viernes, 6 de marzo de 2015

PODEMOS, LA OTRA IZQUIERDA. Pablo Iglesias: "En el juego de izquierda y derecha gana la banca".

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Pablo Iglesias: "En el juego de izquierda y derecha gana la banca".
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El secretario general de Podemos defiende la jornada de 35 horas para repartir el trabajo sin rebajas salarios

El Periódico.com

–La viabilidad de sus planes económicos suscita no pocas dudas. La jornada laboral de 35 horas, por ejemplo, podría dañar la competitividad de las empresas...

–Con el paro juvenil que tenemos, repartir el trabajo sin rebajar salarios no es solo justicia social: permitiría incorporar a más jóvenes al mercado laboral e incentivar el consumo. Lo ineficaz es tener un nivel de paro insostenible, una deuda en aumento y una desigualdad creciente.

Para mejorar las pensiones, sus expertos plantean subir las cotizaciones sociales empresariales. ¿Cómo afectaría a las exportaciones?

–Sin moneda propia hemos perdido un instrumento básico para la competitividad: la devaluación. Pero ahora apostar por un modelo productivo diferente supone dar al Estado instrumentos para poder invertir en la economía. La clave de la reforma fiscal es atajar el fraude y que paguen más las grandes fortunas.

Renta mínima garantizada. ¿Qué cuantía y cómo piensan pagarla?

–Vicenç Navarro y Juan Torres, los expertos que han elaborado el borrador del programa, nos dijeron que es muy difícil revertir en pocas semanas la actual situación de exclusión social. Es un objetivo tendencial, a largo plazo, que puede plantearse como un derecho universal o como formas de trabajo y ayudas aseguradas por el Estado.

–En la campaña europea planteaban adelantar la jubilación a los 60 años. Ahora ya hablan de los 65...
–No renunciamos al objetivo, pero hará falta tiempo. La clave es tener un modelo productivo más eficaz.

–Proponen subir el impuesto de sociedades a empresas con beneficios superiores al millón de euros. ¿Qué harían con las multinacionales?
–Con ternura, explicarles que para hacer negocio en España deben cumplir las leyes españolas. No pueden venir a forrarse sin dejar nada. El problema es que se ha institucionalizado un chantaje por el que los gobiernos se arrodillan ante las multinacionales. Gracias a la ingeniería fiscal, las grandes compañías pagan menos impuestos que los trabajadores. ¡No pueden ser tan caraduras!

–Les acusan de intervencionistas, de espantar a los inversores...
–Sí, se agitará el miedo, pero frente a quienes plantean escenarios apocalípticos, hay que sonreír. Los que no pagan impuestos harán campaña electoral utilizando a sus partidos, sean CiU, el PSOE o el PP, para decir que con nosotros llegará el caos. Bueno, son las reglas normales en una campaña. Al día siguiente sale el sol y no pasa nada.

–¿Cómo afectaría su reforma fiscal a las clases medias?

–Las clases medias, muy golpeadas por la crisis, ya pagan bastantes impuestos. En un sistema tributario equitativo pagan más quienes reciben retribuciones no diré escandalosas, pero sí de privilegio.


--El impuesto sobre las transacciones financieras que plantea no sería viable solo en España, toda vez que la supervisión bancaria en la eurozona ha quedado en manos del Banco Central Europeo.

--Por desgracia, hay muchas cosas que no se pueden hacer en un solo estado. Esa es una de las razones por las que las relaciones internacionales han sido un elemento fundamental en nuestra estrategia. La razón de hacer el primer viaje oficial de Podemos a Grecia tiene que ver con eso. Participaremos en unas jornadas sobre la deuda organizadas por diferentes formaciones políticas a nivel europeo, porque es necesario que diferentes gobiernos europeos se planten frente a la irresponsabilidad de ciertos factores financieros y digan: ustedes tienen que pagar un poquito. Eso un solo país no lo puede hacer. Pero prueba de que es viable es la atención que nos están prestando los servicios de estudio de los bancos de inversión.

–Respecto a la deuda pública, ahora hablan más de "reestructuración" que de "quitas" o "impagos".
–Se entiende mejor así, pero al fin y al cabo se trata de revisar la cuenta: si nos tomamos un café y nos cobran cuatro gintónics, decimos que los pague el que se los han tomado. Veremos a PP y PSOE hablando sobre el pago de la deuda. Al tiempo.

--Si Podemos gobierna y no consigue cambiar el funcionamiento del euro como plantea en su programa, ¿impulsarían un referéndum sobre la pertenencia de España a la moneda única?

--En estos momentos no es viable; hay decisiones que tienen una reversibilidad complicada. A mí me parece una locura que un país entregue algo tan importante como la soberanía monetaria a una institución que tiene controles democráticos, pero eso ya se ha hecho. En este momento no queda más remedio que trabajar con otros países europeos para lograr que, el Banco Central Europeo se parezca un poquito más a la Reserva Federal de Estados Unidos. ¡Tampoco pedimos la luna! A lo mejor es necesario que el BCE compre bonos de deuda pública. Y no puede ser preste dinero a bancos privados a tipo 0, o al 0,5% de interés, y que luego esos bancos compren deuda pública y presten a las empresas españolas y a los particulares al 4%. Muchos gobiernos europeos entenderán que es viable tener una moneda única en otros términos.

Nosotros no somos los que queremos salir del euro, pero sí recuperar, aunque sea en clave europea, la soberanía que corresponde en última instancia al pueblo y a sus representantes en el Parlamento, no a los poderes financieros.

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–¿Grecia, con Syriza, es su principal laboratorio de pruebas?
–Fundamental. En la City solo hablan de Grecia y España. Saben que si en Grecia se produce el cambio político, lo habrá en España. Y es probable que Italia, Portugal o Francia se sienten con la señora Merkel y le digan que no quieren ser colonias de Alemania. Ayudaremos a Syriza en campaña e iremos allí a aprender.

–Con el giro moderado y pragmático que han emprendido, acabarán en la socialdemocracia clásica...
--La socialdemocracia clásica era más maximalista que lo que planteamos: una batería de medidas keynesianas de sentido común, un rescate ciudadano para superar la emergencia social. Ofrecemos un programa de mayorías sociales al margen de etiquetas ideológicas. Por eso hay tanto miedo a Podemos, porque saben que podemos ganar. Al poder le encanta la izquierda de hoces y martillos que no puede ganar. El eje izquierda-derecha es un juego de trileros para que gane la banca.

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Pablo Iglesias. Secretario General de PODEMOS. Politólogo. Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja políticamente hacia la "refundación" de la política, el fin de la casta y el bipartidismo.
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PODEMOS, LA OTRA IZQUIERDA.
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Jorge Aleman *

Página /12 viernes 6 de marzo del 2015.


El recurso táctico utilizado por parte de Podemos de situarse fuera de la clásica oposición izquierda-derecha no debe confundirse con esa posición, característica de la ahora vieja posmodernidad, que apelaba a un terreno neutro, posideológico, incluso poshistórico, propio de la llamada globalización. Normalmente lo que solía sostenerse en aquella postura era que las categorías izquierda y derecha ya se habían vuelto anacrónicas y no nos permitían acceder a la nueva realidad. O que se reducían a su estricto sentido electoral y parlamentario, con el fin de disputar exclusivamente un consenso con idénticas reglas de juego. Todo este escenario se acompañaba de pequeñas agrupaciones de izquierda marxista –de filiación distinta a la del PCE–, que de un modo testimonial, a su vez asumían que nunca iban a llegar al gobierno. Pero, en Podemos, se trata más bien de un gesto de refundación y de separación de ese apego melancólico que las izquierdas históricas y sus avatares posteriores no lograron disolver a partir de la caída de la Unión Soviética.

Ahora bien, esta reformulación demandaba asumir por parte de Podemos un análisis de cómo los distintos dispositivos de dominación han provocado una verdadera homogeneización del espacio político constituido por las derechas y las izquierdas históricas. Es lo que se suele denominar el “capital-parlamentarismo”. Aceptar, en definitiva, que detrás de los conflictos entre partidos que se disputan el resultado electoral se esconde una neutralización de lo político que conlleva anular su capacidad transformadora e instituyente. Lo que Podemos ha sabido interpretar en su acción política y en la lectura que ha realizado de la situación histórica es que no se trataba de sumarse a lo ya constituido, sino que había que producir un corte, un acontecimiento, una diferencia, y fue el 15-M ese evento oportuno en el que se presentó la posibilidad de efectuar dicho corte con la homogeneidad del espacio socio-simbólico capturado por los dispositivos neoliberales. Un corte que sólo podía ser realizado por la nueva izquierda instituyente que emerge con Podemos y los movimientos ciudadanos que permiten, al fin, la construcción de esta nueva izquierda.

Pero efectuar un corte instituyente, reordenar las significaciones de la transición y generar el espacio (la superficie de inscripción de nuevas prácticas de izquierda) debe tener en cuenta el problema más serio: que esto intenta realizarse en la época en que ya no se puede nombrar el exterior del capitalismo y, por lo tanto, exige una asunción “populista” de la experiencia del 15-M.

Populismo implica, en este caso, aceptar que ya no existe un sujeto histórico ideal que sabe siempre en qué dirección debe ir la historia y que no hay un “nosotros” esencial ya construido de antemano para la izquierda, sino que éste debe ser plasmado políticamente a partir de la única materia que lo puede hacer posible: el lugar desde donde una nueva izquierda puede brotar, configurándose como una unión entre el malestar generado por el neoliberalismo y las subjetivaciones de ese mismo malestar engendradas por los movimientos sociales emergentes. Esta es la materia a partir de la cual anudó su aparición Podemos: el 15-M, el malestar generalizado y los movimientos sociales organizados en sus diferentes demandas específicas. Podemos es el ejercicio político que introduce en esta materia prima la “razón populista”, esa razón que nos permite pensar que si bien no hay un exterior nombrable en relación con el capitalismo, sin embargo en determinadas condiciones, siempre contingentes, una experiencia “contrahegemónica” puede advenir.

El populismo, en el sentido expresado por Ernesto Laclau, es la operación discursiva y por tanto política (ya que ambos términos son equivalentes en relación con la constitución de la realidad) que permite traducir a esta materia antes aludida en la invención de un pueblo, de una voluntad colectiva contra-hegemónica, que se constituye justamente en aquellos lugares que la izquierda histórica había reprimido y que ahora con Podemos retornan. Por ejemplo, cuando Podemos traza una frontera antagónica ajena a las lógicas homogeneizantes del capital parlamentarismo: casta o pueblo, un antagonismo que ya no puede ser pensado en los términos de la lucha de clases como si se tratara de un automatismo que funciona como ley. En este aspecto, el populismo es más radical que esto, porque en lugar de funcionar como un supuesto teórico, se organiza con el deseo del 15-M convertido en voluntad colectiva cuando se asume el antagonismo y la fractura que el mismo implica.

Por otro lado, al abandonar la idea de que la sociedad funciona como una totalidad que gestiona sus conflictos a partir del orden jurídico, institucional, parlamentario o administrativo-económico, el populismo siempre implica que la llamada sociedad está atravesada por antagonismos irreductibles, que ninguna etapa histórica cancelará, y que esos antagonismos son constitutivos de la experiencia política, ya que son anteriores a la subdivisión del llamado sistema social. Por esta razón, Pablo Iglesias, el pasado 31 de enero, enumeró un linaje histórico y mínimo de los antagonismos: el levantamiento del 2 de mayo, la República, que sólo fue aludida indirectamente, y el 15-M. Esta genealogía en la que Podemos se reconoce es aquella donde esos datos históricos son arrancados de su carácter de efemérides y desean ser recuperados en su potencial transformador. Potencial que las izquierdas constituidas no poseen porque se han alejado de la dimensión del acto instituyente implícito en los episodios nombrados.

Por ello, en esta refundación de la izquierda, el antagonismo y la soberanía (las distintas apariciones de la palabra “patria” en el discurso de Iglesias) constituyen el núcleo determinante del trazado de la frontera antagónica. Ese punto de partida es inmanejable para las lógicas parlamentarias actuales. La soberanía se ha constituido en un espacio instituyente por una praxis colectiva, separada del juego conflictivo de los partidos, y se nutre de la encrucijada que ha hecho que la sociedad no pueda repartir sus partes como si formaran una totalidad homogénea.

La verdad que ha retornado a la política, a partir de Podemos, es que el corte que se ha efectuado sobre España, que no es un comienzo absoluto, se asienta en el linaje libertario del pueblo español, que impide a partir de ahora agotar el todo de la sociedad en el consenso, los dispositivos mediáticos o los conflictos intrapartidarios. La condición de posibilidad de otra izquierda es que ésta surja del ejercicio soberano del antagonismo por parte de todos los sectores sociales concernidos por la ausencia radical de justicia e igualdad. Esta dimensión de la experiencia implica un afuera y un adentro al mismo tiempo. La izquierda popular es “éxtima”, habita en el interior de todos los dispositivos de dominación mientras acepta el desafío de que las demandas diferentes que vehiculiza se extienden “equivalencialmente” en un proyecto colectivo, que incluye los resultados electorales, porque no pretende nunca un “afuera” del horizonte democrático y, sin embargo, anhela dejar la huella del paso por la historia de una izquierda popular y soberana.

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* Psicoanalista y escritor. Consejero cultural de la embajada argentina en España.


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