domingo, 18 de marzo de 2018

¿QUE ES EL NEOLIBERALISMO?. LO DE LAS PENSIONES ES UN CRIMEN NO UN ACCIDENTE.

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QUE ES EL NEOLIBERALISMO?. El neo liberalismo también es conocido con el nombre de nuevo liberalismo y es una de las corrientes económicas y políticas capitalistas que está inspirada en el resurgimiento de algunas ideas asociadas al liberalismo clásico o también llamado primer liberalismo desde los años 1970 y 1980. 

¿Qué piensan los que siguen esta corriente?.- Los que defendían el neo liberalismo sostienen  que una extensa liberalización de la economía, también el libre comercio y la disminución del gasto público y sobre todo de la intervención del estado en la economía pero siempre a favor de la privatización de algunos sectores o servicios indispensables para la el consumo de la población que antes se hacía cargo el estado. Pero este término fue cambiando con el pasar del tiempo y se puede sostener que en la actualidad no existe un solo concepto que se refiera específicamente a neo liberalismo.




¿Cuál es el origen del neoliberalismo? El neoriberalismo era una de las filosofas económicas que surgió entre algunos de los eruditos liberales de Europa en la década del 30 cuando intentaban encontrar una salida al liberalismo clásico. Se comenzó a impulsar esta nueva doctrina para intentar evitar problemas económicos después de la Gran Depresión y la crisis de los años 30 que eran fracasos que se le atribuyo al liberalismo clásico. En los siguientes años la teoría del neo liberalismo comenzó a promover una economía del mercado  que estaría muy tutelada por un Estado con poder, y ese modelo se conoció como la economía social del mercado

Cuál era el objetivo del neoliberalismo? El objetivo principal de esta teoría era disminuir la intervención del Estado en el control de la economía, además de frenar el poder económico y político del sindicalismo. En la década del 80 hubieron reformas económicas en Chile que habían sido dictadas por el entonces presidente Pinochet las cuales estuvieron supervisadas por economías de las escuelas de Chicago.


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¿QUE ES EL NEOLIBERALISMO?.

Reseña en los Límites de lo posible. Política, Cultura y Capitalismo efectivo de Alberto Santa María.

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Juan Vázquez Rojo.

Revista Torpedo.

Sábado17 de marzo del 2018.


Alberto Santamaría es Doctor en filosofía por la Universidad de Salamanca, profesor de Teoría del Arte en la facultad de Bellas Artes de la misma universidad, poeta y ensayista. Tiene en su haber decenas de publicaciones, en forma de artículos académicos, en prensa y obras literarias. El libro que aquí traemos, En los límites de lo posible. Política, cultura y capitalismo afectivo (Akal, 2018), es una obra que consigue hacer una radiografía de la realidad en la que vivimos, viene a clarificar el reverso de la economía política, los cimientos en los que se asienta el consenso social. Santamaría ha sido capaz de armarse de material clínico y desentrañar la cotidianeidad del neoliberalismo, esa que tantas veces se escapa al ojo humano. 

De esta forma, nos encontramos ante un texto que intenta mostrar cómo el neoliberalismo es capaz de conseguir adhesión, pero, ¿qué es el neoliberalismo? Como señala el autor en un momento del texto, definir lo qué es el neoliberalismo no es algo sencillo. Popularmente, el concepto se asocia al ámbito de la economía política, con cierto tono crítico (casi nadie se considera a sí mismo neoliberal, con el prefijo), para definir un periodo político-económico del capitalismo, concretamente el que se inició en la década de los ochenta y continúa hasta la actualidad. En este contexto, el neoliberalismo, como todo sistema de dominación, necesita legitimarse para sobrevivir, generar consenso entre la mayoría de la población naturalizando procesos necesarios para su propia reproducción y expansión. Pues bien, esto mismo es lo que visibiliza la obra que tenemos delante, los mecanismos y los relatos que legitiman el neoliberalismo: “la economía es el medio, el objetivo es cambiar el alma”. 

Concretamente, este proceso de legitimación no se encuentra en el marco de una planificación conspiranoica de los poderes fácticos. Como afirma Santamaría, el neoliberalismo no es ni un dejar hacer ni un “sometimiento visible a unas normas represoras”, sino que impone “un límite dentro del cual las normas se interioricen como necesarias y justas” y que van cambiando y evolucionando según las necesidades del propio sistema.

En efecto, resulta clave el concepto que utiliza el autor, activismo cultural neoliberal”, pues “ha diseñado un escenario afectivo sobre el cual producir consenso (así como la sabia gestión de ese consenso) al tiempo que ha sido capaz de disolver el territorio conflictivo que siempre fue inherente a las emociones, a los afectos; a la cultura, en una palabra” marcando a su vez “los límites de los posible y de lo decible”. 

Este activismo propio del neoliberalismo, señala el autor, tiene como objetivo la producción de sujetos que se inserten en el relato neoliberal. Individualizar problemas sociales dándole la vuelta al relato, pues sería “la vida personal” la que “afecta a la producción” y no al revés, dirigiendo el enfoque de tal modo que se ponga buena cara al mal tiempo y se produzca adaptación a las realidades del mercado. Así mismo, la educación sería clave para este proceso, pues tanto las escuelas como las universidades se despojan cada vez más del enfoque humanístico clásico e incorporan la lógica mercantil de forma que se crea “ciudadanía de baja intensidad” fácilmente adaptable a las necesidades del mercado, moldeando la educación a su merced, tal y como se ve en las últimas reformas educativas. 

En este contexto, resulta fundamental el concepto de capital humano, desarrollado por Gary Becker en los años sesenta, anticipando las dinámicas del neoliberalismo. Como señala Santamaría, en esta teoría, en su “sentido educativo-corporal” la clave es “la facultad de reconducir cuerpos como de producir subjetividades”, es decir, “instaurar un modelo empresarial-educativo capaz de establecer un nuevo orden corporal y sentimental; cómo producir cultura, en definitiva”. Todo este proceso convierte a los sujetos en empresarios de sí mismos, llevando a mercantilizar cada vez más esferas de la vida a través de la lógica del beneficio. 

En un contexto de inseguridad laboral, de precariedad y de altas tasas de paro propias de la etapa neoliberal, se impulsa el concepto de emprendedor, como sujeto creativo que debe individualizar un problema colectivo y afrontarlo como “un reto”, en un marco emocional que más que “motivar” ahora lleva a “movilizar”. Así, resulta curioso observar cómo el propio neoliberalismo es capaz de captar, despojar, despolitizar y posteriormente asumir conceptos, sentimientos o emociones que nacen de movimientos antisistémicos. De este modo, el capitalismo afectivo, como lo denomina Santamaría, es capaz de que el sujeto mire el dedo y no la luna, esto es, en vez “de cambiar el contexto (este es algo así como la pura realidad inamovible, nos dicen) sino en variar mi reacción emocional (que es donde está el problema) para amoldarme a esa realidad laboral que es producida para cada sujeto”. De esta forma, siguiendo al autor, el neoliberalismo desactiva las críticas, las emociones, los relatos que se producen en los márgenes, para luego asimilarlos despojándolos de su contenido original. 

En consecuencia, “el eje emociones-felicidad sería eso que el capitalismo no puede ofrecer, pero sí producir o fabricar” por lo que “la felicidad ya no residirá en el tiempo libre, sino en la gestión de mis intereses privados y su vínculo con la productividad”. Ejemplos de ello serían términos como el de trabajaciones”, una forma de ampliar el tiempo de trabajo, pero enfocado como un logro para el trabajador, como la posibilidad de estar en la playa y trabajar a la vez. De este modo, ya no se necesitaría desconectar del trabajo, pues tendríamos todo        al mismo tiempo. 

En definitiva, vemos cómo lo que antaño podría resultar cínico hoy es la regla, pasando de precarios a creativos o de asalariados/parados a emprendedores. Dinámicas, todas ellas, que se cuelan de forma sutil en nuestro día a día, mercantilizándose cada vez más sectores de la vida. Sin duda el detallado y original análisis que se encuentra dentro de esta obra no deja de ser tenebroso, pues nos enseña a ver cómo el neoliberalismo corre por nuestras venas, naturalizándose relatos profundamente ideológicos. Algo mucho más profundo de lo que nunca hubiésemos imaginado.

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LO DE LAS PENSIONES ES UN CRIMEN NO UN ACCIDENTE.
(Otro testimonio viviente, como ataca el neoliberalismo)
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Juan Carlos Escudier.

Público.

Sábado 18 de marzo del 2018.


La pretendida quiebra de la Seguridad Social no es un imponderable ni un efecto inevitable de la crisis económica. Es, como se ha dicho aquí en alguna ocasión, un crimen que se ha hecho pasar por un accidente, un premeditado desvalijamiento que ha servido al Gobierno para cuadrar las cuentas del Estado y rebajar el déficit. En definitiva, un atraco a cara descubierta en el que los ladrones piden a las víctimas que se resignen, que no desesperen y, sobre todo, que no hagan ruido.

Ha sido el ruido, precisamente, el que obligó ayer a Rajoy a comparecer en el Congreso para explicarnos cómo estaba el enfermo después de sus sangrías, en un ejercicio de cinismo semejante al que busca un cortejo fúnebre cuando huele flores. En vez de una cura ofreció un chantaje: subir las pensiones más bajas con arreglo a la inflación a cambio de que se le dé luz verde a los Presupuestos, sin los que tendría que hacer la mudanza de Moncloa; elevar también las de viudedad, omitiendo que está obligado a hacerlo por una ley de 2011 que lleva siete años pasándose por el arco del triunfo; y distintas mejoras fiscales no concretadas pero ya anunciadas para los pobres jubilados. Todo ello, sin tocar una coma de su reforma de 2013, con su factor de sostenibilidad, su camisita del 0,25% y su canesú, porque derogarla, según dijo, sería un suicidio en vez de un asesinato.

Todo lo que se ha hecho en los últimos años parece responder a un plan minucioso que conduce a empobrecer a los pensionistas, ampliar aún más la edad de jubilación de quienes siguen en activo y promover el ahorro privado en beneficio de la banca, que siempre gana. Para conseguirlo, se ha usado la Seguridad Social como pagador de las distintas regalías, ya sean bonificaciones a la contratación como tarifas planas; se han provocado quebrantos para aliviar el balance de otros organismos públicos como el Servicio de Empleo, que ha dejado de cotizar por los parados mayores de 52 años para hacerlo sólo por los mayores de 55 años y con bases inferiores; se ha vaciado el fondo de reserva, lo que ha acabado con sus millonarios rendimientos; y, especialmente, se ha impulsado la devaluación salarial gracias a una reforma laboral que ha provocado que un aumento de cotizantes no implique necesariamente mayores ingresos.

En vez de taponar las heridas se ha hurgado en ellas. Nada se ha hecho para eliminar el fraude en la cotización en los contratos inferiores a cinco días para que incorporen festivos y vacaciones no trabajadas, ni el que sistemáticamente vienen denunciando los sindicatos con las horas extras. Nada se ha hecho tampoco para desincentivar los contratos temporales de duración muy reducida, para lo que hubiera bastado con elevar sus bases de cotización. Nada se ha hecho, en resumen, para que el barco flote, sino justamente lo contrario: abrir vías de agua a lo largo de todo su casco.

Todos estos brochazos negros han permitido dibujar un retrato tenebrista del sistema de pensiones con un agujero anual de 18.000 millones de euros, que intenta extender el pánico entre sus perceptores presentes y futuros, de manera que permanezcamos mudos ante el apocalipsis o, en su defecto, que recemos plegarias en voz baja. Ocupados muchos de ellos en sobrevivir o en mantener a sus hijos y nietos, los pensionistas fueron conscientes del escalo con una nueva carta de la ministra de Trabajo en la que se les anunciaba subidas de un euro al mes y la dignidad pudo más que el miedo. Este sábado vuelven a la calle.

Nadie niega que la mayor longevidad y que nuestra micológica demografía hagan necesarias reformas, pero no es lo mismo remodelar un edificio sólido y en pie que otro en ruina. Cualquier pacto debe incluir un aumento de los salarios, fomentar la inmigración y no disuadirla con concertinas e impulsar la natalidad con medidas que no pueden reducirse a deducciones irrisorias en el IRPF. Y si fuera necesario, complementar los ingresos con impuestos, que es por otra parte práctica habitual en países de nuestro entorno en los que el peso de las pensiones en el PIB es mucho mayor.

Las pensiones no son una limosna sino un derecho consagrado en la Constitución que obliga a los poderes públicos a actualizarlas para ofrecer a sus beneficiarios suficiencia económica. Condenar de manera premeditada a los pensionistas a perder anualmente poder adquisitivo, a una pobreza a plazo fijo, es, simplemente, una canallada.


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