lunes, 31 de julio de 2017

VENEZUELA: POR LA CONSTITUYENTE SÍ, PERO TAMBIÉN CONTRA TRUMP Y EL INTERVENCIONISMO.

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VENEZUELA: POR NUESTRO DERECHO A LA INFORMACIÓN VERAZ Y NO INTERESADA. HOY LA “OFICIAL” REPRESENTA LOS INTERESES DE UNA DERECHA GOLPISTA Y SEUDO-DEMOCRÁTICA.- Con la finalidad de estar bien informados sobre los acontecimientos Políticos en Venezuela y el proceso electoral del Día de ayer Domingo, la Elección de más de 500 representantes a la ASAMBLEA CONSTITUYENTE, es importante para nosotros conocer que  opinan otras fuentes de Información Internacional.  Lo importante de este acontecimiento Político - no representa y menos constituye que el día de ayer con las elecciones se consolida la PAZ - muy por el contrario, será un Día Histórico, donde los Ciudadanos Venezolanos - sí ellos son los ÚNICOS responsables de forjar y construir un verdadero camino hacia la PAZ- . NO a la injerencia Política de la Derecha Política neoliberal de América latina en los asuntos internos de otro país. Que México, Argentina, Brasil y Perú a la cabeza de esta Alianza Político-empresarial, pero primero señores, resuelvan a la situación interna de sus ciudadanos. Nos guste o no, la responsabilidad Política es de los Ciudadanos Venezolanos. El  imperio amenaza con más sanciones y el Perú convoca a todos los enemigos de Venezuela a una Reunión de Cancilleres, dizque, para desconocer las elecciones. Que dirá la OEA - con seguridad estará presente -para acordar el aislamiento total del Pueblo. Más sanciones económicas, comerciales, financieras, comunicacionales, sociales, políticas, al final quién pierde el Dictador Maduro o el Pueblo que dicen Defender y por el cual dicen entregar su vida.

EXCANCILLER DE VENEZUELA DELCY RODRÍGUEZ ASUMNE LA GRAN RESPONSABILIDAD POLÍTICA EN LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE.- Mujer de extraordinaria capacidad y compromiso Político, militante Socialista de la Revolución Bolivariana, “la tigra” de la “Revolución chavista”, la Abogada DELCY RODRÍGUEZ, encabeza esta difícil responsabilidad política de forjar un “nuevo” camino social y político hacia la PAZ en Venezuela. Responsabilidad y compromiso que comienza a construirse desde dentro del proceso bolivariano, y ella lo demostró en “mil combates” Políticos a nivel internacional en defensa de ”SU” Revolución. Nuevamente expresamos en forma clara y contundente, lo que hoy sucede en VENEZUELA, debe ser resuelto por los propios ciudadanos Venezolanos. Nosotros como país, como sociedad - al igual que México, Argentina, Brasil, Paraguay - tenemos grandes e  históricos problemas NO resueltos desde los tiempos de la Independencia Nacional -(200 años). Y cada país, en forma autónoma, democrática, debe construir los caminos sociales y políticos - rescatando la CONFIANZA  de la población - para trabajar por las alternativas que sean SOLUCIÓN a nuestros problemas estructurales. Uno de ellos es precisamente la participación de la MUJER, Militante, Profesional, Ama de casa. Trabajadora, Maestra, - empoderada en la Política - de ser ACTOR SOCIAL Y PROTAGONISTA POLÍTICA de las grandes acciones sociales y decisiones Políticas.

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VENEZUELA: POR LA CONSTITUYENTE SÍ, PERO TAMBIÉN CONTRA TRUMP Y EL INTERVENCIONISMO.

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Aram Aharonian.

Rebelión lunes 31 de julio del  2017.


El mundo no se acabó el 30 de julio, y Venezuela tampoco, pese a que la campaña contra la Asamblea Nacional Constituyente tuvo en el presidente estadounidense Donald Trump a su comandante en jefe, secundado por varios injerencistas e intervencionistas regionales y mundiales de segunda línea. Y posiblemente esta elección abra la posibilidad de construir un acuerdo negociado entre gobierno y oposición con una visión de coexistencia entre las partes.

A pesar del rechazo por parte de la oposición venezolana, de la exigencia de 13 de los 34 países de la Organización de los Estados Americanos (OEA) de suspenderla, de las advertencias hechas por la Unión Europea que este proceso aumentaría el riesgo de confrontación en el país, de las recientes sanciones concretadas por Washington y de la intensa campaña de terror mediático internacional, los miembros de la Constituyente se eligieron este domingo en una fiesta cívica a la venezolana.

El apoyo a esta elección de constituyentes en Venezuela –y así a la continuidad del gobierno bolivariano- llega tras el triunfo de Daniel Ortega y el sandinismo en Nicaragua y de Lenín Moreno en Ecuador, junto al debilitamiento de gobiernos neoliberales como el golpista brasileño de Michel Temer y el de Mauricio Macri en Argentina, y el posicionamiento de la oposición progresista en Honduras y Paraguay.

La masiva concurrencia demuestra el nivel de conciencia alcanzado por el pueblo desde 1999. La gente salió a derrotar la violencia, el terror, asumió su épica de manera personal (cruzando arroyos y ríos, calles bloqueadas, evadiendo paramilitares y malandros), haciendo lo imposible para cumplir con su deber cívico, político, ético, moral... superando las amenazas de adentro y de afuera. Haciendo recordar aquel 13 de abril de 2002 cuando ese mismo "pueblo bravío" salió a las calles, constitución en manos, a demandar el retorno de su presidente constitucional Hugo Chávez, derrocado brevemente por un golpe cívico-militar.

Pero ese apoyo recibido por el gobierno de Maduro incluye un necesario golpe de timón, que incluya las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales para el fortalecimiento de un estado socialista, basado en las comunidades, en los intereses populares. También habrá que lidiar con los que desde adentro destruyen el legado de Chávez, y con los apátridas dispuestos a entregar Venezuela -y sus frecursos naturales- a los intereses de Estados Unidos y las corporaciones trasnacionales.

Es difícil para EEUU y sus repetidoras aceptar la realidad. La verdad-real se impuso a la verdad-mediática, a la posverdad, lo que no significa que no continúen en su intento de condenar, demonizar, aislar a Venezuela bolivariana, locomotora del renacimiento del ideal de integración regional. Es difícil que los líderes de la oposición varíen su rumbo, a pesar de su falta de credibilidad y sus fracasos en cadena: la violencia no da réditos.

Despertar de golpe a la realidad.

Habitualmente, cuando la oposición venezolana trata de dar un golpe de Estado (hace tres lustros que lo intenta) el chavismo se reagrupa y crece, y ahora más en el marco del rechazo a las declaraciones y amenazas a granel de Trump (quizá convertido sin quererlo, en el mejor apoyo a Nicolás Maduro) y la injerencia extranjera en los asuntos de Venezuela. Pocos esperaban esta movilización popular, esta afluencia de votos.

 


Parroquia Padre Barral, Delta Amacuro: el pueblo warao se moviliza para votar.

Hubo otras acciones que contribuyeron a que muchos votaran, como el aumento sustancial de la distribución de alimentos y la práctica eliminación de las colas de horas para abastecerse; los periódicos reajustes de los sueldos y las pensiones; el rechazo de muchos opositores a las acciones violentas financiadas por sus dirigentes a delincuentes y paramilitares, y la organización de las bases chavistas para orientar a los votantes.

Sería irreal pensar que un acto electoral daría por terminado el conflicto político, pero hay una pieza nueva en el tablero de ajedrez: la existencia de una Asamblea Constituyente que bien puede profundizar el conflicto, o ayudar a superarlo con un llamado a un proceso de negociaciones, quizá con acompañamiento internacional. Las bases del acuerdo al que se arribe pudieran incluso constitucionalizarse de mutuo acuerdo y someterse a una consulta consensual antes de la elección presidencial.

La oposición, insuflada por el terrorismo mediático internacional que trató de invisibilizar el acto cívico, declaró (como desde hace 18 años) el fraude antes incluso del acto electoral; señaló que no fue concurrido, que no vale y no es legal. Seguirán los argumentos enfrentados y contrastantes sobre lo acontecido.

El problema de fondo sigue siendo el económico. Mientras no mejore la economía, habrá malestar social y político. Para algunos analistas, agosto parece ser momento para que el gobierno se anime a modificar la política cambiaria y permitir que el empresariado comience a manejar sus propias divisas.

La semana anterior a la elección de constituyentes, y protagonizada por la Mesa de la Unidad “Democrática” (MUD), la cúpula empresarial y por la oposición política que siempre ha representado un papel antidemocrático, una nueva versión de paro cívico de julio de 2017, pretendió superar el rotundo fracaso de la puesta en escena en 2002-2003.

Esta vez intentaron una paralización ya no mediante el sabotaje de la empresa petrolera y la privación de la gasolina a los transportistas sino impidiendo la movilización de personas y de bienes; colocando obstáculos en las calles y promoviendo actos de violencia copiados de películas gringas: explosiones, incendios, violencia, armas, terror, fuego, y hasta héroes enmascarados con capas y escudos, a los que solo les falta volar.

“La lucha no solo va a continuar, sino que se va a profundizar con toda la fuerza y dignidad”, señaló el dirigente opositor Julio Borges. “Es un momento dramático y peligroso pero no la batalla final”, concluyó el exfuncionario chavista y ahora opositor Vladimir Villegas.

“La oposición está esperando el momento en que se establezca la ANC para anunciar un Gobierno paralelo. Esto será caldo de cultivo para la intensificación del clima de guerra y corremos el terrible riesgo de que se genere una guerra civil”, señaló Felipe Pachano Azuaje, profesor de la Universidad de los Andes

Mientras, la Iglesia Católica sigue respaldando el terrorismo y a la oposición, por todos los medios, pese a lo que diga el Papa. Es repugnante la utilización de las misas para imponer un punto de vista partidista, así como el uso supersticioso que hacen sacerdotes de versículos de la Biblia, como el que refiere al 666. Catolicismo no es cábala, señala el politólogo Puchi.

Hablando de cifras.

Según la encuestadora Datanálisis, guionista habitual de la MUD, el 72,2% de los ciudadanos rechaza la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). La mayoría de los dirigentes de la oposición dicen que el chavismo ha desaparecido, que el 80 % de la población se opone al gobierno. Si el 80% es opositor no se entiende el porqué de todo el esfuerzo y la violencia desatada para impedir que los ciudadanos concurran a votar.


Maira, Mérida: Ciudadanos cruzan el río Torbes para ir a votar, eludiendo el amedrentamiento de paramilitares.

La oposición especulaba que el miedo que lograron infundir en episodios en los que han quemado vivos ciudadanos, acciones violentas (más de 110 muertos y 1.500 heridos), como la destrucción de máquinas electorales en las fronterizas Táchira y Mérida, pudiera reducir la votación. Junto a ello sumaban las dificultades para transitar libremente a causa de las barricadas instaladas y el temor a ser baleado en el camino al centro electoral y de que marquen las casas de quienes voten, como hacían los nazis con las casas de los judíos.

No fue casualidad que la oposición haya “inventado” la cifra de 7.676.894 votos en el “plebiscito” interno realizado el domingo 16 (con escasa participación y actas quemadas ipso facto, sin que las revisara nadie). El Registro Electoral contiene unos 19 millones de ciudadanos. En las 20 elecciones realizadas desde 1999 se ha producido una abstención media del 20 al 25% (de 3.800.000 a 4.750.000 electores).
El chavismo ha logrado en promedio un 55% de los votos (que serían en esta elección entre 7.837.000 a 8.360.000 votos). De no alcanzar esa cifra “mágica” manejada por la oposición dos semanas atrás, podrían hablar de fracaso gubernamental.

EEUU tomó el mando.

El pasado 13 de julio tuvo lugar una reunión secreta en la misión estadounidense de la OEA en Washington, presidida por el exrepresentante permanente de EEUU ante este organismo, Michael Fitzpatrick, y el director para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional, Juan Cruz, con selectos invitados diplomáticos de Latinoamérica, el Caribe, Europa y Asia, a quienes instruyeron para iniciar una fuerte campaña mediática en contra de la Asamblea Constituyente y anunciaron sanciones contra Venezuela y los chantajearon para que sus gobiernos impusieran sanciones bilaterales, similares a las operadas por Estados Unidos.

Conscientes del fracaso de la OEA, avanzan con quienes pueden chantejear. Fitzpatrick y Cruz entregaron en la reunión copias de dos artículos que delinean la táctica político-ideológica del actual Departamento de Estado en su lucha contra el gobierno bolivariano: Un texto publicado el 23 de junio en The Wall Street Journal (“La última batalla por la democracia en Venezuela”) y “La bomba de hidrógeno de Maduro” publicado por “Caracas Capital Markets”, en la cual se llama a evitar la “cubanización” de Venezuela.

Las órdenes fueron respetadas: El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, tuiteó el 16 de julio que “suspender la constituyente” (…) “es el único camino para lograr la paz en Venezuela”; el colombiano Juan Manuel Santos, pidió el 17 de julio “desmontar la constituyente”, el mismo día que Trump dijo que “Estados Unidos tomará fuertes y rápidas medidas económicas”, palabras repetidas por los portavoces del Departamento de Estado Heather Nauert y Sean Spicer. Brasil, Argentina, Costa Rica, Puerto Rico, Perú y México, se han sumado a la línea dictada por EEUU.

En completa concordancia con el “grupo de amigos” (injerencistas, golpistas) de Kirkpatrik y Cruz, la alta representante de la Unión Europea para la política exterior, Federica Mogherini, instó a Maduro a suspender la Constituyente y amenazó con que todas las opciones, incluidas las sanciones, “están sobre la mesa”.

¿Alguien a estas alturas le quedan dudas sobre los planes de Washington para Venezuela, a la sazón, dueña de la reserva petrolera certificada más grande del mundo, también de oro, y la cuarta más grande de gas? El problema de Washington es que la oposición ha fracasado en cada intentona (por las buenas, por las malas y las peores también), al igual que el “ministerio de las colonias” en el que intentan convertir nuevamente a la OEA.

La desvergüenza de los intervencionistas

Los grandes poderes de Occidente ya mostraron su voluntad de terminar con el actual gobierno de origen chavista. El viejo y corrupto líder del socialismo español, Felipe González, pide que las Fuerzas Armadas de Venezuela intervengan y den la solución; Luis Almagro, el uruguayo Secretario General de la OEA, convoca a su amigo, el argentino Luis Moreno Ocampo –ex Fiscal del Tribunal Penal Internacional-, para que analice la posible existencia de delitos de lesa humanidad y se pueda llevar a Tribunales Internacionales a autoridades venezolanas.

Mike Pompeo, Jefe de la CIA reconoce estar visitando a los gobernantes de Colombia y México para buscar un gobierno “estable y democrático” en Venezuela, dado que allí Estados Unidos tiene "profundos intereses".

Esta injerencia es un avance de la campaña de prensa (terrorismo mediático) que ya vienen desarrollando sobre la violencia existente en Venezuela. La mayor parte de los más de 110 muertos que lleva esa violencia tiene que ver con hechos provocados por sectores vinculados a la oposición y financiados por EEUU, España y Colombia, que crecen en el ejercicio de la violencia, mientras pierden en capacidad de movilización.

Quizá no sea correcto calificar todos los actos de violencia de calle como terrorismo. Pero el impedir por la fuerza y bajo amenaza que la gente salga de su casa sí tiene las características propias del terrorismo: es una acción contra la población civil, que se basa en la violencia y genera miedo o terror.

El semanario financiero The Economist en su edición del 29 de julio (un día antes del acto electoral) tituló: “Venezuela en el caos – Lo que el mundo debiera hacer”. ¿En nombre de quién, o de qué, “el mundo” debiese intervenir, hacer algo, inmiscuirse en lo que las reglas de la convivencia internacional suelen llamar ‘asuntos internos’?, pregunta Louis Casado. El “mundo” en este caso quiere decir los EEUU, agitador en jefe y financista de lo que ocurre en Venezuela, preconiza muros contra la inmigración, no contra sus intervenciones militares.

Hablan de caos, de guerra civil, cuando en 2014, según el FBI, hubo en EEUU 8 mil 124 muertes por disparos de armas de fuego, sin que nadie se conmoviese. Según el New York Times, en EEUU “la tasa de homicidios cometidos con armas de fuego es de 31 por cada millón de habitantes, el equivalente de 27 personas asesinadas cada día”. En México se produjeron 1.938 homicidios solo en el mes de enero, parte de las decenas de miles de asesinatos cometidos por narcotraficantes y paramilitares. Pero, The Economist mira para otro lado, claro.

“Dar vuelta” esa información, al igual que ocultar las horrendas muertes -por el fuego- de gente del pueblo, producidas por los provocadores, no son errores, ni casualidades, son políticas pensadas en laboratorios inhumanos, destinadas a sembrar el terror y convencer a la opinión pública. Algo semejante ya se vino practicando en la guerra de Siria.

Desde una radio chilena que me entrevistaba me reclamaron que dijera que el domingo “no va a pasar nada”. “¿Pero usted no lee los diarios, no ve televisión?”, me espetó la periodista. Precisamente por ello, le respondí. Y le recordé que una de las pocas veces que Estados Unidos y la Unión Soviética se pusieron de acuerdo en la ONU fue para aprobar el reconocimiento del derecho de los pueblos a decidir su propio destino.

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domingo, 30 de julio de 2017

ECONOMÍA: ASUMIR LOS COSTES DE LA REPRODUCCIÓN.

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“La perspectiva de la automatización alimenta el miedo al paro y a una degradación irreversible de las condiciones laborales. En ningún momento parece tenerse en cuenta que la evolución demográfica, y en particular la disminución de la población en edad de trabajar contribuirá a aliviar el problema. Van a coincidir, en efecto, una demanda cada vez más reducida de trabajadores, por la robotización, y una oferta también más reducida, por la evolución descendente de la población en edad de trabajar. Lo que podría verse como un problema y su solución (al menos parcial) se nos presenta como dos problemas contradictorios: a la vez sobran trabajadores (robotización) y faltan trabajadores (demografía)”.

“En el pasado, el aumento de la productividad, que ha sido considerable, no ha reducido el empleo. Por una parte, ha disminuido la jornada de trabajo y por otra, han aparecido nuevas actividades demandantes de trabajo. El miedo actual podría no estar justificado y lo que lo alimenta es sobre todo la evolución reciente del mercado de trabajo, en el que conviven jornadas que tienden a aumentar con salarios a la baja y un importante desempleo, acompañando a incesantes recortes de plantilla. Las reformas laborales, que han acompañado fielmente las políticas de austeridad, han creado esta situación y resultan absolutamente inadecuadas en una perspectiva de robotización, salvo que se acepte el empobrecimiento generalizado de los trabajadores. Una de las claves es encontrar fórmulas que permitan distribuir a todos unos recursos crecientes producidos por un número decreciente de ocupados. Se están apuntando soluciones a este problema, entre otras la llamada renta universal, que ha figurado ya como propuesta concreta en algún programa electoral”.

“Cualquiera que sea la modalidad específica, tanto la evolución demográfica como la tecnológica exigen replantear las formas actuales de distribución y, en particular, la exclusividad del salario como forma de distribución primaria de la renta. Es también necesario reconsiderar el debilitamiento del Estado, como instrumento de regulación y de (re)distribución. La socialdemocracia representaba un modelo con capacidad de afrontar retos a largo plazo, por el papel que en ella desempeñaba el estado. La contrarreforma liberal ha venido a romper un modelo capaz de encarar los problemas ecológicos y demográficos, así como, sin duda, organizar la nueva sociedad de alta tecnología. Aunque nada indica que el retorno a un modelo de ese tipo sea políticamente pensable en la actualidad, es necesario admitir que, sin un cambio en profundidad de nuestro sistema económico, la conjunción de problemas insolubles puede conducir a un caos peligroso”.


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ECONOMÍA: ASUMIR LOS COSTES DE LA REPRODUCCIÓN.

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Juan Antonio Fernández Cordón.

Economistas Frente a la Crisis.

Rebelión sábado 29 de julio del 2017.


Toda sociedad está obligada a organizar, por una parte, el mantenimiento de los individuos que la componen –la satisfacción de sus necesidades- produciendo bienes y servicios y, por otra parte, la renovación de sus efectivos –la sustitución de las personas que mueren y de sus capacidades- a través de la reproducción humana y de la reproducción social. Las variables demográficas son la manifestación estadística de la organización social de la reproducción humana, a su vez condición de la continuidad social. Por eso, los cambios demográficos no son en absoluto separables del resto de los cambios económicos y sociales que los han acompañado a lo largo de la historia reciente.

El cambio demográfico actual se basa en una transformación profunda del modelo reproductivo por la que un sistema de baja productividad, en el que eran necesarios muchos nacimientos y muchas muertes para asegurar la renovación de la población y su capacidad productiva, ha sido sustituido por una modalidad de gran eficacia, en el que el “rendimiento”, tanto en población total como en población en edad de trabajar, es máximo. Hemos sustituido la rápida rotación de un gran número de generaciones, por menos generaciones que viven más tiempo y pueden desarrollar con mayor eficacia su formación y la adquisición de experiencia, una condición básica en nuestro actual modelo productivo. Además, se une al alargamiento de la vida media, el haber hecho posible que las mujeres no siguieran dedicadas en exclusiva a las tareas de reproducción, para beneficio de ellas, que acceden así a la plena ciudadanía y para beneficio de todos, puesto que ha permitido su incorporación a tareas más productivas. No es pensable que una situación de baja fecundidad, a su vez consecuencia de la baja mortalidad, sea compatible con el apartamiento de las mujeres del mundo laboral. Tanto la disminución de la mortalidad, como la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, han agrandado considerablemente nuestra capacidad productiva. Una de las consecuencias es que emerge al ámbito de lo social la importancia del trabajo en el seno del hogar, tradicionalmente reservado a las mujeres que, todavía hoy, siguen realizando, compaginándolo, en demasiados casos, con su actividad laboral remunerada

El cambio demográfico en curso no se traduce por un aumento insostenible de la carga sobre los activos sino por un cambio radical del tipo de dependientes que será necesario atender. En otras palabras, el problema no es la insuficiencia de recursos sino la dificultad que entraña modificar la distribución actual de estos recursos para adaptarla a la nueva composición de la población dependiente, en la que abundarán los jubilados. Por muy difícil que sea la solución de este problema, creemos que no es comparable a la que plantearía una insuficiencia real de recursos.

El análisis del cambio demográfico revela, cuando se tiene en cuenta el conjunto de factores que se modifican al mismo tiempo, la necesidad de distribuir de forma distinta unos recursos suficientes. El salario, hasta ahora vector único de la distribución primaria de la renta, debe ser completado, o en parte sustituido, por mecanismos que faciliten una distribución flexible. Cualquiera que sean las modalidades prácticas para alcanzar este objetivo, la imposición y las transferencias deberá sin duda jugar un gran papel, de ahí la necesidad de una rehabilitación y reforzamiento del Estado. Interesa, sin embargo, señalar que reconsiderar el papel del salario y desarrollar formas de distribución alternativas, no se plantea solo al analizar el cambio demográfico. 

Al contrario, los grandes problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad, cada vez con más urgencia, desembocan todos en un replanteamiento de la distribución primaria. La no asunción de los costes de la reproducción de los bienes naturales ha planteado una grave crisis ecológica, con una vertiente climática y otra relacionada con el medio ambiente y los recursos no renovables. Por otra parte, el rápido progreso de la productividad, con la creciente automatización y robotización del proceso productivo, conduce a que un número cada vez más reducido de personas pueda producir lo mismo o más que ahora. ¿Cómo se distribuirán, en ese caso, los bienes producidos al conjunto de la población?



La perspectiva de la automatización alimenta el miedo al paro y a una degradación irreversible de las condiciones laborales. En ningún momento parece tenerse en cuenta que la evolución demográfica, y en particular la disminución de la población en edad de trabajar contribuirá a aliviar el problema. Van a coincidir, en efecto, una demanda cada vez más reducida de trabajadores, por la robotización, y una oferta también más reducida, por la evolución descendente de la población en edad de trabajar. Lo que podría verse como un problema y su solución (al menos parcial) se nos presenta como dos problemas contradictorios: a la vez sobran trabajadores (robotización) y faltan trabajadores (demografía).

En el pasado, el aumento de la productividad, que ha sido considerable, no ha reducido el empleo. Por una parte, ha disminuido la jornada de trabajo y por otra, han aparecido nuevas actividades demandantes de trabajo. El miedo actual podría no estar justificado y lo que lo alimenta es sobre todo la evolución reciente del mercado de trabajo, en el que conviven jornadas que tienden a aumentar con salarios a la baja y un importante desempleo, acompañando a incesantes recortes de plantilla. Las reformas laborales, que han acompañado fielmente las políticas de austeridad, han creado esta situación y resultan absolutamente inadecuadas en una perspectiva de robotización, salvo que se acepte el empobrecimiento generalizado de los trabajadores. Una de las claves es encontrar fórmulas que permitan distribuir a todos unos recursos crecientes producidos por un número decreciente de ocupados. Se están apuntando soluciones a este problema, entre otras la llamada renta universal, que ha figurado ya como propuesta concreta en algún programa electoral. Cualquiera que sea la modalidad específica, tanto la evolución demográfica como la tecnológica exigen replantear las formas actuales de distribución y, en particular, la exclusividad del salario como forma de distribución primaria de la renta. Es también necesario reconsiderar el debilitamiento del Estado, como instrumento de regulación y de (re)distribución. La socialdemocracia representaba un modelo con capacidad de afrontar retos a largo plazo, por el papel que en ella desempeñaba el estado. La contrarreforma liberal ha venido a romper un modelo capaz de encarar los problemas ecológicos y demográficos, así como, sin duda, organizar la nueva sociedad de alta tecnología. Aunque nada indica que el retorno a un modelo de ese tipo sea políticamente pensable en la actualidad, es necesario admitir que, sin un cambio en profundidad de nuestro sistema económico, la conjunción de problemas insolubles puede conducir a un caos peligroso.

La otra vía pasa por el desarrollo de nuevos sectores productivos y la creación de nuevos empleos. Así, la agricultura exige ahora muy pocos brazos para alimentar a una población creciente y el empleo se desplazó primero a la industria y después a los servicios. Hoy, la gran necesidad no cubierta es el cuidado y, en general, todo lo relacionado con la reproducción, incluyendo la conservación de la naturaleza. Las condiciones, que ya apuntaba la autora feminista Nancy Fraser en 1977, para un modelo postindustrial en el que el cuidado no permanece escondido, se dan ahora. Tanto si se presta por el Estado y el mercado, lo que conlleva transferencias y gasto privado, como si permanece en el hogar, gracias a reducciones de jornada y remuneraciones a cuidadores, parece llegado el momento de su emergencia social. La idea de un cuarto sector, el cuidado de las personas, que recoja la fuerza productiva que libera la robotización, merece ser situada en el centro del debate sobre nuestro futuro. Los obstáculos son grandes porque, una vez más, es necesario innovar en materia de distribución de la renta. El interés de los que poseen el capital y acaparan una proporción creciente del producto, se opone a esta evolución.

En el sistema capitalista, el interés privado desempeña teóricamente un papel instrumental: se supone que la maximización del interés personal conduce a un resultado socialmente óptimo. En cierto modo, ese “egoísmo implacable” del que hablaba la gran economista Robinson, es el que garantiza una situación óptima para todos, según la teoría económica dominante. Pero, como cada vez queda más claro, ese egoísmo, que se pretende eficaz, no garantiza en absoluto la reproducción, ni de las personas ni de la naturaleza, es más entra en conflicto con los intereses a largo plazo de la sociedad y, si no se le pone freno, puede conducir a una catástrofe ecológica y a una verdadera quiebra de la cohesión social. La ausencia de referencia al ámbito de la reproducción explica por qué, aun admitiendo que la búsqueda del máximo beneficio condujera a una asignación óptima de los recursos en cada momento, incluyendo el arbitraje temporal entre consumo e inversión, se producen necesariamente carencias y disfunciones que, en muchos casos, se manifiestan como desigualdades económicas y sociales y también en forma de crisis ecológica y demográfica.

No hay que descartar que, después de la brutalidad de la contrarreforma liberal que ha caracterizado estos últimos años, la gestión de los intereses del capital se torne progresivamente compatible con el mantenimiento de una cierta protección del medio ambiente (ya iniciada, sin grandes efectos, en algunos países) y de las personas. Macron, en Francia, puede ser el primer ejemplo claro de esta política, que generalizaría la precariedad en el mercado de trabajo (bajo el nombre de flexibilización) compensada con la también generalización de la garantía para todos de un mínimo vital, durante la vida activa, con la renta universal, por ejemplo, y en la jubilación, con pensiones públicas garantizadas para todos, aunque muy recortadas. Este panorama, que va implícito en las políticas que se van implantando en los países desarrollados, en nombre de la búsqueda de la competitividad, exige cambios políticos, de los cuales Francia es también un modelo. El final de la alternativa socialdemócrata, la formación de un bloque gestor formado por parte de la derecha y parte de la izquierda que aquí se ha llamado socio-liberal y el resto divido en los llamados “populismos” de izquierda y de extrema derecha, condenados a no participar en las decisiones colectivas, ni como oposición, ni como gobierno. Una situación que mantiene solo una apariencia de democracia.

A los cambios demográficos se está respondiendo, por parte del pensamiento dominante y de los grupos y partidos conservadores, con planteamientos contables, como si los sistemas de protección social pudieran permanecer aislados del conjunto de la economía. Por ejemplo, al anteponer el equilibrio contable del sistema público de pensiones a cualquier otro objetivo, se olvida que es una pieza más de nuestro sistema de distribución de los recursos, cuyo fin último es que alcancen a todos con la máxima equidad. Así, la evolución de la composición de los dependientes, es decir, de las personas que no reciben ingresos directamente del mercado, exige que se modifiquen las reglas de la distribución de la renta, algo para lo cual nuestro sistema no parece preparado. Nos encontramos en un momento en el que convergen tres grandes cambios: el demográfico, el ecológico y el tecnológico, que demandan innovaciones sociales a la altura de los retos planteados. Para enfrentarlos, es necesario ahondar en dos direcciones: por una parte, replantear los mecanismos de distribución de la renta y por otra parte hacer emerger el cuidado como sector productivo. Los interminables debates en torno a los recortes en las prestaciones sociales pertenecen a otro ámbito, el de la lucha de intereses contrapuestos en la sociedad, y no contribuyen a la solución real de los verdaderos problemas.

Juan Antonio Fernández Cordón, economista y demógrafo, es miembro de Economistas Frente a la Crisis, EFC.


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