martes, 31 de enero de 2017

AGONÍA, MUERTE Y DESCOMPOSICIÓN DEL MITO BURGUÉS DE LA DEMOCRACIA “REPRESENTATIVA”.

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DEMOCRACIA REPRESENTATIVA DEL POLITÓLOGO JOSE NUN.- Democracia: ¿gobierno del pueblo o gobierno de los políticos?” es un libro que analiza hasta dónde es posible una democracia en el país y su relación con la igualdad y los derechos sociales. Problema: Los derechos civiles y sociales acompañan muy incompletamente a los derechos políticos de la ciudadanía, lo cual afecta seriamente a estos últimos

Al comenzar nuestra exploración recurrí a Wittgenstein, quien no sólo hizo famosos los conceptos con estructura de parecido de familia sino también la idea de que habitualmente una palabra no tiene otro significado que aquel que se desprende de su uso. En este sentido, resulta indudable que, en la práctica, el término democracia se emplea hoy en América latina para designar casi exclusivamente al gobierno de los políticos. En apariencia, en ello residiría su mayor parecido con lo que ocurre en los casos que operan como paradigmáticos. Pero es un parecido doblemente engañoso.

Ante todo, porque aquí –en la mayoría de los lugares y para una mayoría de las personas– los derechos civiles y sociales acompañan muy parcial e incompletamente a los derechos políticos de la ciudadanía, lo cual a su vez afecta seriamente a estos últimos. No es casual que el fraude (antes, durante o después de las elecciones) sea hoy un tema recurrente en muchas partes, por más que se trata de sólo una de las manifestaciones de un problema bastante más general: por un lado, la escasa o nula autonomía de la que gozan vastas franjas de votantes y, por el otro, un desarrollo incompleto y a menudo distorsionado del Estado de derecho republicano.

Ello habla de la debilidad del proceso de institucionalización del gobierno representativo, que es lo que detectan los observadores que se valen de expresiones tales como “democracias (o ciudadanías) de baja intensidad”, lúcidamente introducidas por Edelberto Torres Rivas y por Guillermo O’Donnell, cuando comprueban toda la distancia que separa a estos regímenes de los liberalismos democráticos del Primer Mundo. Es que, salvo un par de excepciones relativas, estuvo lejos de haber en América latina liberalismos firmemente institucionalistas que luego se democratizaran; y las “fallas liberales” resultantes se han visto agravadas por las desigualdades y las exclusiones que hoy acotan visible y peligrosamente el número de ciudadanos plenos. A la vez, esto mismo impidió que se difundiera esa “bonanza compensatoria” a la que hice referencia en el caso de Alemania.
Vale decir que, en los hechos, no se cumple (o se cumple mal) el criterio de “ciudadanía inclusiva” que un analista de los casos paradigmáticos tan prestigioso como Robert Dahl le fija “al gobierno de un Estado para que sea democrático”. Conforme a este criterio, “a ningún adulto que resida permanentemente en el país y esté sujeto a sus leyes le pueden ser negados los derechos de que disfruten otros”, lo cual abarca todas las “libertades y oportunidades que puedan ser necesarias para el funcionamiento efectivo de las instituciones políticas de la democracia a gran escala”. Proposición de cuño marshalliano que evoca de inmediato esa idea que hoy circula tan exiguamente entre las elites latinoamericanas: la de la democracia como gobierno del pueblo.

Hay en esto algo de aquel “sofisma del calvo” del que se ocupó hace varios siglos Diógenes Laercio. Según su argumento, en rigor de verdad no se puede saber cuándo una persona se queda calva. A nadie le pasa esto porque se le caigan un pelo o dos o tres o cuatro. Siguiendo la lógica de este razonamiento, dice Diógenes, una persona no sería calva mientras tuviese siquiera un pelo en la cabeza. Y, sin embargo, en un momento dado (y reconocidamente impreciso) se comienza a hablar de su calvicie.
Pues bien: ¿cuántos “no ciudadanos” o “ciudadanos semiplenos” (unos y otros en condiciones legales de ser “ciudadanos plenos”) debe haber en una democracia representativa antes de que digamos que ésta se ha quedado calva, o sea, que ha dejado de serlo? El ejemplo permite entender mejor por qué la respuesta a una pregunta así depende de la política y no de la epistemología.

Se trata de saber, en efecto, cuáles son los grados de exclusión total o parcial que una sociedad está dispuesta a tolerar. Esto depende tanto de sus tradiciones y de su cultura política como de las características de los actores que la integran y de las relaciones de fuerza que existen entre ellos en un momento determinado.
Un sociólogo a quien ya cité, Ralf Dahrendorf, escribe en relación con los países industriales:
“Si permitimos que se le niegue el acceso a nuestra comunidad cívica a, digamos, un 5% de la población, no deberíamos sorprendernos de que se difundan dudas en todo el tejido social acerca de la validez de nuestros valores”. ¿Qué decir, entonces, de países como los latinoamericanos donde, según los lugares, tal porcentaje es cinco, diez o quince veces mayor?
Coincidentemente, Dominique Schnapper, una investigadora francesa, afirma que “en las sociedades democráticas ricas, los procesos de exclusión social constituyen un escándalo” porque “ponen en cuestión los valores mismos en los que se fundan el orden social y la idea de justicia que preside su organización”. ¿Por qué deberían ser menos escandalosos en las “sociedades democráticas pobres”
Repito: en esta materia, explícita o implícitamente, trazar el límite de lo que se considera o no aceptable es siempre uno de los objetivos principales de la lucha política. Por eso expliqué páginas atrás que tanto el Estado como la ciudadanía son construcciones y aludí igualmente al papel que –para bien o para mal– siempre han jugado en esto los intelectuales. Por eso también critiqué la pasividad de aquellos pensadores latinoamericanos que, en estos años, han preferido soslayar las reflexiones a la Dahrendorf y eligieron no preguntarse si acaso por esos parajes la democracia nació calva o se está quedando calva prematuramente. Es probable (y es de esperar) que esa pasividad comience a cambiar bajo el impulso de la propia gravedad de la situación.

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La histórica realidad de la Democracia en América latina, la lucha en el Olimpo por llegar a la cima. Nuestra Democracia débil, frágil, fragmentada, sin fortaleza organizativa y representativa, históricamente se ha mantenido en una permanente lucha entre "cierta" estabilidad e inestabilidad política, entre las luchas populares, la violencia y el terror de las dictaduras.
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AGONÍA, MUERTE Y DESCOMPOSICIÓN DEL MITO BURGUÉS DE LA DEMOCRACIA “REPRESENTATIVA”.
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Alejandro Teitelbaum

ALAI. Miércoles 25 de enero del 2017.

Cada vez es más evidente que el mito de la democracia “representativa” o “democracia delegativa” como la llaman algunos, se encuentra en estado de descomposición avanzada.

Dicha democracia consiste en que periódicamente los ciudadanos son convocados a elegir entre distintos nombres que figuran en las boletas electorales y optan por quienes creen –previo lavado de cerebro sufrido durante la campaña electoral– que serán las personas que representarán mejor sus intereses y opiniones, delegando en ellos –sin limitación ni control posterior algunos– el poder de decidir sobre todo lo que puede afectar de una manera u otra su propia existencia.

El voto ciudadano sufre el condicionamiento de la propaganda electoral vehiculizada por los oligopolios mediáticos gubernamentales o al servicio de los sectores de la burguesía opositores al gobierno de turno, medios donde las propuestas alternativas de algunos movimientos de izquierda prácticamente no aparecen.

Y el resultado electoral está también con frecuencia contaminado por la compra de votos y/u otras formas de fraude. No pocos ciudadanos pobres no se sienten en absoluto motivados para votar y tienden a abstenerse.

Hasta que aparece una motivación cuando se les propone que voten por determinado candidato a cambio de dinero o de un bono para hacer compras en un supermercado. Votando saben que no incidirán en absoluto sobre las políticas del futuro gobierno, pero por lo menos monetizando su voto podrán llenar una vez, aunque sea parcialmente, el carrito del supermercado.

Por regla general, los elegidos harán lo contrario de lo que prometieron. Porque –como piensan los políticos profesionales y algunos lo dicen de viva voz– una cosa es hacer campaña electoral y otra muy distinta es gobernar.

Hace ya unos cuantos años que muchos ciudadanos han dejado de creer en este sistema y lo manifiestan absteniéndose de votar (las cifras de abstencionistas son cada vez más altas en todo el mundo) o declarando muy mayoritariamente en distintas encuestas su total desconfianza en los políticos y en los partidos políticos en general.  Esto último se refleja también en la caída vertical del número de afiliados a los partidos de todas las tendencias.

Como sustituto a la partidocracia surgen movimientos heteróclitos de “indignados” que terminan extinguiéndose o se organizan más o menos “horizontalmente” sin reglas o con reglas más o menos informales. Y pueden desembocar en un partido, como es el caso de Podemos en España. La “horizontalidad” y la falta de reglas formales de funcionamiento claramente establecidas conduce a que el liderazgo lo asuman, con un consenso implícito mayoritario o unánime, los que se expresan y comunican mejor. Es el caso de Pablo Iglesias, diplomado en ciencias Políticas y en Derecho, con estudios realizados en España y en otros países europeos, profesor en España y animador de emisiones de TV. El resultado es que el “horizontalismo” inicial se ha convertido en verticalismo de hecho. Y los disconformes con tal giro y con sus consecuencias políticas no tienen otra alternativa que buscar la puerta de salida. Como ocurre en la partidocracia tradicional.



La conclusión se impone: hacen falta reglas claras formalmente establecidas que incluyan mandatos cortos, rotación de los dirigentes, revocación en cualquier momento, etc.

Otro elemento que muestra la progresiva degradación de la democracia representativa es el análisis de la composición social de los parlamentos –la supuesta “representación popular”– donde nunca estuvieron representadas las clases populares, y en particular los trabajadores, en proporción a su peso demográfico. Y en los últimos decenios la curva de dicha representación es descendente hasta ser actualmente, en lo que se refiere a los trabajadores, casi nula. Las tasas más altas correspondieron, en algunos países, a los períodos en que los Partidos Comunistas tenían una bancada parlamentaria numerosa que incluía a muchos trabajadores y en que los partidos socialdemócratas tenían en sus filas una proporción relativamente alta de trabajadores, lo que se reflejaba parcialmente en su representación parlamentaria.

Ahora los Partidos Comunistas están reducidos a la mínima expresión y ha culminado el divorcio entre los partidos socialdemócratas y las clases trabajadoras.

Por ejemplo en Francia, en la primera Asamblea Nacional de la posguerra, donde el partido Comunista tenía 150 diputados sobre 522, los obreros y empleados representaban el 18,8% de los diputados, la tasa más alta desde la creación de la Asamblea Nacional en 1871. Ya en 1958 esa tasa había disminuido al 4%, en 1967 subió al 9% y en 2012 era del 2%.

Mientras que en la sociedad francesa los obreros y empleados constituyen casi el 50% de la población activa [1].

Alrededor del 80% de los diputados franceses que entraron al Parlamento en 2007 y 2012 venían de las categorías superiores de la población (industriales, jefes de empresas, profesiones liberales, cuadros superiores, etc.) categorías que constituyen entre el 13 y el 14% de la población [2].

En el Parlamento Europeo sobre 766 diputados el 0,4% son obreros y el 1,4% empleados (http: //geopolis.francetvinfo. fr/qui-sont-les-766-deputes- europeens-26227).

En Argentina, el pico más alto de presencia obrera en la Cámara de Diputados se alcanzó en 1973 con el 6,7% y en 2010 era del 1 por ciento ( http://www.icso.cl/images/Paperss/decimo.pdf ).

Un cuadro estadístico, tomado de encuestas realizadas por el Instituto de Investigación de las elites parlamentarias de la Universidad de Salamanca, proporciona los siguientes datos del porcentaje de diputados de origen obrero o artesano en algunos países de América Latina: Argentina 2,2%; Bolivia 11,2; Chile 4,6; Uruguay 8,3 y Brasil 0,8% [3].

En España, el 95% de los diputados electos en los comicios del 20 de diciembre de 2015 tienen nivel universitario (Partido Popular 99%, PSOE 96%, Podemos 88%, Ciudadanos 93% y otros llegan al 100%). Información publicada en El País (España), pág. 19, el 27/12/2015.

Se puede decir entonces que la tasa de representación de las capas socio-económicas en los parlamentos está invertida con relación a la realidad social.

Dicho de otra manera, las capas sociales más ricas y menos numerosas están sobrerrepresentadas y las más modestas y numerosas están subrrepresentadas.

Hay pues, para el ejercicio de la función parlamentaria, un proceso de reclutamiento selectivo y de clase que pasa por las instancias políticas (tanto de derecha como de izquierda) y por los grupos corporativos económicamente más fuertes.

Cuando a mediados de enero de 2016 se inauguraron las sesiones del Parlamento español, los diputados de Podemos que, como los de los otros partidos, son muy mayoritariamente de extracción burguesa, se presentaron con vestimentas marcadamente “negligés”, lo que suscitó muchos   comentarios en los medios de comunicación. Este episodio dio lugar a que Iñigo Errejón, alto dirigente de Podemos declarara que "el parlamento que vimos ayer se parece más a España y esto es una buena noticia para la democracia española". Típica interpretación populista de la democracia.

Cada vez aparece más claro que en las condiciones del capitalismo contemporáneo, monopolista e imperialista y en estado de crisis permanente, no ha quedado espacio alguno para la participación popular en las decisiones, pues las instituciones estatales e interestatales son totalmente funcionales a la reproducción y preservación del sistema.

George Monbiot, en una nota publicada en The Guardian el 15 de abril de 2016, (El neoliberalismo, la ideología en la raíz de todos nuestros problemas),   escribe:

« Quizás el efecto más peligroso del neoliberalismo no es la crisis económica que ha causado, sino la crisis política. A medida que se reduce el dominio del Estado, nuestra capacidad de cambiar el curso de nuestras vidas a través del voto también se reduce. 

En cambio, la teoría neoliberal afirma que la gente puede ejercer su derecho a elegir a través del gasto. Pero algunos tienen más dinero para gastar que otros: en el mundo del consumo o democracia de los accionistas, los votos no están distribuidos de manera equitativa. El resultado es una pérdida de poder de los pobres y de las clases medias. A medida que los partidos de la vieja izquierda y los de derecha adoptan políticas neoliberales similares, la pérdida de poder se convierte en privación de derechos. Un gran número de personas han sido excluidos de la política ».

La capitulación del gobierno Tsipras, que violó el mandato popular recibido en las elecciones, mandato confirmado en el referéndum por una amplia mayoría [4], es la prueba más flagrante de que la llamada “democracia representativa o delegativa” e incluso una supuesta forma de democracia directa como es el referéndum, se encuentran en estado de descomposición avanzada.

En cuanto al referéndum, decimos “supuesta forma de democracia directa” porque en los referendos el pueblo vota pero no decide. Algo similar a lo ocurrido en Grecia aconteció en Francia en 2005: la mayoría rechazó por referéndum la adhesión al Tratado estableciendo una Constitución europea pero el Gobierno hizo aprobar el Tratado de Lisboa por vía parlamentaria en 2008.

El Gobierno griego capituló ante un chantaje del más puro estilo mafioso [5] ejercido por la Eurozona en el interés exclusivo del capital financiero internacional. El Gobierno griego y las instituciones europeas con poder decisorio ignoraron totalmente la voluntad expresada por la mayoría del pueblo griego en las elecciones y en el referéndum y están en camino de convertir a Grecia en una colonia del capital financiero y de las grandes potencias.

Quedó claramente demostrado quién tiene el poder real en las tomas de decisiones: el gran capital y las instituciones políticas a su servicio y no la ciudadanía.

Esta forma tan brutal de enterrar el mito de la democracia representativa despertó múltiples reacciones adversas y diferentes interpretaciones.

Una de dichas interpretaciones es que este episodio puso crudamente de manifiesto que la Unión Europea, los Gobiernos que la componen y las instituciones que, dentro de ella, tienen el poder de decisión, no representan a los pueblos de Europa sino al gran capital. Lo que algunos llaman púdicamente “déficit democrático” de la Unión Europea [6].

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Notas

[1] De quel milieu social viennent les députés? Observatoire des inegalités, 2013. Cabe agregar que hace decenios buena parte de los principales dirigentes del PC francés  eran de origen obrero. Actualmente no hay trabajadores entre  sus cuadros dirigentes ni ocupando cargos electivos en representación del PC. Véase en Le Monde Diplomatique  de enero de 2015, Comment un appareil s’éloigne  de sa base.

[2] Daniel Gaxie, Questionner la répresentation politique. Université de Paris I, Centre Européen de Sociologie et Science, en Savoir/Agir. Nº 31, mars 2015.

[3]  Constanza Moreira, Entre la protesta y el compromiso. La izquierda en el gobierno. Editorial Trilce, Uruguay. 2009. pág. 117.

[4] Tsipras interpretó abusivamente que la mayoría del pueblo griego se había pronunciado a favor del permanecer en la Eurozona.

[5] La actuación de las potencias europeas no es sólo mafiosa sino criminal. Además de explotar desde hace siglos sin consideración alguna por sus habitantes y por el ecosistema los recursos naturales de África, han emprendido guerras de agresión junto con Estados Unidos contra países de dicho continente y de Cercano Oriente y promovido luchas interétnicas que han llevado a la desintegración de algunos de dichos países, con el resultado del  surgimiento de DAESH, una fuerza poderosamente armada que se ha sumado a otros grupos terroristas en la región que controlan un enorme territorio. Y que cuentan con la virtual pasividad de las potencias occidentales, cuando no con su amplio apoyo logístico como supuestos “rebeldes moderados”. El resultado es un caos generalizado en la región con centenares de miles de muertos y millones de desplazados, muchos de los cuales tratan de llegar a Europa, pereciendo ahogados miles de ellos en el Mediterráneo, ante la indiferencia de la Unión Europea, cuya preocupación principal es tratar de impedirles hacer pie en Europa. Y los que logran entrar en Europa son tratados la mayoría de las veces peor que el ganado.

[6] El Parlamento Europeo, que tiene alguna representatividad pero muy poco poder, está bajo la estrecha vigilancia de la Comisión Europea. Escribe un periodista español: Se ha conocido una arbitrariedad fascistoide de la Comisión Europea con los diputados del Europarlamento y el tratado libre comercio e inversión (TTIP) que negocian muy en secreto la Unión Europea y Estados Unidos. ¡La UE sólo permite a los eurodiputados leer dos horas el texto negociado del tratado! Para mayor desgracia, prohíbe a los europarlamentarios hablar con nadie del mismo. El corto tiempo de lectura del oscuro tratado ha de ser en una sala segura, sin grabadoras, magnetófonos ni otros dispositivos electrónicos. Ni siquiera papel y bolígrafo y bajo vigilancia. No sabemos si los vigilantes van armados, pero sí que los legítimos representantes de ciudadanos y ciudadanas europeos reciben el trato de sospechosos de un delito. (Xavier Caño Tamayo, Impedir el tratado entre Estados Unidos y Europa, CCS – Centro de Colaboraciones Solidarias, 20/03/15).

Esta situación, realmente grotesca, la hemos podido confirmar con un miembro del Parlamento Europeo.

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lunes, 30 de enero de 2017

TRUMP: LA COMEDIA Y EL TERROR DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO.

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“Los comediantes, desde sus respectivas minorías, eran los que podían burlarse de su gente, mostrando vulnerabilidad al aceptar y reforzar estereotipos, ayudando así a aligerar tensiones entre culturas. Sí los judíos somos tacaños, los negros somos vagos, los latinos pillos, pero somos divertidos también, nos podemos relacionar, nos parecemos a ti aunque no lo suficiente, tenemos una serie de defectos para tu comodidad, somos el perfecto Otro. El humor ha servido para crear lazos y también ha tenido un gran potencial disruptivo. Ha jugado un rol contra-hegemónico histórico, particularmente en momentos en que el poder ha estado rodeado de un aura de sacralidad. El problema aparece con la saturación, cuando todos nos hemos convertido en satíricos humoristas, cuando el humor se ha vuelto la forma 'aceptable' de decir lo indecible, ya no para burlarse del poder o de uno mismo, sino para reprochar al otro. En un contexto en que se ha vuelto mucho más difícil desacralizar al poder, ya que el poder es el primero en ironizar para parecer más atractivo e inofensivo, la comedia necesita desplegar mucha más creatividad para generar una incidencia crítica. Con la construcción de una nueva subjetividad neoliberal individualista y descomprometida, el cinismo se ha generalizado. En este mundo de cínicos, todos los políticos son corruptos, todo Estado es perverso, todas las noticias son ficticias y buscamos satisfacción en las desgracias, porque es imposible cambiarlas y lo único que queda es burlarse. Nuestra auto-complacencia es tal, que ya ni podemos interesarnos en las noticias o la política si no son entretenidas. En este mundo cínico es mucho más fácil apelar a un voto en contra que inspirar un voto a favor”.


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TRUMP: LA COMEDIA Y EL TERROR DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO.
Comunicación de ultra-derecha, comediantes políticos y un mundo de cínicos.
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Verónica León-Burch y Pedro Cagigal.

ALAI. Viernes 27 de enero del 2017.

Trump es presidente! Aun recuperándonos del shock y desconcierto, seguimos buscando respuestas a lo que pasó. Mucho se ha dicho del impacto del estatus de celebridad de Trump, de las fallas en la campaña demócrata, de la imagen pro-establishment de Clinton, de los wikileaks o del obsoleto colegio electoral. A pesar del voto popular, Trump gana por todas estas razones y muchas más, hasta pueden culpar a Rusia si desean. Aquí buscamos complementar estas visiones desde las distintas estrategias discursivas construidas en lo que parece ser un nuevo espectro de comunicación política mucho más polarizada en EE.UU. Por una parte, los medios de ultra-derecha florecen, abonados por décadas de retórica populista republicana usando a los migrantes, las minorías y la regulación gubernamental como chivos expiatorios frente a una política económica desfavorable para las mayorías. Por otra parte, sin estar en el extremo opuesto del espectro ideológico, la comedia liberal aparece como una suerte de respuesta. Ambos han permitido distintos tipos de desfogues “políticamente incorrectos”, los unos apelando a la comedia y los otros al terror: al miedo y al conflicto. Pero ¿cuál es la diferencia entre “crooked” (chueca) Hillary y “small hands” (manos pequeñas) Trump? Veremos cómo, en última instancia, la estrategia comunicacional de ultra-derecha parece mucho más efectiva en movilizar.

La comunicación política ha cambiado radicalmente con los medios digitales. A pesar de que accedemos a mucha más información, parece más difícil que nunca decidir dónde depositar nuestra confianza. Mientras Facebook se convierte en fuente de noticias para muchos, circulan artículos, posts de blogs de opinión, noticias falsas u humorísticas, memes, etc., sin nada que los diferencie entre ellos. A la vez, se han evidenciado muchas de las agendas y grupos de poder detrás de los grandes medios, poniendo también en crisis a una industria que, mal que bien, todavía responde a ciertos filtros y obligaciones. En campañas políticas, el uso de trols, campañas de descrédito y desinformación ya se piensan como indispensables. Las noticias falsas circulan más que las reales, y no solamente por que responden a agendas ideológicas, sino por ser un atajo para cosechar o monetizar likes. ¿Cómo podemos crear sentido de lo que pasa? Ante esta profunda crisis de credibilidad, parecería que la verdad se ha vuelto insuficiente y que lo que importa es encontrar un mensaje efectivo. Para no caer en una política post-verdad, necesitamos no sólo mecanismos de información 'verificada', sino además construir discursos que movilicen.

Los grupos de extrema derecha a nivel global han aprovechado muy bien esta crisis de credibilidad, construyendo un discurso populista movilizador desde hace décadas, que los llevó a cosechar triunfos en 2016. En el caso de Trump, su discurso movilizador tiene como trasfondo décadas de populismo republicano. Con el 'Reaganomics' y la agenda neoliberal, surge un discurso que busca apelar a las masas haciendo abstracción de la política económica: moralista –centrado en temas como el aborto y la homosexualidad-, anti-intelectualista -negando a la ciencia y el rigor académico- y basado en el miedo, culpando a los migrantes y minorías de la delincuencia y el desempleo. Este populismo llevó a la consolidación de una facción más radical del partido, con el Tea Party y más recientemente los supremacistas blancos, rebautizados como alt-right, ganándoles terreno a los republicanos moderados y del establishment. La audacia de Trump consistió en traducir esa retórica en ofertas concretas como el muro y la deportación masiva. Su eslogan, tomado de Reagan, de “hacer América grande de nuevo” es un significante vacío que invita a cualquiera a llenarlo de sus propios deseos individuales. La gente le agradeció por “decir las cosas como son”, que no tenía nada que ver con la verdad, sino con decir públicamente lo que muchos decían en privado. Y es que tras décadas de esfuerzo liberal por imponer una suerte de 'cultura de la tolerancia', no se resolvieron los problemas estructurales de la desigualdad. Al contrario, las condiciones de vida de las clases trabajadoras han empeorado significativamente. Es así que Trump logra apelar a un sentimiento generalizado de insatisfacción con un discurso “anti-sistema” que ataca a lo políticamente correcto y de paso a los medios que lo sustentan.

Los medios liberales, por su parte, quedaron en evidencia en la campaña de 2016. Sin dejar nunca de priorizar sus ratings, le dieron una cobertura desmedida al candidato celebridad que despreciaban, sabiendo que lo beneficiaba. A la vez, intentaban desacreditarlo de manera cada vez más explícita y ansiosa, poniendo de manifiesto su sesgo político -cada vez menos alejados del estilo Fox News-, lo que avivaba la desconfianza en los medios. Trump supo capitalizar esta cobertura mediática alimentándola constantemente con escándalos, mientras invertía mínimos recursos en los grandes medios y se concentraba en estrategias de medios digitales y mítines. Steve Bannon, jefe de campaña de Trump y anterior cabeza del exitoso portal de ultra-derecha Breitbart News, jugó un rol clave.

Si el discurso de Trump no era del todo nuevo, su estilo tampoco. La ultra-derecha viene desarrollando un estilo agresivo y sin pelos en la lengua, ligado a procesos organizados de troleo, desinformación e intimidación en línea. Esto ya se venía cosechando desde las radios locales, donde locutores enfurecidos y constantemente indignados han tenido un gran acceso a las familias de la clase obrera. Llevan un mensaje claro, menos filtrado, de un pensamiento nacionalista y de supremacía blanca muy arraigado en E.U., combatiendo día a día la norma de lo políticamente correcto impuesta por los liberales y sus medios. Para muchos americanos estas radios se volvieron su principal acercamiento a la comunicación política. Este fenómeno migró de forma casi natural a las redes sociales donde surgen jóvenes celebridades y además cualquiera puede opinar sin filtro. En este espacio menos regulado, se exacerban la agresividad y la desinformación. La noticias falsas florecen, extrapolando los temores sembrados por el discurso republicano moralista, anti-intelectualista y de miedo. Se generaliza el troleo como forma de amedrentar e inmovilizar al oponente, ya que el trol no permite ningún tipo de debate, obligándonos a ignorar y permitir cualquier odio que despliegue. Con el respaldo de estos medios, además de blogs y páginas como Breitbart News, se ha generado todo un tejido comunicacional de base, con sus propios hashtags en código y cultura de memes, permitiendo una viralidad instantánea sin mayor esfuerzo. La campaña de Trump supo aprovechar muy bien esta eficiente red comunicacional, a diferencia de los liberales y su estrategia comunicacional más vertical.


Comentadora Republicana Tomi Lahren entrevistada en el Daily Show por el comediante Trevor Noah.
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¿Es un chiste o es en serio?

Frente a esta potente maquinaria de comunicación de derecha, en un contexto en que la comunicación de izquierda sigue siendo marginal y de poco alcance, ha sido la visión crítica de la comedia liberal que, por su masividad y accesibilidad, ha servido de contrapeso. Varios comediantes políticos que salieron del Daily Show con Jon Stewart, han seguido una línea de investigación periodística con una atractiva combinación de crítica y sátira. La crítica entendida como una denuncia basada en un análisis serio; y la sátira, como un cómico reproche irreverente. Este formato permite decir lo que los noticieros no pueden, exponiendo, de paso, el sesgo de los grandes medios. Muchos, en especial los jóvenes, se basan en estos programas para conocer y tener una visión crítica de los sucesos políticos.

Sin embargo, traicionando su irreverencia frente al poder, los comediantes cayeron en la trampa de la polarización al apoyar explícitamente a la candidata del establishment desde las primarias, comportándose como los medios de los que se mofaban. Samantha Bee sigue actuando como la “traductora enojada” de Hillary, John Oliver hizo una cuestionable representación de la candidata Jill Stein, sin mencionar la cobertura a Sanders en general. Que todos manejaran un discurso similar (incluso los mismos chistes) revela que realmente tenían pavor a un Trump presidente. Pero los intentos por alertar sobre los graves peligros detrás de sus propuestas y retórica acabaron siendo opacados por las bromas sobre sus manos pequeñas, su color naranja, su cabello o los “tontos” que lo apoyan. Les fue muy difícil conjugar el código del miedo con el de la comedia ¿Cómo vamos a temerle a Trump si nos hace reír tanto? La experta del mensaje del miedo, como vimos, es la ultra-derecha.

¿Cuál es la diferencia entre el “crooked Hillary” y el “small hands” Trump? El primero tenía una clara connotación política de corrupción, respaldado por una orquestada campaña de noticias reales y falsas. El segundo es un insulto infantil que se sigue explotando hasta el aburrimiento sin aportar en nada al debate. ¿Cuál es la diferencia entre Trump tildando a los mexicanos de violadores y Amy Schumer diciendo en un stand-up que no sale con mexicanos porque lo prefiere consensual, o el denigrante retrato de éstos en series como American Dad o Family Guy? El mensaje de fondo es el mismo, solo que el primero usa el código del terror para generar miedo, y los otros usan el del humor, banalizando estereotipos. Durante la campaña de 2016 también entró en crisis este flirteo de la comedia liberal con lo políticamente incorrecto al evidenciarse estos paralelos, no solo por parte de los seguidores de Trump, sino desde los mismos comediantes. Lewis Black se pregunta cuál será su trabajo ahora, pues cuando la realidad supera el absurdo “¿cómo satirizas lo que ya es satírico?”. Trevor Noah hizo una recopilación de frases de Trump para afirmar que es un comediante de stand-up: su tono, su ritmo, sus punch-lines, solo faltan las risas enlatadas.

Los comediantes, desde sus respectivas minorías, eran los que podían burlarse de su gente, mostrando vulnerabilidad al aceptar y reforzar estereotipos, ayudando así a aligerar tensiones entre culturas. Sí los judíos somos tacaños, los negros somos vagos, los latinos pillos, pero somos divertidos también, nos podemos relacionar, nos parecemos a ti aunque no lo suficiente, tenemos una serie de defectos para tu comodidad, somos el perfecto Otro. El humor ha servido para crear lazos y también ha tenido un gran potencial disruptivo. Ha jugado un rol contra-hegemónico histórico, particularmente en momentos en que el poder ha estado rodeado de un aura de sacralidad. El problema aparece con la saturación, cuando todos nos hemos convertido en satíricos humoristas, cuando el humor se ha vuelto la forma 'aceptable' de decir lo indecible, ya no para burlarse del poder o de uno mismo, sino para reprochar al otro. En un contexto en que se ha vuelto mucho más difícil desacralizar al poder, ya que el poder es el primero en ironizar para parecer más atractivo e inofensivo, la comedia necesita desplegar mucha más creatividad para generar una incidencia crítica. Con la construcción de una nueva subjetividad neoliberal individualista y descomprometida, el cinismo se ha generalizado. En este mundo de cínicos, todos los políticos son corruptos, todo Estado es perverso, todas las noticias son ficticias y buscamos satisfacción en las desgracias, porque es imposible cambiarlas y lo único que queda es burlarse. Nuestra auto-complacencia es tal, que ya ni podemos interesarnos en las noticias o la política si no son entretenidas. En este mundo cínico es mucho más fácil apelar a un voto en contra que inspirar un voto a favor.

Así, en las redes sociales la sátira se potencia como forma de moralizar a la sociedad a través de la burla. Al igual que el troleo, se vuelve un medio para inmovilizar. Y si los supremacistas blancos se volvieron especialistas del troleo y la desinformación, los liberales, alardeando de una superioridad intelectual, ridiculizan al pensamiento conservador y desestiman cualquier crítica a las políticas identitarias. La ultra-derecha siempre ha sabido desplazar el conflicto social hacia el Otro, no necesita muletillas cómicas para saltarse lo políticamente correcto: es realmente irreverente. Sus códigos de miedo y conflicto logran provocar pasiones y movilizar acciones. Mientras, los liberales han intentado pacificar el conflicto social sin realmente enfrentar las causas estructurales que lo sustentan, en parte para su propia tranquilidad y confort. Su sátira tiende a generar cinismo e inacción; nos basta con burlarnos para sentirnos políticamente activos. Donald Trump encajó perfectamente en el cinismo tanto de la ultra-derecha como de la comedia liberal: el implacable irreverente para los unos y el inagotable material de comedia para los otros. Trump es un cínico, pero no del tipo chistoso. Es un cínico por sus descaradas contradicciones y mentiras, por cómo ejerce su poder. Él lleva lo políticamente incorrecto a un monstruoso plano de lo real, destrozando el juego de la comedia y el simulacro de la tolerancia.

Es importante remarcar que, a pesar de los triunfos de la ultra-derecha a nivel global, en general no superan el 25% del electorado. Aunque no representan a las mayorías, lo que sí logran es movilizar a su base a las urnas, en medio de un ausentismo generalizado. Si bien la comedia liberal ha jugado un rol importarte en denunciar ciertos problemas e injusticias frente a un público masivo, ha demostrado ser insuficiente como respuesta a la estrategia comunicacional de ultra-derecha. Aun cuando intenta llamar a la acción, generalmente no pasa de generar 'clicktivismo' o revuelos efímeros. Por una parte, porque es un negocio de entretenimiento y responde a esa lógica, sin generar ni pertenecer a un auténtico tejido comunicacional de base. Por otra parte, porque no logra plantear un discurso movilizador y más bien alimenta la cultura del cinismo que lleva a la apatía y el desencanto. El cinismo es el triunfo de “no hay alternativa”, destruye la utopía. Pero la movilización política necesita un horizonte, se nutre de esperanza. La debilidad del liberalismo está en aferrarse a su zona de confort y a su llamado “pragmatismo”, que es en realidad una falta de fe en una transformación profunda. Los demócratas perdieron optando por la candidata que representaba sus propios intereses y la continuidad, en una elección dónde la principal consigna era el cambio. Pero el éxito del socialista Sanders en las primarias, con sus estrategias de base como el crowdfunding y sus concentraciones masivas, demostraron que hay un enorme potencial movilizador desde la izquierda. Para contrarrestar el discurso enfurecido de la ultra-derecha y levantar traseros cínicos de sus sofás se necesita una utopía abarcadora que genere pasiones. Pero no del tipo fugaz y visceral como las que provocan las redes sociales, sino afectos de largo aliento, que conmuevan y generen compromiso. Una comedia más creativa y radical que sea realmente disruptiva sería de gran ayuda.

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domingo, 29 de enero de 2017

O TODOS SOMOS MÉXICO O TRUMP NOS BORRA.

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MÉXICO EL MURO. HOY HACE FALTA LA HERENCIA POLÍTICA DE LOS LÍDERES HISTÓRICOS DE LA REVOLUCIÓN DE 1910 y tiempos de la NACIONALIZACIÓN DEL PETRÓLEO 1938. La cobardía política se paga muy alto en un país con una gran Ciudadanía Política. Las tropelías que comenzó a cometer el señor Trump, que se cree dueño del mundo, ahora está haciendo llorar a los empresarios neoliberales, a sus propios aliados, que rabia se quedan sin protección y defensa, como parias en el mundo. NO. Intentan encontrar  o por lo menos ellos lo “construyen solos”, desde la perspectiva, de azuzar las contradicciones económico-político-militares entre China y Estados Unidos, en el Foro Económico Mundial Davos Suiza, enero 2017, “Echaron flores y lo recibieron en alfombra roja al Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, hoy defensor a ultranza del libre comercio – mercado – y un crítico pasible de la globalización. Cuanta falta hace hoy en los políticos mexicanos “la sangre histórica” Benito Juárez, de los grandes Líderes revolucionarios. Emiliano Zapata, Pancho Villa, Lázaro Cárdenas para enseñarles como se defiende los sagrados derechos de su Pueblo.- Señor Peña Nieto, Presidente de México, usted fue muy débil y condescendiente desde el inicio con las políticas del Señor Trump, por el carácter de su mensaje sabía plenamente de su contenido y hacia donde se dirigían estratégicamente, incluso cuando los invito a su propio Palacio Presidencial. Hoy ya ve le impuso el MURO, ya  no lo pagan ustedes en directo, pero SI lo pagan con impuestos que deben cobrarles a ustedes.

En ese mismo escenario de imposición – el señor Trump, cree que está conduciendo sus empresas y su millonario Imperio Inmobiliario – en la semana le revisan – ya está anunciado – el TLC que en enero de 1995 firmó su país con Estados Unidos  y Canadá. Usted sabe que antes de Jurar ya los asustó a las empresas del transporte que si invertían en México, muy fácilmente sus productos para entrar al mercado norteamericano pagan el 35% de impuesto. Y usted vio como se asustaron y en el momento clausuran su inversión de más de 3 mil millones (en conjunto). Al final su salida, su país es muy rico muy extenso,  mega-diverso, con Historia, Identidad y una gran Cultura local-nacional, su fortaleza – tenía uno de los mejores sistemas de Turismo del mundo, lo aplastaron al ser permisivos con la inseguridad, la violencia en la ciudad y parte de la narco-política en un Estado inviable y ahora atacado fuertemente por las políticas “trumpistas”, y su Democracia muy débil, inestable, Fallida, novelesca y mediática. Todo esto es responsabilidad de Ustedes los políticos – y su clara alianza por décadas con los grandes empresarios - mexicanos que NO tuvieron los pantalones bien puestos – y fueron parte indirecta (acaso directa) – de la semi-destrucción – y absoluta dependencia de su país de las políticas del imperio. Prepárese para el que odia a los mexicanos, cada día va a soltar un pesado mortero de destrucción progresiva. Ustedes tienen sangre, tradición e identidad revolucionaria…..Viernes 27 de enero del 2017 Pablo Raúl.


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Un oficial de la Patrulla Estadounidense de Frontera vigila Tijuana con sus binoculares.

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O TODOS SOMOS MÉXICO O TRUMP NOS BORRA.
Las batallas de las Dignidad, la Soberanía y el Derecho se juegan en esta Frontera.
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El Muro empezó a levantarse bajo la Administración de Bill Clinton, en 1994, y lo complejo el ex presidente Geoge Bush en 2006. Ya existen muros, alambrados y mallas en un tercio de los 3180 kilómetros de la frontera sur de Estados Unidos.

Por Eduardo Febbro. 

Desde Ciudad de México domingo 29 de enero del 2017.

Donald Trump le puso a México un muro en la cabeza, un fardo suplementario en su economía y una humillación en el alma. El Primer Mentiroso Mundial exportó al otro lado de la frontera la “guerra no lineal”, la táctica que le copió al inventor de la versión más actualizada del mundo moderno, el consejero del presidente ruso Vladimir Putin, Vladislav Sourkov. Insultos y menosprecios, tratados comerciales por el piso, presiones para impedir las inversiones norteamericanas en México, groserías, muros y amenazas renovadas: Donald Trump ejecuta a su vecino con varias lanzas al mismo tiempo. El acoso a México y la nauseabunda propaganda electoral se prolongaron en una política de Estado. “¿Qué hacer, qué hacer contra ese pinche gringo?”, se pregunta con los ojos henchidos de ira un policía que hace guardia nocturna en un acomodado barrio de Ciudad de México, Polanco. No hace falta ser mexicano para sentir el chuchillo de Donald Trump removiéndose en el estómago. Hoy, somos todos mexicanos, por deber y compromiso. El Muro de Trump se metió en las venas de cada mexicano. Las recorre como un veneno al que la clase política, superada por la velocidad y la indecencia de los acontecimientos, no le encontró un antídoto. El ex canciller mexicano Jorge Castañeda le dijo el New York Times:

“Peña Nieto es un presidente débil, en un país débil y en un momento débil”. La frase más memorable la pronunció el escritor Juan Villoro: “Tenemos a un presidente de los Estados Unidos que construye un muro y a un presidente de México que sólo habla con la pared”.

La gente siente la construcción del muro y la idea de que su costo lo asuma México equivale a forzar a un condenado a que pague su propio entierro. “Ya estábamos mal porque éramos dependientes en todo. Ahora nos han puesto la cabeza en el barro”, dice Lucia, estudiante de la UNAM. En las últimas horas, Peña Nieto y la administración Trump pactaron un compromiso que le evite a México continuar bajo los atropellos públicos del sádico vecino: ambos acordaron no hablar públicamente del muro. La prensa, tan mansa como la dirigencia política, celebraba ese intermedio como una victoria. Pero es falsa. A la sociedad no sólo le duele el sadismo político del presidente norteamericano, sino también la forma en que el Ejecutivo se entregó al bochorno con los brazos abiertos. La secuencia del papelón oficial comenzó en agosto del año pasado cuando el hoy canciller mexicano Luis Videgaray convenció al presidente Peña Nieto de recibir en México al entonces candidato de los republicanos. Trump se sirvió de la ocasión para pisotear a México. Convirtió su visita en un acto de humillación y en una inversión electoral. Esa crisis forzó la salida de Videgaray del gobierno hasta que fue reincorporado como jefe de la diplomacia con la misión de desplegar una estrategia de distención. El canciller se pintó como un “amigazo” del yerno de Trump, Jared Kushner, recién estrenado como asesor del presidente. Pero Videgaray volvió a meter al país en las fauces del lobo. Fue él quien organizó el encuentro, en Estados Unidos, entre Peña Nieto y Trump previsto para el 31 de enero y luego anulado tras las dos nuevas agresiones del presidente estadounidense: primero, en el mismo momento en que Videgaray estaba en Estados Unidos negociando la visita, Trump firmó la orden ejecutiva que abre paso a la construcción del muro; en segundo lugar, Donald Trump publicó un mugriento tuit donde decía: “si no pagan (el muro), que no vengan”.

Trump juega a asfixiar a su vecino, a probar con México los mecanismos de lo que será su diplomacia de matones frente a los más débiles. El 80 por ciento de las exportaciones mexicanas van hacia Estados Unidos. De los 12 millones de mexicanos que residen en Estados Unidos, 5,6 son ilegales. En total, en 2016, esos migrantes enviaron a México remesas por un monto de 25 mil millones de dólares (1,8 por ciento del PIB). “El muro es, básicamente, un insulto para México y un horrible símbolo de la ignorancia”, dice el ex congresista mexicano (PRD) y presidente del Think Thank Fundación Imagen de México, Agustín Barrios Gómez. El descaro pendenciero de Trump dejó atónito a todo un país. Barrios Gómez no entiende cómo se puede llegar a esos extremos cuando, asegura, en realidad “la seguridad nacional y la prosperidad norteamericanas dependen directamente de un México estable y cooperativo”. El presidente estadounidense arremete contra ambos principios: la estabilidad y la cooperación. De muros y divisiones México es un congreso de sabios, pero ahora la temática rebasó lo admisible. Ya existen muros, alambrados y vallas en los 3180 kilómetros de la frontera. En un tercio de esa extensión (1050 kilómetros) hay paredes, alambrados, barrotes, sensores, equipos y patrullas de vigilancia, drones más miles de norteamericanos civiles excitados y armados que se restauran de sus amarguras cazando mexicanos vestidos con ropa militar. Los muros empezaron a levantarse bajo la administración de Bill Clinton, en 1994, y los completó el ex presidente Georges Bush en 2006. Los tramos construidos se extienden a lo largo de estados como Baja California/California, Sonora/Arizona y Chihuahua/Texas/Nuevo México. El muro no es una idea original: “lo nuevo es el ensañamiento, el racismo, el odio y la declaración de guerra implícita que lo acompañan”, dice Matías Urriate, un profesor de matemáticas oriundo de Tijuana.



La sociedad busca y manifiesta su unidad para responder a las necedades del sádico marqués. Unas 40 radios del país decidieron difundir al unísono y a primera hora de la tarde una canción del grupo mexicano Caifanes, “Aquí no es así”. El hastag #to2unidos convocó a millones de personas a sumarse a esa forma de repudio pacífico contra un analfabeto que ganó la presidencia de la primera potencia mundial y ha hecho de México su “enemigo nacional”, según escribe en su editorial el diario El Universal. La canción dice:” Sigues caminando / sobre viejos territorios / invocando fuerzas / que jamás entenderás / Y vienes desde allá / donde no sale el sol / donde no hay calor / donde la sangre nunca se sacrifico por un amor / pero aquí no es así”. El coordinador de la radio RMX, Gonzalo Oliveros, explicó que la canción contiene al mismo tiempo “un mensaje de unidad y de contundencia”. Varias multinacionales ya habían iniciado la contraofensiva en los medios. La cerveza Corona y otras cinco marcas le pusieron a Trump un prendedor burlándose de su consigna de campaña “Make America Great Again” (Haz que Estados Unidos vuelva a ser grandioso). Mediante el hashtag #AméricaesGrande, Corona montó una publicidad donde interpela a Donald Trump diciéndole más o menos que América no es un país, sino un continente entero.

Trump y su muro son hoy figuras obsesionales. Nadie se levanta sin pensar en él, en el muro y en los estragos que causaría en México la deportación masiva de indocumentados y otras categorías prometida por el presidente. El ex presidente mexicano Ernesto Zedillo (de 1994 al 2000) publicó un artículo de opinión en el diario Washington Post donde asegura que “México puede prosperar sin Trump”. Zedillo calificó el muro como un proyecto “extravagante, ofensivo e inútil” y reconoció que, en el futuro, no existe posibilidad alguna de que se llegue a cualquier acuerdo con los Estados Unidos “mediante el dialogo o la negociación”. Algo se ha roto en el alma de cada mexicano. Es un pueblo muy diverso, trabajador y noble, oprimido entre una clase política e instituciones corruptas, la violencia de los narcos y la impunidad, la pobreza, el clasismo de otras eras, la desigualdad y, ahora, el megalómano amenazante de Trump que se ha erigido en demiurgo y verdugo todo poderoso del país que está del otro lado de la frontera. “Trump intoxicó a su país y ahora a nosotros”, dice con resignación Patricia, una empleada de banco que trabaja muy a menudo con los Estados Unidos.

El muro aún no existe, pero es tan real que se lo puede ver en cada sombra. El mandatario inoculó su veneno en dos sociedades al mismo tiempo. De este lado, consiguió lastimar, pisotear, agraviar, infundir miedo e inseguridad y, al mismo tiempo, ha modificado la relación de fuerzas entre los movimientos políticos. En siete días de mandato, Donald Trump destruyó la poca legitimidad que le quedaba al presidente Peña Nieto, dejó en un tosco ridículo a la diplomacia y su jefe, Luis Videgaray, colocó fuera de órbita la narrativa blanda y nacionalista entonada por la dirigencia política y la oposición y restauró la imagen del principal líder opositor,  Andrés Manuel López Obrador, dos veces candidato a la presidencia y dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Sus diatribas, sus posiciones, sus denuncias contra la inoperancia política han animado y llenado un debate que nunca estuvo a la altura de la magnitud de lo ocurrido. Este líder de la izquierda mexicana resucitó ese patriotismo revolucionario arrullado en el corazón de cada mexicano que tan bien supieron despertar presidentes como Lázaro Cárdenas o Benito Juárez, ambos tenaces opositores a las políticas de Washington durante el Siglo XIX y XX. La escabrosa twittocracia de Donald Trump contra México llevó a Obrador a pedirle a Peña Nieto que presentara “con urgencia en la ONU la demanda por violación a derechos humanos”.

El PRI parece haber perdido hoy su pujanza y su dignidad. A lo largo de toda esta crisis ha mostrado un modesto perfil que el líder de Morena aprovechó para ir izándose poco a poco como una alternativa verosímil de cara a las elecciones de 2018. Mientras todos celebraban el pacto de silencio al que llegaron el viernes Trump y Peña Nieto consistente en no hablar del muro, Obrador apuntó hacia la evidencia: “Ya llegaron a un acuerdo, imagínense lo que es un acuerdo para no tratar el tema del muro y de la persecución de migrantes, es un acuerdo en lo oscurito, es la ignominia”. El líder de Morena se apresta a realizar una gira por Estados Unidos en contra de la política migratoria de Washington. Por ahora, ha sabido leer el momento de soledad esencial por el que atraviesa México con un poder menoscabado por el presuntuoso de al lado y una prensa hegemónica que no ha dado batalla y se ha plegado a una suerte de mansedumbre poco decorosa ante semejantes exabruptos. No por nada lo apodan “El Peje”, en referencia a un pez del sureste mexicano que sabe ser muy rápido y difícil de atrapar. Antes de levantar su ignominioso muro, Donald Trump lanzó sus buldóceres y excavadoras contra México. Su populismo es una enfermedad mental que atraviesa todos los tejidos. México aún no encontró el antídoto para protegerse de la invasión del mal. Es mejor no dejar a México solo. Lo que está ocurriendo aquí se trasladará a toda América. Las batallas de la dignidad, la soberanía y el derecho se están jugando en esta frontera. Son un molde en manos de un energúmeno loco. México enfrenta con pocos respaldos el primer movimiento de una guerra sucia. O somos todos mexicanos, o Trump nos borrará del mapa.


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