreven si quiera a proponer cambios. Es probable que eso tenga que ver con que muchos de ellos son parte de ese defectuoso régimen que les permite liderar el presente. Modificar ciertas cuestiones podría atentar contra la base de su elemental poder personal.

Es posible que a los políticos no les interese mejorar el sistema. Lo que es indudable es que la sociedad observa con claridad todo lo negativo de un sistema que debería garantizar óptimos resultados y que hoy se deteriora día a día, bajo la mirada cómplice de la clase política y con la imprescindible resignación de una ciudadanía que percibiendo los problemas, prefiere resignarse, bajar los brazos, arriesgando demasiado de lo logrado.

Si la democracia no es reformulada y corregida puede extinguirse. El desprecio ciudadano por la actividad política es creciente en diferentes lugares del mundo. Atribuir ese desprestigio solo a ciertos sectores de la dirigencia política, es decidir deliberadamente ignorar las raíces profundas del problema y perder la brillante e irrepetible oportunidad de quitar las ramas que impiden que el árbol siga creciendo fuerte y solido.

Los políticos parecen inclinarse por el camino de hacerse los distraídos, tal vez porque de esa manera la pasan mejor en el corto plazo y siguen aprovechando las grietas que ofrece el actual esquema que les posibilita llevar adelante sus controvertidas prácticas. La gente ya se dio cuenta hace tiempo. Solo no encontró, aún, el modo de ponerlos en su lugar, de fijarle límites y de incitarlos a hacer esos cambios que el sistema precisa para evolucionar. La sociedad ya sabe que la democracia no es una panacea.


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