miércoles, 7 de junio de 2017

LA LÓGICA PERVERSA DE LA EDUCACIÓN FINANCIERA..- EDUCACIÓN, ¿HACIA DONDE VAMOS?

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LA PROMOCIÓN DE LA EDUCACIÓN FINANCIERA: QUIÉN, CÓMO Y POR QUÉ. La educación financiera se expandió por todo el globo de la mano de la OCDE, gracias a la “estafa que llaman crisis” –permítanme utilizar este maravilloso eslogan del 15M-, que supuso lo que el club de los países más ricos llamó un “momento pedagógicamente aprovechable”, esto es, una coyuntura en donde la población podía ser “más fácilmente convencida” de la necesidad de educación financiera. Entraron así en el juego el G-20, la Comisión Europea o el Banco Mundial, ligando el “desarrollo” a la inclusión financiera y la estabilidad de los mercados financieros a una mayor educación de toda la sociedad. Para ellos, el foco del problema ya no está en la falta de regulación, en la falta de ética de unos pocos, ni en el propio funcionamiento de los mercados financieros, sino en los conocimientos, en los “valores” y en las “actitudes” del conjunto de la población.

España hizo también sus deberes. El Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, los reguladores de los mercados financieros, desarrollaron módulos a impartir en diferentes materias. Los contenidos mainstream se incorporaron a materias de Educación Primaria y Secundaria y la LOMCE abrió la puerta a la creación de asignaturas de libre configuración autonómica en educación financiera, que están ya en marcha en Comunidades como Galicia o Castilla y León. Además, la Asociación Española de Banca se jactaba de que los bancos y las instituciones financieras habían llegado ya a cuatro millones y medio de “beneficiarios”. Sus iniciativas son múltiples y variadas: videojuegos, talleres en centros educativos, conferencias en universidades, dinámicas para los más pequeños, clases en centros de mayores, concursos, actividades extraescolares… Y la vida sigue, y aquí no pasa nada. Sin embargo, a las instituciones financieras españolas esta interpretación de las cosas les debe salir muy rentable. Ya no se encuentran en el ojo del huracán. Tal vez por eso estén dedicando ingentes recursos a educar en finanzas. Venden buen hacer y responsabilidad social mientras adoctrinan en un sistema que les interesa y para el que necesitan la participación activa y acrítica de todas y todos nosotros.

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Educación financiera en la escuela: "A los niños se les enseña a pedir créditos en lugar de becas" El último informe PISA financiero advierte que uno de cada cuatro adolescentes no alcanza el nivel básico de educación financiera. Expertos consideran que "la educación financiera habla de planes de pensiones privados asumiendo que no va a haber un Estado que vaya a proveer de esto". Por su parte, la banca cree "necesario" formar a los niños en finanzas.

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LA LÓGICA PERVERSA DE LA EDUCACIÓN FINANCIERA.
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Miren Alonso.

Público miércoles 7 de junio del 2017.

Estos días la educación financiera está en boca de muchos. La OCDE, el club de los países más ricos, ha dado a conocer la segunda edición del informe PISA sobre competencia financiera. PISA mide y compara la competencia en ciencias, matemática y comprensión lectora de estudiantes de diferentes países. Sin embargo, desde 2012 ha empezado a medir también la competencia financiera. España –¡sorpresa!- está por debajo de la media de la OCDE y el tratamiento a seguir está claro: hace falta más educación en finanzas. Pero esta correlación de ideas tiene muchos problemas.


PISA o cómo crear realidad a partir de mediciones.

Hablemos claro. El informe PISA sobre competencia financiera está financiado por el BBVA. En París, en el lanzamiento de los resultados, los oradores se desvivían en agradecimientos a Francisco González, presidente del banco. En la conferencia inaugural compartió discurso con el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría. Quizá se encuentre aquí la razón de que muchos países que sí participan en los informes tradicionales de PISA no lo hagan en este, o que un gran número se haya descolgado entre la primera y la segunda edición.


Pero hay más. La creación de este informe tiene un propósito muy preciso: “desarrollar evidencia de necesidad”. Así lo expresa la OCDE en una publicación en la que da consejos para introducir la educación financiera en los colegios y en la que sugiere crear encuestas e indicadores con este propósito. PISA representa para ellos, en este sentido, una “convincente herramienta”. Se construye entonces un instrumento de medición para diagnosticar la situación en torno a un fenómeno que, antes de dicha medición, apenas existía; y se hace atendiendo a unas competencias y a unos contenidos muy concretos, que no son neutrales ni inocentes.

¿Qué se enseña?

Se enseña a no cuestionar el modelo financiero actual. Se enseña a reproducirlo y a profundizarlo en nuestras acciones diarias sin hacer preguntas. Para empezar, se asume que la responsabilidad pasa del Estado al individuo. Para las entidades que “educan” en finanzas se vuelve una cuestión fundamental “preparar nuestra jubilación”; ahorrar por si surgen “imprevistos como la pérdida de empleo”; pagar “la cobertura de [las] necesidades de salud”; o “financiar estudios”. Las instituciones públicas que deberían velar por el bienestar social simplemente desaparecen de la ecuación, al alumnado se le pinta un escenario en el que está solo ante el peligro –y ante las grandes oportunidades que los mercados financieros parecen presentar-.


Desaparecen también las causas de índole estructural y se impone un juicio moral sobre el endeudamiento. En una de las guías de educación financiera editadas por los reguladores financieros se explica que: “mucha gente trabaja duro durante años, pero por diversas razones nunca logra ahorrar y vive mes a mes en situación precaria. (…) Todos debemos adoptar el hábito de ahorrar”. La pobreza y la precariedad son ahora un problema de mal comportamiento, de falta de ahorro y de educación, no una cuestión colectiva, dependiente de las políticas actuales. La crisis, la regulación financiera, la política, el rol activo del consumidor y del ciudadano… No están por ningún lado. La libertad se circunscribe a elegir entre un producto financiero u otro, basando la decisión en dos únicas variables: riesgo y rentabilidad.


La promoción de la educación financiera: quién, cómo y por qué.

La educación financiera se expandió por todo el globo de la mano de la OCDE, gracias a la “estafa que llaman crisis” –permítanme utilizar este maravilloso eslogan del 15M-, que supuso lo que el club de los países más ricos llamó un “momento pedagógicamente aprovechable”, esto es, una coyuntura en donde la población podía ser “más fácilmente convencida” de la necesidad de educación financiera.
 


Dos niñas repasan sus apuntes de Educación en finanzas, y no educación en Valores, Educación en Derechos. Se olvidaron o que tipo de educación es la que se impone hoy en la Escuela, en una sociedad sin valores y un mundo en plena y absoluta Desigualdad económico-social-laboral-educativa, etc.
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Entraron así en el juego el G-20, la Comisión Europea o el Banco Mundial, ligando el “desarrollo” a la inclusión financiera y la estabilidad de los mercados financieros a una mayor educación de toda la sociedad. Para ellos, el foco del problema ya no está en la falta de regulación, en la falta de ética de unos pocos, ni en el propio funcionamiento de los mercados financieros, sino en los conocimientos, en los “valores” y en las “actitudes” del conjunto de la población.

España hizo también sus deberes. El Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, los reguladores de los mercados financieros, desarrollaron módulos a impartir en diferentes materias. Los contenidos mainstream se incorporaron a materias de Educación Primaria y Secundaria y la LOMCE abrió la puerta a la creación de asignaturas de libre configuración autonómica en educación financiera, que están ya en marcha en Comunidades como Galicia o Castilla y León.


Además, la Asociación Española de Banca se jactaba de que los bancos y las instituciones financieras habían llegado ya a cuatro millones y medio de “beneficiarios”. Sus iniciativas son múltiples y variadas: videojuegos, talleres en centros educativos, conferencias en universidades, dinámicas para los más pequeños, clases en centros de mayores, concursos, actividades extraescolares… Y la vida sigue, y aquí no pasa nada.


Sin embargo, a las instituciones financieras españolas esta interpretación de las cosas les debe salir muy rentable. Ya no se encuentran en el ojo del huracán. Tal vez por eso estén dedicando ingentes recursos a educar en finanzas. Venden buen hacer y responsabilidad social mientras adoctrinan en un sistema que les interesa y para el que necesitan la participación activa y acrítica de todas y todos nosotros.

Alternativas: otra educación financiera es posible.

El sistema financiero parece situarse por encima del bien y del mal, en algún lugar “ahí arriba”, lejos de la capacidad de intervención política de los Estados. Al mismo tiempo, es protagonista de cada vez más aspectos del día a día. Crece como una enredadera y, de repente, nuestra existencia se vuelve imposible sin los productos bancarios. Pero el sistema financiero depende de nuestras decisiones individuales y colectivas como consumidores, y también como ciudadanos y ciudadanas.

Por eso la educación financiera debería atender a lo personal, sí, debería ayudarnos a comprender facturas y recibos; pero también tendría que prestar atención a la naturaleza misma del sistema, ayudándonos a tener una perspectiva amplia y crítica que nos permita participar del debate público en torno a qué mercados financieros queremos y en torno a qué papel podemos y queremos jugar cada una de nosotras.


Dice el último Plan de Educación Financiera publicado por los reguladores que de la “mejora de la cultura financiera de los ciudadanos” –la que ellos quieren y buscan- depende “la sostenibilidad del mercado financiero”. Si creemos en cambio en que el mercado financiero actual es insostenible y que necesitamos una economía financiera diferente, no podemos dejar que los agentes que promueven el statu quo traten de amaestrar marionetas individualistas y silenciosas, sino contribuir a educar a las personas que puedan imaginar, construir y desarrollar alternativas.


Miren Alonso. Internacionalista e investigadora.


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EDUCACIÓN, ¿HACIA DONDE VAMOS?
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Jorge Majfud.

Rebelión 1 de junio del 2017.

Cuantas veces más grande es el valor de 5 en 2573 que el de 5 en 6459?”

Esta es la primera pregunta de un examen estandarizado para niños de cuarto año de primaria en Florida. Hay preguntas más fáciles y más difíciles. Ahora, si usted es un adulto y necesita más de treinta segundos para responder correctamente, es que algo no está funcionando en nuestro sistema de educación primaria. Algo no está funcionando en el mundo donde es más importante el éxito que el existo.

Por este camino, seguramente tendremos más matemáticos y más ingenieros y necesitaremos más psicólogos y terapeutas de los que ya tenemos para atender a una inmensa cantidad de niños estresados, con problemas de ansiedad y con una infancia destruida. Es más: difícilmente tengamos adultos maduros y equilibrados con niños sin infancia, realidad que observo cada vez más en mis alumnos y pupilos universitarios.

Por supuesto que muchos responderán que por algo Estados Unidos en un país desarrollado y el más rico del planeta (dejemos de lado otras razones menos admirables), pero con semejante argumentos materialistas podríamos decir que el incentivo del consumo de azúcar y tabaco se justifica con la creación de puestos de trabajos.

El estado de Florida se encuentra en el puesto 40 en las famosas y obsesionantes pruebas PISA, por encima de cualquier país latinoamericano y por debajo de muchas ciudades asiáticas. Estas pruebas son importantes para tener una idea de cierto estándar, pero no deberían ser el objetivo de ninguna educación. James Joice, García Márquez, Steve Jobs, Thomas Edison y muchos otros hubiesen renqueado muy bajo. De hecho, brillantes intelectos como Galileo Galilei, Isaac Newton, Albert Einstein y muchos otros fueron considerados retardados o incapacitados en sus inicios.

En Japón, país admirado por su alta disciplina y eficiencia, el bullying grupal es un problema grave. En China, ciudades como Shanghái encabezan la lista gracias a un régimen educativo casi militar (que, además, margina a la población rural). Hasta el momento, la desproporción entre las billonarias inversiones en el sistema educativo chino y los niveles de creatividad de su población (en su sentido actual y reducido de la palabra) deja mucho que desear. Pero aun si lograsen ser los innovadores del siglo XXI, algo muy probable por otras razones, quedaría la pregunta de si todo eso vale realmente la pena desde un punto de vista humano.

Una vez, en una reunión, un estudiante de posgrado en producción porcina observó que una mayor producción de cerdos lograría reducir dramáticamente el hambre en el mundo. Luego me arrojó en la cara la pregunta: “y la literatura, ¿para qué sirve la literatura?”, con la elegancia suficiente para no herir sensibilidades. “Bueno, la literatura sirve para muchas cosas”, contesté, con menos diplomacia, “entre otras cosas sirve para no comer tanto cerdo”.

Mi padre era un carpintero que solía cambiar muebles por libros que casi nunca leía. “Para qué tenés esos libros si nunca los lees”, le pregunté yo alguna vez. Con la sabiduría de un hombre humilde, me contestó: “porque los libros no le hace mal a nadie y siempre hay alguien que sacará provecho de ellos”. A la edad de mi hijo, con ocho o diez años, yo no vivía estresado como él por mis pruebas en la escuela. Cada día me hacía mi café (sí, tomaba café, té y los sábados les robaba el vino a los empleados de mis padre) y leía un artículo de la enciclopedia. Por las noches leía a escondidas Shakespeare en español, porque tenía terror que mis amigos me consideraran maricón por semejante afección. Yo iba a la escuela más pobre de mi pueblo, la 127, donde cada vez que llovía afuera llovía adentro también. No había calefacción pero nuestras maestras tampoco nos acosaban con las notas.

En 1999 renuncié a enseñar tecnología a adolescentes de trece años bajo argumentos que luego publiqué en algún diario: cuanto más bajo en la escala educacional, más preparación didáctica es necesaria, algo que yo carecía por completo. Por otra parte, el sistema educacional se basa en un error al no reconocer que el cerebro de un niño pasa por diferentes etapas hasta alcanzar la madurez de un hombre de veinte años. Hay una etapa emocional, otra social, otra estrictamente intelectual, etc. Cualquiera lo puede observar echando una mirada profunda a su propio pasado. Claro que los intereses y las capacidades individuales varían, pero el proceso de maduración intelectual y emocional es más o menos universal.

Es aquí, en Estados Unidos, donde veo el problema central del éxito: la pasión por el trabajo intelectual está destruida en la mayoría de los casos. En nuestro mundo crecientemente automatizado, cada vez es más necesaria más educación para lograr la misma seguridad laboral de generaciones anteriores. Básicamente por un problema ideológico: cada vez se le exige más al 99% mientras el 1% acapara cada vez más los beneficios de dicho progreso tecnológico. Un salario universal podría ser una solución parcial a un problema mayor. ¿Seguiremos insistiendo con una mayor e ilimitada efectividad? ¿Efectividad de qué? ¿Para ganar, para llenarnos de medallas de oro mientras el resto del mundo se muere de hambre, por los conflictos o simplemente se suicida con sus “teléfonos inteligentes”? ¿Es necesario recorrer el arduo camino de los genios para terminar siendo unos depresivos adictos con claras deficiencias intelectuales y emocionales?

Mi padre me envió a la capital para terminar la secundaria. En mi melancólica soledad de Montevideo, por estudiar día y noche la teoría de la relatividad de Einstein, tenía muy malas notas en física, por leer a Sartre, a Kierkegaard, y a Sábato, tenía pésimas notas en literatura. Mi padre nunca me observó ni se fastidió por tantos fracasos; solo se limitaba a decir: “Cuando uno quiere, sube al cielo en una escalera de piola”.

Aquella pequeña gran sabiduría de mi viejo la compruebo cada día como profesor, como padre: de nada sirve tanta presión. A la larga, mil veces más importante que las habilidades es querer hacer algo. Sin embargo, casi toda la educación está organizada para matar la pasión por el conocimiento y la curiosidad intelectual. Todo con nuestra ayuda, si no de profesores al menos de padres que presionamos a nuestros hijos en un mundo híper competitivo para que no sean más desgraciados de lo que serían sin esa misma locura.

Sin embargo, de poco o nada sirve el rigor militar fuera de los cuarteles. No se puede amar ni esperar ser amados a la fuerza. Si no se ama, el amor es solo una palabra vacía. Como la vida, si no se vive.

Ese debería ser el objetivo central de toda educación: no el éxito de los esclavos sino la pasión de los libres.

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