lunes, 21 de diciembre de 2015

ESPAÑA: UN PAÍS BLINDADO POR EL PODER ABSOLUTO DEL PP. LA AGONÍA DEL BIPARTIDISMO.

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LA IZQUIERDA SE RENUEVA Y SE FORTALECE.
 Emir Sader
Junto con España, la izquierda española también ha cambiado. Esa es la diferencia esencial respecto de las elecciones nacionales anteriores. Del marco bipartidista, con el PSOE igualmente comprometido con la austeridad junto al PP y con Izquierda Unida incapaz de capitalizar el descontento de amplios sectores –especialmente jóvenes– de la población, al marco actual, mucho ha cambiado y Podemos ha sido el gran responsable del cambio.
El fenómeno más marcado de las elecciones ha a sido la irrupción de Podemos. Conquistar más de 5 millones de votantes y 69 parlamentarios –que serían varios más, si no fuera por la injusta repartición de los escaños–, volverse la primera fuerza en Cataluña y en el País Vasco –por medio de una hábil política de alianzas– es un hecho inédito en la vida política española. Renueva y refuerza a la izquierda, con un programa claramente de rechazo a las políticas de ajuste.
La subida de Podemos en el tramo final de la campaña ha sido el resultado de la militancia política de la organización, pero sobre todo del brillante desempeño de su líder, Pablo Iglesias, en los debates públicos. Todas las encuestas le dieron ganador con amplísima ventaja.
En su discurso de anoche, Iglesias destacó que Podemos es la única fuerza que puede dar solución a los problemas territoriales de España, justamente por su triunfo en Cataluña y en el País Vasco. Los otros puntos recalcados por él podrían ser incorporados por el PSOE, en caso de que el partido se propusiera gobernar con un frente de izquierda, al estilo de Portugal. Pero las posiciones radicalmente opuestas de los socialistas y de Podemos respecto de Cataluña bastan para impedir que esa vía hoy aparezca como posible.
La probable crisis de gobernabilidad a la que se adentra España a partir de los resultados electorales de ayer, deja a Podemos en una posición expectante. Con su trayectoria ascendente, debe ser un factor que inhiba a los partidos tradicionales –ambos en curvas descendentes– de apelar a nuevas elecciones en pocos meses. Mientras la crisis afecta también a Izquierda Unida, que casi ha desaparecido, los buenos resultados de Podemos animan a su militancia política frente a las enormes responsabilidades que se le plantean en la nueva fase histórica en la que ha ingresado España.

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Pablo Iglesias y el partido la “nueva izquierda” el PODEMOS, han representado un nuevo rol y protagonismo político, la juventud asume grandes tareas y responsabilidad en la Política. De la calle y la plaza pública, el 11-M de (mayo de 2011) Los Indignados contra las políticas del PSOE y el PP, hoy son alternativa de Gobierno, con políticas centrales como, el fin del bipartidismo, apuestan por un Estado laico, el fin de la Monarquía, libertad en el uso de la mariguana (al estilo Uruguay) y  el final, final, de las políticas neoliberales de la austeridad.
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UN ACTOR PRINCIPAL, PESE A LOS FANTASMAS.

Mercedes López San Miguel
Pese a que el partido Podemos fue blanco de una campaña mediática de demonización, ganó un gran protagonismo en estas elecciones generales. Esta formación nació al calor del movimiento de los indignados de mayo de 2011. Tres años más tarde, dio la sorpresa en los comicios europeos y, en mayo pasado, ganó varias de las alcaldías más importantes de España que llevaban décadas bajo el mando de los partidos tradicionales. Ayer se ubicó como tercera fuerza, a un paso del desacreditado PSOE, y quedó como un actor principal para la formación del futuro gobierno.
La prensa de derecha vinculó a los dirigentes de Podemos con el chavismo y agitó el fantasma de que España se convertiría en Venezuela. El Partido Popular y el PSOE apuntaron a Nicolás Maduro como una amenaza para los intereses de las grandes corporaciones españolas, y con ello extendieron el estigma hacia Pablo Iglesias y otros fundadores de Podemos, en su mayoría, docentes de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense.
“Los vínculos de Podemos y el chavismo” alarmó en febrero ABC, en uno de los tantos misiles de ese diario, ferviente adulador de Mariano Rajoy.
El País, afín al ala de centro del PSOE, enarboló titulares como “La fundación relacionada con Podemos cobró 3,7 millones de euros de Chávez en diez años”, entre muchas otras notas en el mismo sentido.
“El ataque sale tres semanas en portadas de diario y cuando el juez dice que no hay nada ilegal eso sale publicado en un recuadro chiquito”, se quejó semanas atrás ante Página/12 el número dos de la formación, Iñigo Errejón, un joven dirigente que nunca ocultó que trabajó en Venezuela como politólogo.
“El populismo está al alza en la Unión Europea. Si los españoles lo rechazan y abrazan las reformas, su país se convertirá en un ejemplo para Europa” sostuvo la semana pasada el diario británico The Economist, en línea con los matutinos españoles. Y eso es lo que más preocupa a los conglomerados mediáticos: que Podemos se mire en el espejo de procesos políticos de izquierda de América latina.
Con su irrupción, el partido que lidera Iglesias obligó a las formaciones clásicas a intentar un cambio que fue más cosmético que real. En ese contexto asomó Ciudadanos, un partido que se presentaba como una cara joven y lavada de los conservadores, y que ayer quedó en cuarto lugar y con pocas posibilidades de tornarse decisivo.
A la luz de los resultados, buena parte del electorado no se asustó ante una posible catástrofe si España daba un giro hacia la izquierda populista. Será porque la catástrofe del desempleo y la pobreza ya llegó a la vida de muchos españoles de la mano del ajuste.

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Los señores Mariano Rajoy del PP - el partido conservador - y Pedro Sánchez - la nueva imagen - del PSOE, el "viejo" partido socialista, firman públicamente NO el triunfo en las elecciones, sino el ACTA final del Bipartidismo político, no, están en Agonía. Los Ciudadanos españoles son amantes del "sufrimiento y el golpe" en la política. Hoy es el país, junto a Grecia, de mayor desempleo general, extrema pobreza en la Ciudad-Global. Las políticas de austeridad de ambos partidos han "asesinado" políticamente a dos generaciones de jóvenes, a pesar de ello sumando los dos, son mayoría, aparentes en opuesta política, pero los une, los ata y amarra, las políticas neoliberales.
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LA AGONÍA DEL BIPARTIDISMO.
Atilio A. Boron.
Con las elecciones de ayer el orden político posfranquista parece haber llegado a su fin. Este reposaba sobre un bipartidismo en el cual el Partido Popular, el heredero directo del franquismo, y el PSOE, convergían en un consenso eminentemente conservador que muchos analistas y publicistas edulcoraron calificándolo de “centrista” y que, perversamente, erigieron como el modelo a imitar por las nacientes democracias latinoamericanas en la década de los ochenta. En realidad esa convergencia hacia el centro no era tal: la preservación de la monarquía y los privilegios de la Iglesia Católica, la invisibilización de la historia de la república, la impunidad de los crímenes de la dictadura franquista, la adhesión a la OTAN, la indigna sumisión a la hegemonía estadounidense, y la capitulación ante el gran capital y, más recientemente, ante la Troika que realmente gobierna en Europa definen una agenda que sólo como producto de una malintencionada confusión podría ser caracterizada como de centro. Al igual que ocurre en la Argentina y el resto de América latina, la noción de “centro” es un eufemismo para evitar decir “derecha”. Este proyecto no sólo se desmoronó en España a causa del impacto de la crisis capitalista y su inusual virulencia sino también debido al descubrimiento de una trama mafiosa de corrupción que mientras empobrecía a la ciudadanía y condenaba a uno de cada cinco españoles al desempleo enriquecía escandalosamente a la oligarquía financiera e industrial.
A partir de los resultados conocidos anoche no hay sino una chance de formar un gobierno: una gran coalición entre el PP y el PSOE, pero esto sería la institucionalización del proceso de putrefacción del segundo –antaño referencia obligada de la clase obrera española– y su conversión en un partido neoliberal más; y de confesión de impotencia política del primero, que para gobernar tendría que asociarse a su otrora rival histórico. Es la vieja España, aquella que según el hermoso verso de Antonio Machado podía helarte el corazón, la que parece a punto de morir. Pero hay momentos históricos en los que, recordaba Gramsci, “lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no termina de morir”. Y esta es la situación que hoy presenta España. Hay síntomas que preanuncian la llegada de lo nuevo, pero por ahora este carece de la fuerza suficiente para derrotar definitivamente el viejo orden. Tal vez el PP y el PSOE sellen esa alianza. Sus homólogos lo hicieron en Alemania y hoy, en Nuestra América, lo están haciendo en Venezuela, donde los socialdemócratas y socialcristianos, adecos y copeyanos, se sientan en torno a la MUD para acabar con la revolución bolivariana.
Pero si tal cosa ocurriera en España los días del PSOE estarían contados. Podemos y sus aliados han logrado 69 escaños en el Congreso de Diputados, pero con una estrategia electoral más inteligente y unitaria –incorporando a Izquierda Unida en la coalición de izquierdas y abandonando el absurdo macartismo del que Podemos hizo gala durante la campaña– esta coalición podría haber desplazado al PSOE del segundo lugar y convertirse en el eje de cualquier alternativa de gobierno. Esto no tiene nada de ilusorio pues esta coalición logró plasmarse en Cataluña y obtuvo la primera mayoría; y entró en segundo lugar en Madrid, Valencia, Navarra y Galicia e hizo una estupenda elección en el País Vasco. Para resumir: la unidad de las izquierdas no ocurrió esta vez, pero la lección parece que ha sido aprendida: la unidad paga. En ese sentido, el discurso del líder de Podemos, Pablo Iglesias, al darse a conocer los resultados reflejó un viraje hacia la izquierda de sus titubeantes definiciones anteriores, cuando eludía definirse como tal. Y lo hizo incorporando dos innovaciones originarias en la experiencia de la izquierda latinoamericana. La noción de una España Plurinacional, como Bolivia; y el voto de confianza ciudadano a mitad de mandato, lo que la Constitución Bolivariana designa como “referendo revocatorio”. Estas son propuestas que conmueven hasta sus cimientos el consenso conservador dominante durante cuarenta años en España, con un gobierno como el del PP que cosechó la repulsa de dos de cada tres españoles y que, por lo tanto, no puede desconocer el rotundo mensaje que le enviara la ciudadanía española.
La inestabilidad y la incertidumbre serán los signos de los tiempos que se vienen. Los observadores no dejan de apelar al adjetivo “histórico” para definir al momento actual. Sectores políticos que carecían por completo de representación parlamentaria en el estado español ahora cuentan con un bloque de 69 diputados. No es suficiente para decir que se abre un nuevo período histórico, o se produce un cambio de época; pero, sin duda, es un alentador punto de partida. Habrá que ver qué es lo que hacen y cómo actúan esos representantes de la voluntad popular y si demuestran su capacidad para sortear las trampas que las democracias burguesas le tienen reservadas a quienes pretenden cambiar al mundo para hacerlo mejor.

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Elecciones en España, un desastre, una anarquía política, un “rompe cabezas”, un resultado con minorías, que marcan un hito histórico, para unos entre dos generaciones: Lo antiguo, lo pasado, lo "tradicional": el PP. los conservadores y el PSOE, los "viejos" socialistas. Y la nueva generación: El PODEMOS salido de las calles y plazas públicas de los  Indignados del 11-M y la juventud liberal de centro derecha de “Ciudadanos”.
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ESPAÑA: UN PAÍS BLINDADO POR EL PODER ABSOLUTO DEL PP.
La herencia de cuatro años de mayoría absoluta del partido Popular y los retos del nuevo ciclo Político.
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Los presupuestos de Estado, la reforma laboral, la ley educativa Wert, la reforma constitucional o la independencia de Cataluña podrán ser ahora renegociados por los distintos partidos que formen el Ejecutivo español.

Flor Ragucci
Desde Barcelona lunes 21 de diciembre del 2015.
La mayoría absoluta de la que el Partido Popular (PP) gozó durante los cuatro años de su última legislatura le permitió modelar el país a su antojo, derogando leyes fundamentales como la de la Justicia Universal, modificando las bases del sistema educativo o el laboral y aferrándose con uñas y dientes a una Constitución que, pese a ser considerada caduca en muchos aspectos por gran parte de la ciudadanía, lo amparaba en su habitual inmovilismo.
Pero la historia avanzó ayer y las reglas del juego parecen ser que ya no las decide uno solo. Los cuatro partidos ahora presentes en el Congreso deberán pactar, negociar, dialogar el futuro de España. Y la legislatura que comienza en enero tiene muchos e importantes frentes abiertos. La primera papa caliente que llega a manos de los nuevos diputados es la decisión de si los presupuestos generales del 2016 –aprobados a toda velocidad por Mariano Rajoy antes del fin de su mandato– se aplican tal cual o son modificados, como exige la Comisión Europea (CE). Las directrices de Bruselas exigen un recorte de 10.000 millones de euros sobre esas cuentas públicas ya que consideran que España no podrá cumplir el objetivo de déficit que se le impone, pero la petición tendrá que ser atendida por el nuevo Ejecutivo, dado lo tarde que el gobierno de Rajoy –sólo con los votos de su partido– aprobó los presupuestos del Estado.
Esta jugada fue duramente criticada por el resto de las formaciones, que la considera “una trampa” tendida a la flamante legislatura, ya que encubre la necesidad de un ajuste de 10.000 millones el año próximo. “El nuevo gobierno va a tener que cambiar el presupuesto y acudir a más recortes o a subidas de impuestos”, coincidieron en señalar, de un modo u otro, todos los portavoces de la oposición.
Elecciones en España, lucha generacional, lucha política de clase o lucha contra el bipartidismo político, "todo" en un solo "cajón de sastre". Lo bueno, lo interesante, lo extraordinario para la política española es que la JUVENTUD asumió un rol y protagonismo de primera categoría.
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Otro de los retos que se le presenta a quien (o quienes) dirijan este nuevo ciclo es la gestión del problema que más preocupa a los españoles: el desempleo. El segundo país de la Unión Europea (UE) con la tasa de desocupación más alta –el 21,6 por ciento (sólo superada por Grecia con el 25 por ciento)– deberá resolver si continúa el camino iniciado por el PP a base de su controvertida reforma laboral o, como abogan todos los partidos excepto Ciudadanos, la derogan y reanudan la marcha en otra dirección. La bandera que Rajoy blandió orgulloso durante toda la campaña electoral fue la de la recuperación económica y la creación de empleo, amparándose en los últimos datos de octubre con el mayor descenso del desempleo en un trimestre desde 2006. Lo que, en opinión de todos los partidos de la oposición y los principales sindicatos, esconden las cifras es la acuciante precariedad laboral que acompaña ese supuesto aumento de los puestos de trabajo.
Con la reforma laboral aprobada en solitario por el PP se dispararon los llamados “contratos basura” (sin indemnización por despido, contratos a tiempo parcial, caída de los salarios) y esa subida del número de empleados promovida por la degradación de las condiciones laborales, por otra parte, sólo comprende el rango de edad de 25 a 54 años. Los menores de 25 años y los mayores de 55 vieron, en cambio, cómo sus tasas de desocupación en los últimos cuatro años aumentaban del 45,58 por ciento al 46,58 por ciento (en el caso de los más jóvenes) y del 14,36 por ciento al 17,78 por ciento, en el caso de los más mayores.
La unidad de España también está en juego en la legislatura de los próximos cuatro años. El desafío independentista de Cataluña llegó, tras las últimas elecciones regionales de septiembre, a su punto álgido con la moción secesionista que el Parlamento catalán refrendó y, acto seguido, el Tribunal Constitucional anuló, a petición del gobierno de Rajoy. El o los grupos que queden finalmente al mando del país deberán articular una respuesta a la acción que el nuevo Ejecutivo catalán emprenda, una vez se constituya su gobierno (la investidura está todavía paralizada por el veto del grupo de izquierdas, la CUP, a Artur Mas). Pero el consenso en este punto no se prevé sencillo, teniendo en cuenta que las propuestas sobre el modelo territorial con el que se presentaron los candidatos distan kilómetros unas de otras. Mientras que Mariano Rajoy apuesta por la defensa acérrima de la ley, una nueva financiación y la promesa de un diálogo que en estos cuatro años nunca existió, el líder de los socialistas, Pedro Sánchez, aboga fundamentalmente por una reforma de la Constitución en clave federal. Por su parte, el número uno de Ciudadanos, Albert Rivera, se posiciona radicalmente en contra de la independencia y quiere modificar la Carta Magna para colocarle un candado y terminar con las exigencias nacionalistas; y Pablo Iglesias, de Podemos, propugna avalar la celebración de un referéndum para que los propios ciudadanos catalanes decidan.
El riesgo de una fractura de España puso sobre el tapete la vigencia o no de la Constitución redactada en 1978 por los protagonistas de la Transición de la dictadura franquista a la democracia. La creación de las comunidades autónomas fue fruto de ese acuerdo y, en opinión de socialistas, Podemos, Izquierda Unida y las fuerzas independentistas, no responde a la verdadera pluralidad de identidades y necesidades que conviven en el Estado. Por otro lado, la reforma constitucional que pretenden llevar adelante todos los grupos salvo el PP apunta a la regeneración democrática de un país cuyo sistema electoral o de financiación de partidos se encuentran desfasados y, según los partidarios de una nueva Carta Magna, en el seno del descrédito que la mayor parte de la ciudadanía siente hacia una clase política que “no los representa”.

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