sábado, 5 de marzo de 2016

GOLPEAN AL LÍDER PARA VOLTEAR A LA PRESIDENTA. ANTE LA SITUACIÓN EN BRASIL. LA DETENCIÓN DE LULA.

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LULA Y EL FUTURO DE BRASIL. Emir Sader
La derecha brasileña siempre creyó que en algún momento el PT iba a ganar pero fracasaría y, a partir de ese momento, ella podría dirigir el país con tranquilidad. Lula ganó y el suyo resultó el mejor gobierno que jamás tuvo el país. A partir de ese momento empezó la caza a Lula. No pudieron impedir su reelección en 2006, ni que él eligiera y reeligiera a su sucesora, en 2010 y 2014. Ahora Lula aparece como favorito para ganar las elecciones del 2018 y volver a ser presidente de Brasil.
En la desesperación, la derecha une todo lo que tiene: sectores del Poder Judicial, de la Policía Federal, los grandes medios privados, en campaña total en contra de Lula. Una campaña que se intensificó a partir del discurso de Lula en Rio de Janeiro, en el cumpleaños del PT, el 27 de febrero, cuando declaró públicamente que, si fuera para garantizar la continuidad del proceso iniciado en 2003, él sería candidato de nuevo. A partir de ese momento, la derecha declaró la guerra abierta en contra de Lula. Declaraciones falsas, desmentidas enseguida, pero mantenidas por los medios como si fueran reales.
La acción de la Policía Federal directamente en contra de Lula –en su casa, en la casa de su hijo, en el Instituto Lula–, llevándolo a deponer, a pesar de que él ya había prestado declaraciones, fue anunciada por un periodista de la Rede Globo varias horas antes por Internet. Fue una operación mancomunada de sectores del Poder Judicial con los grandes medios privados y sectores de la Policía Federal. Es el intento más grave de excluir a Lula de la vida política brasileña. No hay ninguna prueba de las acusaciones que le hacen, intentan que algunos presos declaren en su contra a cambio de la disminución de sus condemnas –las mal llamadas delaciones premiadas–. No han logrado nada. De ahí la acción mediática espectacular en contra de Lula, para ver si logran con ello desgastar la imagen del ex presidente.
Han actuado en este momento en que Lula se declara candidato, en que el ministro de Justicia fue sustituido, pero no ha cambiado todavía los mandos de la Policía Federal, cuando el Supremo Tribunal Federal aún no ha juzgado el pedido de Lula de que el juez más arbitrario de todos deje de estar al mando de los casos en que se lo acusa. Por todo ello, lo han hecho en este momento, acelerando los enfrentamientos y poniendo en jaque, al mismo tiempo, el gobierno de Dilma.
Pero ahora han creado un punto de no retorno. Lula salió de su declaración ante la Justicia, fue a la sede del PT y dio una conferencia de prensa emocionante, donde dijo que su llama está más encendida que nunca, que a partir del lunes retoma los viajes por todo el país para charlar, conversar, dejando claro que la campaña electoral de 2018 ha comenzado ahora. El destino de Brasil se juega en este momento. O logran, por la vía judicial y policial, excluir a Lula de la vida política para hacer lo que les dé la gana con el país. O Lula logra superar también este momento y vuelve con más fuerza todavía,  como el candidato favorito para regresar a la Presidencia de Brasil, el 2018.
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Lula avanzó sobre el esquema armado entre la Policía Federal, el tribunal de Moro y los grandes medios de comunicación.
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GOLPEAN AL LÍDER PARA VOLTEAR A LA PRESIDENTA.
Irrumpen policías en la casa de Lula para llevarlo a declarar en un caso de corrupción.
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Lula fue conducido al aeropuerto de San Pablo, donde prestó declaración a lo largo de casi cuatro horas. El procedimiento causó indignación y protestas callejeras. El ex presidente denunció la connivencia entre “el juez, la policía y los grandes medios”.

Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro sábado 5 de marzo del 2016.
Poco antes de las siete de la mañana de ayer la Policía Federal se presentó en el departamento donde reside el ex presidente Lula da Silva, en San Bernardo, cordón industrial de San Pablo. Poco antes la escolta a que Lula tiene derecho como ex mandatario había llegado al local y lo advirtió de la presencia de la policía judicial. El mismo Lula abrió la puerta.
Cumpliendo órdenes del juez de primera instancia Sergio Moro, la Policía Federal condujo a Lula da Silva hasta el aeropuerto metropolitano de San Pablo. En la sala reservada a las autoridades –una gentileza concedida a la figura política de mayor relieve en Brasil– Lula prestó declaraciones a lo largo de casi cuatro horas. En más de una ocasión se irritó con las preguntas de los comisarios de la Policía Federal. Se irritó, por ejemplo, cuando le preguntaron sobre botellas –algunas, de vino importado– encontradas en la casa de campo que el ex presidente frecuenta los fines de semana. También sobre los dos barquitos que su esposa compró para los nietos de la pareja. “¿Es que no tienen nada más importante para hacer que preguntarme estupideces?”, espetó Lula da Silva a sus interrogadores. Un abogado que acompañó el interrogatorio contó que Lula contestó a todas las preguntas sin titubear un solo instante.
La noticia de que el ex presidente fue blanco de una orden de ser llevado por la fuerza pública a prestar testimonio tuvo inmenso impacto en todo el país.
Por la tarde, Lula y la presidenta Dilma Rousseff manifestaron su “indignación” por la medida adoptada por el juez Sergio Moro. “Me sentí como un prisionero esta mañana” dijo Lula. “Si querían escucharme sólo tenían que llamarme porque no debo y no temo.” A su vez, Dilma expresó su “plena disconformidad” por el operativo policial en un mensaje televisado que dio desde el palacio presidencial flanqueada por sus ministros. “Manifiesto mi plena disconformidad con el hecho de que un ex presidente de la república, que muchas veces compareció voluntariamente para ofrecer aclaraciones ante las autoridades competentes, sea ahora sometido a un innecesario traslado coercitivo para dar testimonio,” se quejó la mandataria.
También Marco Aurelio Mello, integrante del Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la Justicia en Brasil, criticó, por abusiva, la medida determinada por el responsable por la Operación Lavadero de Autos, que investiga el esquema de corrupción instalado en la estatal Petrobras. Figura prominente del principal partido de oposición, el socialdemócrata PSDB, José Gregori, ministro de Justicia y luego de Derechos Humanos del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, denunció lo que considera un “evidente abuso” practicado por el juez de provincia. El economista Luis Carlos Bresser-Pereira, uno de los fundadores del PSDB, fue más contundente aún, al afirmar que “ya es hora de que el Supremo Tribunal Federal intervenga en la Operación Lavadero de Autos, para impedir que sigan ocurriendo abusos de poder como prisiones temporarias perpetuas o la conducción coercitiva de un ex presidente que ni siquiera había sido convocado a declarar”.
Por la tarde, Lula da Silva se manifestó de manera contundente. “No era necesario que Moro mandase gente a mi casa, a las de mis hijos y de mis compañeros de militancia”, dijo con aire indignado, recordando que solamente este año ya había comparecido en tres ocasiones para prestar declaraciones. “Ha sido un gesto de arrogancia, de prepotencia”, agregó.
Lula insistió, una vez más, en recordar que ha sido en sus dos gobiernos (2003-2010) que se concedió, como nunca antes, autonomía a la Policía Federal e independencia el Ministerio Público. “Lo hicimos”, dijo, “porque creemos en la democracia. Moro, no. Mucho antes de Moro, yo ya era un demócrata. Mientras él no hacía nada, nosotros luchábamos para devolver la democracia al país”.
El ex presidente, luego de declararse indignado por la humillación enfrentada, avanzó sobre el esquema armado entre Policía Federal, el tribunal de Moro y los grandes medios de comunicación. “A las siete de la mañana, cuando mis abogados no sabían de nada, y yo menos, algunos medios ya anunciaban el operativo”, aseguró.
Los argumentos de la Policía Federal y del Ministerio Público que integran la Operación Lavadero de Autos para solicitar la comparencia por la fuerza pública de Lula, prontamente acatados por el juez Moro, se refieren, de manera vaga y amplia, a las contribuciones de grandes empresas al Instituto Lula. Además, se insinúa que las charlas que dio Lula en Brasil y otros países eran un disfraz para pasarle dinero de coimas cobradas en la Petrobras. También se acusa a Lula de haber ocultado patrimonio, en especial un departamento en el decadente balneario de Guarujá, y una quinta a hora y media de San Pablo. La transferencia de los dos inmuebles sería una manera disfrazada de pagarle coimas a Lula.
El ex mandatario ya aseguró reiteradamente que no es dueño del departamento en la playa ni de la quinta, que pertenece a un antiguo compañero de militancia, su amigo desde hace más de 40 años.
Lula da Silva contó que, en sus charlas en el exterior, por las cuales cobraba hasta 200 mil dólares –“está todo en mi declaración al fisco”–, las preguntas de la asistencia se referían siempre a los logros sociales alcanzados por Brasil a partir de su llegada al gobierno. “¿Por qué Bill Clinton puede venir a Brasil, como vino hace poquito, y hablar en la Confederación Nacional de la Industria y cobrar un millón de dólares, y yo no puedo contar a amigos africanos o latinoamericanos cómo hicimos para disminuir la miseria en este país de injusticias eternas?”.
Lula anunció que está listo para recorrer el país defendiendo su historia y la historia del Partido de los Trabajadores (PT). “Quisieron matar a la yarará, pero en lugar de golpearla en la cabeza golpearon la cola. Y la yarará está viva y lista para volver”, dijo en clara referencia a las elecciones del 2018.
Lo más grave de esa historia, sin embargo, es que puso a las claras que el esquema armado entre el juez Moro, la Policía Federal, el Ministerio Público y la gran prensa hegemónica encontró su punto ideal.
La comparencia por la fuerza pública de Lula da Silva demuestra que Moro es un magistrado sin límites, y que actúa en perfecta harmonía con el calendario golpista. Acosando a Lula, acosa a Dilma. Con eso, fortalece el debilitado proceso de impeachment que adormece en la Cámara de Diputados, faltando poco más de una semana para las manifestaciones callejeras convocadas por la derecha más radical para el domingo 13 de marzo.
La euforia registrada en el mercado financiero –el dólar cayó en picada, la Bolsa subió como un cohete– muestra quiénes son los que se alegran con la perspectiva del derrocamiento de Dilma Rousseff y la degradación de Lula. Ahora, hay que ver cuál será la reacción de los movimientos sociales, de la militancia del PT y del electorado que, en cuatro ocasiones seguidas, ha derrotado al PSDB en las urnas.

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ANTE LA SITUACIÓN EN BRASIL.
LA DETENCIÓN DE LULA.
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Comunicado del Secretario Ejecutivo de CLACSO:

Hoy, en Brasil, se ha avanzado un paso más en el proceso de desestabilización institucional que pretende perpetrar un sector del Poder Judicial, la Policía Federal, los monopolios de prensa y las fuerzas políticas que han sido derrotadas en las últimas elecciones nacionales. Una desestabilización del orden democrático que tiene un objetivo principal: impedir que las fuerzas progresistas sigan gobernando el país y, especialmente, acabar definitivamente con el Partido de los Trabajadores y con su figura más emblemática, el ex presidente Lula.

Esto es lo que está en juego y es esto lo que explica una multiplicidad de acciones judiciales, denuncias de la prensa nunca demostradas, insultos, amenazas, ataques públicos y una persistente ofensiva parlamentaria por parte de las fuerzas más conservadoras y reaccionarias del país.

Se trata de criminalizar y de responsabilizar al PT y a su presidente de honor de actos de corrupción, usando hechos que la justicia aún investiga como si fueran parte de un plan organizado desde el propio centro neurálgico del poder; esto es, los mandatos presidenciales de Lula y Dilma Rousseff. Encontrar una conexión entre ambos mandatarios y los hechos de corrupción analizados por la Justicia es la gran obsesión y, quizás, la única carta que hoy tiene la derecha brasileña para volver al poder, destruyendo los avances democráticos de la última década.

Lo que está en juego es el futuro de Brasil como nación democrática.
Obviamente, la oposición tiene todo el derecho de aspirar al poder. Pero después de 30 años de democracia, ya debería haber aprendido que la única forma de hacerlo es por el voto popular. Pero no lo aprendió. Después de su última derrota electoral pretende volver al poder por la vía de un golpe judicial o de un impeachment, cuya fundamentación jurídica y política no es otra que la necesidad de despojar al pueblo de su mandato soberano.

Nada se ha demostrado sobre la vinculación del ex presidente Lula o de la presidenta Dilma Rousseff con cualquier hecho ilícito. Pero decenas de calumnias se han formulado contra ellos.

Como quiera que sea, los poderes golpistas saben cómo actuar. Y actúan. Si no pueden encontrarse pruebas que confirmen las denuncias, pueden crearse hechos que, ante una opinión pública pasmada y desconcertada, hagan parecer culpables a quienes no lo son. El Estado de Derecho se desmonta cuando uno de los principios que lo sustentan se desintegra ante maniobras autoritarias del Poder Judicial y el sistemático abuso de poder de una Policía que ha demostrado ser más eficiente matando jóvenes pobres inocentes que controlando las principales redes del delito que operan en el país.

Hoy por la mañana, un amplio operativo policial irrumpió en la residencia del ex Presidente Lula y lo detuvo con un mandato de "condução coercitiva".

Un mandato de conducción coercitiva es un medio que dispone la autoridad pública para hacer que se presente ante la Justicia alguien que no ha atendido la debida intimación y cuya declaración testimonial es de fundamental importancia para una causa penal. El riesgo de fuga o la peligrosidad del sujeto, así como su desatención a las intimaciones judiciales, obligan al uso de este mecanismo coercitivo.

¿Sería razonable aplicarlo a un ex presidente de la república que siempre se ha presentado a declarar cuando le fue solicitado?

Sí, si lo que se quiere es humillarlo, destituirlo de autoridad, postrarlo, desmoralizarlo ante la opinión pública brasileña y el mundo. Hoy, los diarios y noticiarios de todo el planeta mostrarán un Lula llevado por la Policía Federal en medio de un fuerte esquema de seguridad. Lo harán, como si fuera un delincuente. No fue preso ni es culpable de nada en términos jurídicos, es verdad. Pero eso, ¿a quién le importa? Parece "preso" y "culpable". Con eso basta, al menos, por ahora.

No debe sorprender que el hecho ocurra menos de una semana después que, en el festejo de los 36 años del Partido de los Trabajadores, el ex presidente Lula manifestó que si fuera necesario e imprescindible, será él quién asuma el desafío de presentarse como candidato de las fuerzas progresistas a la futura elección presidencial. Allí, miles de militantes le brindaron su apoyo y solidaridad ante los ataques recibidos.

La respuesta de la justicia golpista no demoró en llegar.

Hace 25 años elegí Brasil como el país en que quería vivir y criar a mis hijos. Aquí pasé casi la mitad de mi vida. Como intelectual, como militante y como brasileño por elección, me siento profundamente avergonzado e indignado. Aquí no está en juego ninguna causa por la justicia, la transparencia ni el necesario combate a la corrupción. Aquí está en juego un proyecto de país y, no tengo dudas también, un proyecto de región. El golpe judicial, policial y mediático que se lleva a cabo en Brasil no es ajeno a la situación que vive el continente y a los vientos que corren a favor de las fuerzas conservadoras y neoliberales en toda América Latina.

Intentan cambiar la historia, torciéndola a favor de sus intereses antidemocráticos. No lo lograrán.

Expreso aquí mi plena y fraterna solidaridad con el ex presidente Lula y su familia.

Lo hago convencido de mi deber como responsable de una de las mayores redes académicas del mundo. No escribo estas líneas en representación de las instituciones que componen el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) ni, mucho menos, en nombre de las personas que allí se desempeñan. Sin embargo, estoy seguro que serán muchos los que sumarán su grito de indignación ante una ofensiva que no conseguirá disminuir nuestra energía militante ni nuestro compromiso inquebrantable con las luchas por la transformación democrática de América Latina.

- Pablo Gentili,  Secretario Ejecutivo de CLACSO.

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