domingo, 11 de marzo de 2018

TRUMP: LA GUERRA ARANCELARIA DE LOS MUNDOS.

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TRUMP PONE SU FIRMA A LA GUERRA COMERCIAL.- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó los decretos para imponer aranceles de 25 por ciento a las importaciones de acero y 10 por ciento a las de aluminio, en los que eximió por ahora a México y Canadá, pese a que había prometido gravar a todos los países. Los aranceles, anunciados la semana pasada y confirmados ayer, entrarán en vigor en 15 días, entre el temor mundial por el estallido de una guerra comercial. Trump insistió en que la producción nacional es necesaria por razones de seguridad nacional y se refirió a las prácticas comerciales en los mercados del acero y aluminio como un asalto a nuestro país. Si no quieren pagar impuestos traigan su planta a Estados Unidos, enfatizó. El mandatario estuvo acompañado de trabajadores de las industrias de acero y aluminio mientras explicaba su decisión en una ceremonia en la Casa Blanca. Firmó dos edictos, uno para cada importación, en los que ordenó los aranceles. Estos metales son absolutamente vitales para la infraestructura y la base de la industria de defensa, señaló el mandatario, quien se basó en una legislación que autoriza acción presidencial contra importaciones que socavan la seguridad nacional.

Las importaciones estadunidenses de acero en 2017 representaron 33 mil 460 millones de dólares contra 24 mil 280 millones en 2016, un aumento de 37.8 por ciento. En tanto, las importaciones de aluminio alcanzaron un valor de 17 mil 310 millones en 2017, frente a los 13 mil 140 el año anterior, un incremento de 31.7 por ciento. El dumping de las importaciones baratas afecta la supervivencia de los fabricantes estadunidenses, argumentó Trump al ignorar las advertencias de legisladores de su partido y socios comerciales, como la Unión Europea. El mandatario ofreció exenciones de los aranceles a los países que nos traten con justicia al comerciar, un gesto que pone presión sobre Canadá y México con los que renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un proceso que parece haberse estancado. "Creo que vamos alcanzar un pacto por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Ya lo he dicho por largo tiempo. Si tenemos un acuerdo no habrá aranceles para Canadá y México", reiteró. "En caso de que no sea posible alcanzar un acuerdo, vamos a retirarnos del TLCAN y empezaremos todo de nuevo".

Una cláusula permitirá a todos los países negociar mejores condiciones en determinados casos. Para ello, deberán demostrar que por conducto de medios alternativos podrán equiparar los efectos negativos para la seguridad nacional de Estados Unidos que generan sus ventas de acero. El representante comercial Robert Lighthizer será el responsable de dirigir estas negociaciones. La medida, anticipada por Trump la semana pasada, recibió múltiples críticas dentro y fuera de Estados Unidos. Los empresarios y políticos temen que un aumento de los precios del acero y el aluminio, así como las medidas en represalia que se adopten en el exterior, provoquen mayores daños a la economía estadounidense que los beneficios que pueden traer los aranceles. Ayer, 107 legisladores republicanos enviaron una carta al mandatario en la que expresaron una profunda preocupación. Tras la firma de proclamación, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, criticó la decisión del gobierno de Trump por temor a las consecuencias. Planteó que la medida sea modificada para concentrarse solamente en aquellos países y prácticas que violan la ley de comercio. Existen incuestionablemente malas prácticas de comercio entre naciones como China, y el mejor abordaje sería aplicar la ley contra esas prácticas.

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TRUMP: LA GUERRA ARANCELARIA DE LOS MUNDOS.
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Luis Manuel Arce.

ALAI. Viernes 9 de marzo del 2018.


La Habana.- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, finalmente se decidió por encender la mecha del cañón cuyo disparo desde la Casa Blanca anuncia lo que podría convertirse en una nueva guerra comercial: la imposición arancelaria a las importaciones de acero (25 por ciento) y aluminio (10 por ciento).

Es una aberración económica en tanto que es muy improbable que el presunto objetivo de recuperar la industria metalúrgica nacional se pueda cumplir por la vía proteccionista sin una previa y larga preparación de reconversión y modernización que la ponga a la par tecnológicamente con la de alto rendimiento de Europa, China y Rusia.

Por el contrario, un incremento de los aranceles a materiales primarios clave de amplio espectro industrial puede ocasionar lo que los expertos denominan “efectos en cascada dentro de la economía estadounidense” por un previsible aumento de los costos que harán perder competitividad a sus manufacturas frente a las del mercado internacional.

La advertencia de los especialistas a Trump, en especial de su exasesor económico Gary Cohn, de que los nuevos aranceles afectarán en forma negativa a las empresas y trabajadores de las industrias usuarias del acero y aluminio importados, no ha encontrado oídos receptivos ni en la Casa Blanca, ni en la Secretaría de Comercio, a pesar del dramatismo con el que el anuncio ha sido recibido en Wall Street donde los tenedores de acciones se lanzaron a una venta masiva.

Trump parece regocijarse con la guerra comercial que desata, la cual intenta minimizar con absurdas afirmaciones de que estas son buenas y fáciles de ganar cuando en realidad todas han sido malas, muy perjudiciales e imposibles de ganar porque los daños son muy generales y abarcadores.

La decisión de Trump tiene otro aspecto grave y hasta cierto punto infame porque ha sido rodeada de una atmósfera mentirosa, falaz, populista, de que la imposición de aranceles permitirá una expansión de la industria del acero y el aluminio, cuando lo más probable es que afecte severamente sectores como el automotriz, el de electrodomésticos y el de la construcción por el incremento del costo de sus insumos.

Es obvio que un aumento de los aranceles no frenará la declinación industrial en Estados Unidos porque el origen del problema no radica en las importaciones sino en una estrategia errónea y de larga data que relegó tecnológicamente al sector frente a sus actuales competidores. La modernización no se logra de un día para otro.

Tampoco frenará su ralentización comercial. El déficit comercial de Estados Unidos aumentó a sus máximos en los últimos nueve años, y la brecha con China se amplió marcadamente, y continúa ampliándose un año después de que Trump asumió el poder.

El Departamento del Comercio admitió que el déficit comercial saltó un 5 por ciento, a 56.600 millones de dólares, en enero de este año, el mayor desde octubre de 2008 inicio de la gran crisis financiera. El déficit comercial con China, un dato políticamente sensible, aumentó un 16,7 por ciento a 36.000 millones de dólares, el mayor nivel desde septiembre del 2015. La brecha con Canadá escaló un 65 por ciento a un máximo de tres años de 3.600 millones de dólares. Son cifras oficiales reproducidas por todas partes.

A fines de enero, Trump impuso fuertes aranceles sobre los paneles solares importados y las grandes lavadoras de ropa, pero no logró absolutamente nada. La situación deficitaria no pudo ser revertida. Los aranceles al acero y el aluminio no parece que tampoco tengan buen futuro.

En cambio, sí son un explosivo factor para desatar una guerra comercial por la represalia natural y lógica de Europa y Asia donde los exportadores amenazan con poner fuertes aranceles a productos estadounidenses, incluidos los del propio sector metalúrgico, automovilístico y de electrodomésticos, entre otros muchos.

Proliferarán, además, las demandas en la Organización Mundial del Comercio (OMC) contra Estados Unidos, y en todos los continentes las fronteras serán blindadas con medidas de salvaguarda que se sentirán de manera muy fuerte en toda la estructura comercial estadounidense.

Los europeos, que exportan cada año a Estados Unidos acero por unos seis mil 200 millones de dólares, y aluminio por mil millones, buscarán fórmulas para contrarrestar daños estimados en cerca de tres mil millones de dólares si se aplican esos aranceles, y lo mismo hará China.

Ya en los medios especializados se habla de una lista de productos de Estados Unidos que serán gravados en Europa, y figuran entre ellos algunos tipos de whisky, crema de maní, arándanos, jugo de naranja, jeans, ciertos aceros, maquillaje, vehículos, motocicletas, yates, pilas, baterías, arroz, maíz, puros y cigarrillos, lo cual indica que la guerra comercial desbordará todos los sectores y no será tan fácil como asegura mentirosamente Trump.

El propio mandatario se contradice al confirmar que si Europa reacciona con medidas de represalia, Estados Unidos responderá con una escalada arancelaria y puso como ejemplo un gravamen del 25 por ciento sobre los autos europeos.

Habrá que ver qué hace con China, pues el gigante mundial de la industria ya advirtió que adoptará una respuesta necesaria en caso de una guerra comercial con Estados Unidos, como declaró el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, quien advirtió que un enfrentamiento de este tipo solo dañaría a todas las partes.

“Especialmente dada la globalización de hoy, elegir una guerra comercial es una prescripción errónea. El resultado solo será perjudicial”, declaró Wang al reiterarle a la Casa Blanca que “China tendría que adoptar una respuesta justificada y necesaria”.

La guerra comercial no será limitada ni geográfica ni sectorialmente. Ya las naciones del Acuerdo Global y Progresivo para la Asociación Transpacífico, que incluye a Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Japón, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, un mercado de 498 millones de personas que representa un 13 por ciento de la economía global, ha encendido sus alarmas para enfrentar una guerra comercial de la manera más ventajosa posible.

Contradictoriamente, el gobierno de Trump redujo los impuestos a las empresas y a las personas más ricas del país lo cual tendrá influencia en el aumento de la demanda exacerbado por las exenciones tributarias de 1,5 billones de dólares. Esa masa de dinero probablemente producirá un alza de las importaciones, lo que impactará más en el déficit comercial.

La productividad se ralentizará más aun posiblemente a un ritmo inferior al 2,6 por ciento actual, un avance demasiado débil que podría complicar los esfuerzos de su administración por alcanzar su meta de crecimiento del PIB de 3 por ciento para este año.

Hay mucha gente alarmada, como sucedió cuando Orson Wells dramatizó para la radio la novela de HG Wells, La guerra de los mundos y aquellos que no escucharon la advertencia inicial de que era una fantasía, se aterrorizaron. Algunos incluso se suicidaron.

La gran diferencia con Trump es que, en el caso de los aranceles al acero y el aluminio, no hay ficción, sino una grave, consciente y mal intencionada distorsión de la realidad.

Esperemos que no ocurra lo mismo que en la gran depresión de 1929 cuando las morgues de Estados Unidos estuvieron muy activas y pocos se imaginaron que estaban en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial.

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